viernes, 16 de enero de 2009

2003

(Bajo los efectos de un aguardiente adulterado)

La culpa no la tiene quien recibe el corazón la culpa la tiene quien lo da ciego de estupidez con la ilusión de la paz terrenal misticoestática.

La culpa no la tiene quien regala recuerdos sino quien invierte el tiempo pensando en ellos.

¡Pobres sueños de sexos convexos!

El amor sólo existe para los irreverentes de letras firmes.

El amor es de dos, no de uno que asume el papel de envenenado.

Detesto el sentimiento de perdedor emancipado, atrapado y asfixiado.

Tengo fantasmas que viven en mi piel, ellos no me dejan libre para desnudarme con fé.

2003 regresa a mi porque sólo yo acepto tus mentiras.

2003 mi querida adoradora de serpientes y sueños enfermos.

Maldita nuestra condena, separación y distancia lunática.

Quisiera estar contigo como antaño esperando la sombra del amanecer detrás de una botella de aguardiente al amanecer.

¡Ya no quiero sucumbir ante miedos, quiero caminan a tu costado derecho!

No me importas más que el cielo que decide dejar lluvia en el cuerpo desnudo del suelo.

Te odio y odio más a los muertos que escriben como vivos perpetuos antes del amanecer.

¡Maldita 2003!

Ojalá te mueras durmiendo más de la cuenta.

miércoles, 14 de enero de 2009

Las crónicas anacrónicas del niño zombie

Por si el amor…

Vaquillas 8…

Baquente había solicitado mi ayuda para una misión completamente imposible, monstruosa, aberrante e incomprensible.

¡Arreglar uno de los cuartos de su departamento!

Esa habitación ahora es una bodega enorme de libros de Herman Hesse y Mario Benedetti, formularios, manuales de capacitación de su empresa de medicamentos extraños, cajas y cajas con artilugios de lo más extraños y anormales, una pila de biblias, libros de primeros auxilios y vademecums, películas piratísimas, juguetes rotos de Cami, dulces derretidos, pilas descompuestas, lámparas rotas, colecciones de discos, toneladas de ropa sucia, zapatos, bolsas, corbatas y bufandas Louis Vouitton, un sombrero folclórico que según Baquente es el mismo que usa Bunbury, una calavera de toro, un reproductor de discos compactos ultra descompuesto, una litera repleta de cajas y una cantidad inconmensurable de polvo y ácaros radioactivos.

Sino mal recuerdo la última vez que había estado en esa habitación era con Male (Creo que fue entre febrero y abril del año extinto) que estaba huyendo del aletazo tiburonesco que había atacado al buen Baquente tras una noche de cerveza, vino y Tiburón.
Al parecer la mezcla había atacado su cordura a tal grado que parecía que caminaba y se derretía.
Apenas se le veían los ojos y su nariz titilaba con una luz rojiza y enfermiza.

¡Graciosísimo!

Era como ver a un muerto saliendo de su tumba intentando hablar y expeliendo los tufos más extravagantes del mismísimo infierno y los brazos levantados cual hijo de Mary Shelley. Un verdadero autómata cetáceo de lo más jocoso.
Male se asustó un poco. Creo que no le pareció graciosa la idea de ser ultrajada al más puro estilo Baquente Garcés.

Béla Lugosi hubiese querido ese look demacrado, ojeroso, seboso y espantoso para interpretar al buen Drácula.

¡Yo moría de risa! Y me preguntaba el por qué no tengo amigos normales.

Baquente trataba de atrapar a Male y Male se escondía detrás de mí, la escena era como de cine mudo de terror y yo no podía parar de reír
Lo imaginaba todo en blanco y negro.

Después de un buen rato asi, le dije a Male que se metiera a la habitación de la litera y ahí nos metimos para tratar de dormir y reposar un poco la alcoholemia. Cerramos y colocamos el seguro para evitar los ataques infrahumanos de Baquente el muerto viviente pero no sirvió de nada.

¡Baquente estaba poseído por el mismísimo hijo de Sam!

Comenzó a golpear desenfrenadamente el picaporte queriendo entrar. Al percatarse que la puerta tenía seguro de su finísima cartera Vouitton (sí, nuevamente la maldita marca) sacó una tarjeta de teléfono para tratar de introducirla en la ranura y abrir la puerta.

¡Clack, clack!

A ese punto yo no sabía si su intención era ultrajarnos a los dos y devorarse nuestros sesos o simplemente matarnos para su deleite necrofílico.
Después pensé que a quien realmente quería ultrajar era a Male y eso me tranquilizó un poco, al menos mi integridad y virginidad seguirían santas e intactas como siempre.

