jueves, 31 de julio de 2008

Marigold

He puesto un potaje de caléndula en el eco que han dejado tus pies desnudos en la adusta piel de mis escamas.

Ya no quiero pasarme las horas recordando la alquimia de tus cuentos de guerrera.

Me has crucificado a tu recuerdo, ave de mal agüero.

He soñado con esas veces que se te resbalaba el vestido por las piernas, cuando perdías la compostura en el viejo colchón y me pedías que olvidara que eras una dama.
Soñé que de tus manos nacían pájaros que volaban sobre mi cabeza y blandían pequeñas dialécticas de diosa terrenal. Canalla, sideral. Quisiera verte una vez más, para
volverte a odiar como alguna vez pretendí hacerlo.

Ya no quiero tener por la noche el sabor de tu ropa entre mis manos, pero…

¿Qué puedo hacer, si en cada encrucijada de lamentos aparece tu cuerpo desnudo de ornamentos?

Los fantasmas bajo mi cama saben guardar silencio y tomarse mis lágrimas.

(Se prende un cigarrillo)

Jamás creí admitir la derrota con tanta filosofía.

La caléndula surte efecto cuando todo parece ya tan perfecto.

Mi piel extraña el sudor de tu piel y los juegos de madrugada invocando a los muertos desde mi cama.

Donde quieran que estés, deseo (una vez más) perderte el respeto.

miércoles, 30 de julio de 2008

I want you...

I want you…

En algún lugar existe aquella mujer que escriba con la música a todo volumen y deje los libros abiertos a medio leer en noches de estrés y luna nueva.

Que ponga el acento a la “I” en mi querido apellido.

Que no baile en pareja y sea tan dispareja en el arte de la caricia certera y los besos de lengua.

Quiero poder hablar toda una noche de cualquier fantasía, libros, discos, sueños, recuerdos y anhelos ahogados en el veneno que escupe el tiempo en su momento.

Quiero una mujer que me sepa engañar y me deje guardar silencio como suspiros frente a mi monumento.

Quiero unos labios que cada noche olviden cómo besar y unas manos que sepan bailar (con soberbia) el tango de las caricias remojadas en alcohol y glicerina.

Que me cuente los secretos de su vientre entre sábanas frías de caricias mustias.

Que culminen con un beso y olviden maldecir a los cuentos de brujas.

Habré de caminar por las nubes para encontrar a la mía.

Bañada de espinas, desnuda de besos canallas… esmerada libertina

Quiero dejar a un lado las horas de misantropía azucarada y bajar el cielo en un canasto de plata, a la mujer que sea la guarida de todas mis resacas.

Existe por ahí alguna dama que sabe leer y jugar las cartas, que prende fuego a sus pies y sabe engañar en el ajedrez.

¿Quién habrá de comerse a los cuervos que pernoctan en la atalaya de mis huesos, oteando residuos de besos y gritando al vicio del eco?