viernes, 29 de agosto de 2008

Calavera

(Primer acto)



Calavera depositó su lengua en un vaso lleno de tequila y cogió su guitarra para devorar a golpes una canción que aún no componía.

Tenía los ojos podridos que aún podían distinguir a los vivos y un corazón costurado a sus dientes que le hablaba de amor y endulzaba sus versos llenos de muerte.

Desde que tenía piel y estaba viva, veía los minutos corroer su voz de diva que cantaba cuando moría la luz del sol y se perdía por más de un par de horas en aquella vieja cantina.

Enamorada de una mujer lasciva que no sabía decir que no al amor de minutos y bisutería, que usaba los coturnos de la arrogancia para verse coronada como reina de la extravagancia.

Enamorada de esa bruja, pedazo de piel que decía que tenía los pies sangrantes de santos estigmas y sabían bailar sin ritmo el tango de la melancolía.

Enamorada encontró la muerte un mal día entre las piernas de su amada. Amarrada por la pasión no vio la daga que venía a robarle por la espalda ese suspiro de vida.

En una polución entregó su alma y al momento de sentir la muerte, de su miembro nació una rosa que se enterró para siempre en el vientre de su asesina. Esa rosa tiempo después se convirtió en la diosa que liberó a Satán de su infierno y su agonía.

Pero Calavera seguía demasiado muerta y no vio a su hija resurgir de la tierra.

Calavera tocaba las cuerdas con un par de manos inertes que guardaba en el fondo de su cajón y las melodías sonaban a los suspiros que escurría por su balcón, esos últimos días en que aún tenía de adorno un poco de vida en su corazón.

Era noche de rumba en el pueblo de los hijos de la saliva y en el valle de los muertos había un viento que anunciaba el reencuentro de los cuervos.

Ácratas de una nueva generación de ciervos de la madrugada.

La serenata hacía llorar a los niños antes de nacidos, hacía despertar esos sentimientos de odio reprimidos…

Calavera lloraba gusanos de sal que limpiaban su rostro de plata mientras su guitarra danzaba escarbando en sus huesos las palabras exactas para recordar esa panoplia de adjetivos de rabia.

La muerte no sabe perdonar a sus amantes.

Calavera se quitó los dientes y armó una figura que representaba a la suerte, estaba decidida a no volver a llorar por mujer alguna.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Sharik

De esta noche aprenderé... a recurrir nuevamente a mis sentidos...
recordando lo que me han dicho, sobre este amor casi divino.
_Lorelei Hook


Vierto adjetivos en una copa de temperante, que me transporta al sabor de sus labios cuando me lee la poesía de sus libros paganos.

Una loca enamorada con la boca hinchada de besos y el vientre desangrado de tiempo.

Bebo entre sus muslos caribeños que se escurren en mi cuerpo como gotas de mar en noches de luna sin sueños.

Mis manos van hablando el idioma de sus pechos que revientan entre mis dedos, regalando ese néctar dulzón con sabor a pezón.

La lluvia de ropa interior nubla la poca cordura que aún tenemos guardada bajo las faldas de las frías mantas.

Desnudo, coronado de limones camino en círculos sobre la sonrisa que dibujó en su retrato de gata. Hago el mantra que aprendí en internet y escupo al techo saliva con sangre para verla estrellarse en tu rostro de santa.

Así le digo que la quiero, así le cuento mis cuentos.

En el espejo la vi vestirse de piel los huesos, colocarse los ojos y el pelo. Me da el honor de colocarle los pies para poder hacer poesía con ellos.

La noche se olvida de amanecer y el viento burla sus cabellos que cubren mi cuerpo desnudo que a la vez cubre al suyo aún más desnudo.

Las horas se vuelven sudor seco, vientres cansados, cuerpos relajados e historias absurdas viendo a los fantasmas que viven en el techo.

Habiendo catado su cuerpo me quito el viento del rostro y bebo esa copa fría de temperante con adjetivos y escucho de sus labios untados de penumbra su vieja poesía supina.

sábado, 2 de agosto de 2008

Gloria



De este abajo firmante para la homónima
Participante de mis albricias matutinas.


En Vaquillas camina con pasos sigilosos que saben dilucidar melodías.

-Arboledas, Campanario, Villas de la Hacienda y más…-

Lleva el sabor a triunfo en cada guiño de su sonrisa que va dejando historias zurcidas en la cornisa de mi corazón de suicida.

El vibrato condicionante de sus labios, nunca deja pasar la menor oportunidad de devorar una sonrisa alimentada con el amor que sólo saben cultivar aquellos que carecen del rigor de un mundo anfitrión de consuelos extraños.

Tira disparos argentinos en los duelos cetrinos de simpatía.

Quisiera por una noche al menos tener esa virtuosa puntería.

Tiene a su lado un poodle, un cobaya canalla, una Karina, un benjamín llamado
Benjamín –como su padre- y los caracoles que le escurren poesía directo a su ventana.

Conoce a la perfección el camino a la batalla contra los molinos de la monotonía, con una cota de latón y un rocín valeroso que no sabe lo que significa ceder ante lo deshonroso.

Los días huérfanos encuentran cobijo en la prosapia serena de canas que festejan con pulque de maicena el arte mismo de coser estrellas.

Si pudiera le daría mi juventud, que estoy seguro, no la malgastaría como yo, en fantochadas ni bisuterías.

A su lado todos los días saben a madrugada.

Si vuelvo a nacer, desearía nuevamente –y con todas mis fuerzas- volverla a tener en mi altar de dioses paganos.