¡Clack, clack!

Sus intentos de entrar eran desesperados y cada vez me convencía más de que estaba en una parodia extraña de película de terror.

A Male no le parecía tan graciosa la situación, es comprensible pues estaba tras ella un

Frankenstein made in el DF sucursal Atizapán infectado de alcohol.

(Que tampoco fue mucho, pero el hígado de Baquente ya está muy maltrecho y no aguanta nada.

Jura que pronto estaré en la misma situación y que podrá mofarse de lo lindo).

¡Claaaaaack, claaaaaaaaaaaaaaaaaack!

Seguía intentando desesperadamente abrir la puerta y Male con furia abrió la puerta y no sé qué tantas maldiciones le lanzó al pobre Baquente que éste sólo se quedó dando vueltas sobre su propio eje y cobró un poco de su color verdadero y se esfumó a dormir a su habitación.

Ese fue el fin del ataque satánico de un Baquente alcoholizado.

Esa clase de escenas ya no me parecen tan desquiciadas, pues desde que Male se volvió compañera de juergas he visto como la pretenden borrachos, maras, mecánicos de feria, darks y señores gordolujuriosos seudonarcos. Lo único bueno del asunto es que sus ligues malandrines siempre le proveen alcohol que luego comparte conmigo. Recuerdo cierta ocasión en la feria de

Comitán en la cual ya no había más dinero y ella había ido a despedirse de no sé quién y en el camino se topó con un par de maras quinceañeros que empezaron a filtrear con ella y velozmente ya tenía un vaso enorme de michelada.

¡Esa es la actitud!

Lo más gracioso es que media hora después vimos a su ligue centroamericano ser llevado de la cosecha capilar con sumo cariño y hospitalidad por un triunvirato de policías mega rudos y gandallas que lo habían agarrado haciendo salvajes disturbios.

Un día terminarán dándome de balazos por la malvada MalevoloCidad.

Vaquillas 8…

Baquente me había dado un cubrebocas con la seria convicción de que con el tiempo se lo iba agradecer.

Y asi fue…

La cantidad de polvo era extremadamente radioactiva, mis ojos se hincharon y se escurrían por mis mejillas, las manos me picaban y la nariz comenzaba a fluir cual tubería descompuesta.

Soy un tanto alérgico al polvo en exceso poético.
Patético.

Baquente comenzó a remover algunas cosas y yo las apilaba afuera para posteriormente acomodarlas de manera cristiana y decente.

Afortunadamente en sus terruños no hay tantas arañas como en los míos.

“El Everest” de ropa sucia era realmente impresionante, era difícil llegar a ver la cumbre.

“Vete por unas bolsas negras y unas cervezas” (voz preocupada y desesperada)
Acepté.

En el camino iba imaginando la magnitud de la fiesta Baquenciana pues ese era el motivo efervescente por el cual había decidido limpiar su departamento. El prometía un promedio de 30 personas con una mayor cantidad de faldas y minifaldas con actitud extremadamente concupiscente. Me hablaba de su fiesta como si fuera a llevarme a algún sórdido lupanar de

Sodoma repleto de mujeres con el único propósito de complacernos en las exigencias más extravagantes y sodomitas.

La cita era para el viernes y siendo jueves a medio día el departamento aún lucía apocalíptico.

Noches anteriores Baquente se la pasaba haciendo llamadas e invitando a sus amigas para que llegaran a su bacanal y me incitaba para que hiciera lo mismo. Era tan optimista que pensaba que invitara a quien invitara llegaría a la velocidad de la luz a embriagarse y a ceder sus atributos carnales al mejor postor o al menos peor y perdedor de todos.

¡Ja!

Lo cierto es que yo estaba estimulado con la fiesta, mi mente volaba demasiado alto y me imaginaba asfixiándome en una masa informe de extremidades femeninas lujuriosas sintiendo las perversiones más horrendas de un pobre ser humano.

“¡Hay que conseguir sustancia!”

La voz del coleguilla sonaba un tanto profética y desesperada. Se perdía en sus propios pensamientos pensando en la persona indicada que pudiera favorecerle un poco de esa sustancia mágica que tanto anhelaba para relajar el esfínter y sonreír y sonreír como loco.

Estábamos ordenando toda la ropa sucia, en una bolsa negra y gigantesca poníamos la de

Baquente y en otra la de la señora M.

También degustábamos una fría cerveza Indio litro doscientos.

De pronto Baquente comenzó a contorsionarse de forma extraña cuasi poltergeist satánico.

“Mira Saborío, para el viernes tienes que traer puesto esto, va a ser tu amuleto…”

Me dio uno de esos chinos de madera que son de colores y tienen diversas propiedades.

Este en particular era negro.

“¡Mira también hay uno rojo!”

El rojo lo colgué del picaporte (el mismo que meses atrás el buen coleguilla había tratado de profanar) acá servirá mejor.

“Por si el amor”

“Sí (dije) por si el amor”

Dicha frase significaba caer en las redes carnalapareantes.

Es por eso que la habitación sería el recinto perfecto y cómodo para liberar todas esas pasiones orgiásticas.

Por si algún par de dos se animaban a intimar más allá del cariño sobre la ropa y las caricias cantadas.

Por si el amor.

Es por eso que ese chino jocoso quedaba de maravilla en la entrada de la puerta.

Sería la señal…

Si el chino no estaba en la puerta el cuarto estaba libre y si estaba colgado era la señal para liberar las bajas pasiones carnales.

¡Se planeaba una fiesta románica y romántica!

Baquente había guardado la botella de Tiburón para esa ocasión en especial y pensaba comprar toneladas de alcohol adulterado y hielos con éter para poner el ambiente más psicodélico.

Al puro estilo de la época más punk de José José.

De su habitación salió la señora M. en pijama y con un extraño, sucio y desarrapado gorro navideño que cubría el desmesurado desorden de sus cabellos y arrastrando los pies se fue hacia la cocina a preparar un poco de leche para Cami y de paso nos preparó un poco de palomitas de maíz para no desfallecer en la ardua tarea de limpieza.

“Híjole, les falta un buen…” (Mucho sarcasmo).

Nos dejó las palomitas y volvió a encerrarse en su habitación.

De algunas cajas Baquente muy sonriente y emocionado sacaba algunos juguetes que le recordaban a su infancia desde malévolos caza fortunas del reino Star Wars hasta Beetlejuice con la cabeza reducida. Me enseñó también un SEGA portátil que de portátil sólo tenía el nombre.

Por si fuera poco me enseñó una adaptador para usarlo como televisor.

Me enseñó cosas demasiado surrealistas para una habitación cuasi ordinaria. Era un palacio geek de proporciones míticas.

Pasamos ahí gran parte de la mañana hasta que nos dieron las 4 de la tarde, Baquente se mostraba desesperado.

“Es hora de comer, Saborío”.

Nos terminamos velozmente el poco de cerveza que nos quedaba.

“Luego venimos a terminar el resto”.

Nos enderezamos como pudimos y nos quitamos los ácaros adheridos en nuestras ropas mamarrachas de juniors consentidos.

Nos fuimos a comer a la casa de su mamá que lleva el nombre de aquella famosa canción de Van

Morrison… Gloria.

¡Comimos los famosísimos nopales ultra enchilados con chorizo!

La primera vez que los probé juro que sentí que me desmayaría. En Comitán era un mequetrefe consentido hasta más no poder y apenas y comía un poco de picante. Pero fue en Coacalco cuando probé por primera vez ese fuego intenso en mi paladar. Me lloraron los ojos, se me entumió la lengua se me cerró el esófago y de la cabeza me salía vapor y se me escurrían los piojos calcinados por las orejas.

Esa es la iniciación para todo aquel que deba ser digno de degustar los famosísimos y deliciosos nopales ultra enchilados.

Se deben comer sin desmayarse ni morir en el intento.

Al final Baquente aún colorado por el picor se fue a su departamento y me dijo que me esperaba para culminar con la apocalíptica tarea.

Me despedí de él diciéndole que llegaría en cuanto terminara de lavar los trastes.

No fui, me quedé viendo películas de terror hasta tarde.

martes, 13 de enero de 2009

Las crónicas anacrónicas del niño zombie

Ziggy (aún piensa que soy un espectro de la cerveza)


Desde la primera vez en que Baquente y yo coincidimos por el gusto etílico hemos recurrido a las galeras mágicas y bien surtidas del tan famosísimo Ziggy (no Stardust).

¡Todo un personaje dentro de Vaquillas!

Realmente no recuerdo de dónde surgió su sobrenombre, creo que fue Kathrina y su ocio quienes bautizaron al buen hombre proveedor de Chips verdes y obviamente cantidades obscenas de Indio litro doscientos bien frías y degustables.

Desde lejanos tiempos Ziggy me ha visto llegar con cara de ansiedad a comprarle un par de reliquias efervescentes, cura de males y elixir de poeta de banqueta.

Por alguna extraña razón cabalística y baquenciana el buen amigo sólo me daba para comprar 2 cervezas.
Ni una más ni una menos.
Quizá es una especie de rito pagano de culto hacia los caniches descalzos o algo tan profundo como los misterios del Nekronomicón.

Siempre han sido de dos en dos.

De tal manera que Ziggy siempre me ve transformarme de joven sediento y desesperado a pedazo de ser humano tambaleante que ya sólo alcanza a balbucear aguardentosas sodomías. Pero el siempre sabe que cuando voy con la famosa bolsa negra es porque ya se acabó el par anterior y voy por más de ese líquido transformante.

Una más de las misiones cuando voy a por cerveza es fijarme en el vecindario, ver la movilización femenina y avisar al buen Baquente sobre cualquier indicio de minifaldas y escotes que ronden cerca de su casa. Siempre tenemos la esperanza de encontrar un grupillo de señoritas (y aunque no lo fueran) con actitud lasciva y desenfrenada dispuestas a beber galones y galones de alcohol y principalmente a compartir su núbil cuerpo con nosotros gallardos galancetes de esquina y damas de limpieza.

¡Pobres perdedores!

Generalmente las borracheras culminan como las empezamos: Presumiendo su vasta colección de Metallica y Pink Floyd, SOLOS, amargados y con los ojos más trabados que antes escuchando discos extraños de rock noventero de su época de rebelde skatopunkista.

“¿Ya escuchaste este disco, Saborío?”

Su voz suena cansada y ojerosa mientras pone algún disco extraño One hit wonder del 91 y comienza a tararearlo mientras acompaña el ritmo con su etílica cabeza. Yo le digo que no lo he escuchado y comienza a mofarse en su más puro argot ñerofresa y me dice que cómo es posible que no lo haya escuchado si es una pieza fundamental en la música, en el rock, en su vida y casi casi es piedra angular en la simetría cósmica del universo.

¡Bah!

“Sirve las otras mientras yo pongo éste (disco), ¡Si no lo has escuchado no vuelvas a hablarme en toda tu vida!”

Cuando estoy sirviendo lo último del elixir dentro de su vaso comienza a sonar otra musiquilla extraña y distorsionada, retazo de grunge sabor a Kurt con Smashings pero un poco más avant garde con violincitos electrónicos.

¡Doble bah!

Cuando le digo que no tengo ni puta idea de quienes son los que cantan su queridísima canción menea la cabeza y hace un sonido gutural de perro con asma en señal de suma y evidente decepción.

Estando ya en un estado espiritoso y al no haber conseguido alguna mademoiselle concupiscente para nuestros planes sodomitas Baquente comenzaba a hostigarme para mandar interminables telepatías a algunas conocidas virtuales que rondan en sus terruños y que yo mismo no he conocido. Es así como comienza el peregrinar maquiavélico… voy por otras dos cervezas, el toma sus medicinas contra el reflujo y ya estando tranquilos con el vaso lleno comienzo a enviar miles y miles de mensajes al celular, hasta la fecha esa técnica desesperada no ha funcionado para nada, todas nos ningunean de las formas más extravagantes e increíbles. Seguramente pueden percibir nuestras feromonas de perdedores mayúsculos en vías de degradación humana.

“Háblale a Male”

“Háblale tú, a mi me va a mandar al carajo”

Me hace caso y comienza a marcarle y no es necesario decir que verdaderamente nos manda al carajo esquina con infierno.
Abatidos seguimos la batalla contra la sobriedad.

Cuando la cerveza termina siempre tiene alguna botella de alcohol adulterado de potencia sublime en especial vodka y tequila.

¡Cuidado con sus Cosmopolitans!

Son la prueba más contundente de que el temor a Dios se ha visto relegado por completo.

El mentado potaje es una bomba alcohólica y amarga que sólo pueden beber los mamarrachos más borrachos de las nobles tierras de Tepito.

“¿Eres una nena, Saborío, te da miedo?”

Cuando me dice eso ya tiene el rostro sumido y los ojos rojos llorosos como si hubiese consumido media hectárea de cannabis del rudo y camina cual anciano carcomido por las hemorroides.

“¡Me da asco!”

Respondo con el rostro igual pero con cara de idem.

La alcoholemia…

Cierto es que Ziggy es el punto inicial de una noche incierta que termina con la conciencia un poco nublada y el hígado más agujereado.

Quizá piense que soy un espectro de la cebada que cada determinado tiempo aparece mágicamente por sus tierras acabándose su bebida de par en par hasta la madrugada.

¡Bendito sea nuestro proveedor de cerveza!

Las crónicas anacrónicas del niño zombie

En donde los caniches pastan descalzos (emotividad en papel bond)

Frío…


Dentro de la rumba esa a la que llaman suerte, frente a una puerta de cristal (esquina con la calle de mis vicios) te veré caminar con los pies hermosos vestidos de nubes y ríos de azafrán.

Cada segundo de espera a esa respuesta que no llega es como una tragicomedia paranoica en mi interior. No puedo dejar de mirar el segundero de un reloj viejo de tanto girar sin poder escapar de su suerte. Imaginando el porqué de esa ausencia maligna que no deja que respire como se respira cuando existe un poco de paz.

Mi corazón ha perdido el rumbo de su exilio, ha roto su manto de energúmeno contumaz y apasionado de la soledad.

Soledad, sólo contigo.

Y algo más.

Eterna como los cuentos de hadas, con los ojos inyectados de reliquias ultra lunares y esos cabellos que no pueden ocultar el pudor de esas mejillas con puntos de para siempre. En tus manos imagino el bosque encantado de sueños que reverdece can cada caricia acostumbrada al olor de tus muertes.

Corazón de marinero que guarda su tesoro en el epicentro de sus propios huesos…

lunes, 12 de enero de 2009

Sin ti

“Sin ti está mal hecho el mundo…”
-Nacho Vegas


Mis huesos extrañan la piel de tus palabras, la piel de tus sonrisas, la miel de tus delicias.

Contigo o sin ti la noche llega puntual vestida de estrellas cargando en su pecho el amuleto en forma de luna.

Pero la lejanía de tus labios me sabe a anhelo.

(Ella dice que mi piel huele a invierno.)

Contigo o sin ti la ciudad sigue siendo hermosa pero tu ausencia me hace verla oscura, vacía y dolorosa.

(Soy el amante de una brujita de felpa que escribe poesía y vive en bombillas debajo del tiempo.)

Contigo me siento eterno.

Sin ti soy el elemento que hace invisible al viento.

(Me roba un calcetín para vestir su desnudo cuerpo.)

Contigo o sin ti escribo encorvado bebiendo café sin cafeína.

Sin ti mis letras se vuelven suspiros que retienen la grima de una lágrima deprimida.

(Camina embarrándose nubes en las piernas morenas de sol y las pecas risueñas de besos traviesos frente al televisor.)

Contigo o sin ti me ahogo durmiendo pero sin ti no puedo conciliar el sueño.

(Intento dormir media hora en sus brazos y me despierta a punta de besos.)

Contigo o sin ti rock and roll.

Aunque sin ti sigue muerto John Lennon.

Sin ti no esperamos la resurrección nosotros los muertos.

Las crónicas anacrónicas del niño zombie




Caniche
“Canapito pito pito…”
-
Canción popular de Vaquillas.

La habitación de Kathrina 9:30 de la mañana…


No hay nada como despertar sobresaltado por alguna especie de sexto sentido mutante y extravagante que te dice:

“¡Levántate, un poodle está a punto de usar tu cabeza como váter!”

Abrí los ojos rápidamente y lo primero que vi fue un pequeño traserito (efectivamente de poodle) dispuesto a dejarme caer toda su maldad mañanera sobre la cabeza. Afortunadamente mis reflejos aún funcionan lo suficiente para rodar algunos centímetros y lograr escapar de la malévola y perfumada deposición que quedó sobre la colchoneta.

Luego de su acto matutino, Caniche se fue a la puerta y comenzó a golpearla con sus patitas delanteras.

Eso significa que quiere abandonar la habitación.

Le abrí y salió gallardo y arrogante cual Elvis Pelvis después de un concierto en Las Vegas destrozado por las pastillas y el exceso de excesos.

Fui a por un papel higiénico y levanté aquella pequeña masa olorosa y la llevé al baño a su sepulcro submarino.

15 minutos después…

Caniche había vuelto pero esta vez había llegado con el único propósito de dormitar un poco sobre los escombros acolchonados y térmicos del sleeping bag.

Cuando Kathrina me dijo que Él era como un pequeño duende del sueño no lo creí del todo, pero es muy cierto. Si se acuesta a tu lado inminentemente caerás dormido o en un sopor soñador cual poeta maldito en viaje de opio. Varias veces la vi sucumbir ante su magia pudulesca (en los viajes anteriores… en este casi no la vi, ya es una señorcita muy trabajadora que lucha por salir de lumpen) y ambos dormían cual angelitos satánicos sobre su cama con figuritas de Snoopy y del pelón de Charly Brown.

Caniche es un gentleman entre los suyos, gusta de comer azúcar en exceso, miccionar en todos los sitios posibles por extraños e inalcanzables que parezcan (¡El mundo entero es su mingitorio!), beber refresco de dieta, pelear con los Pompis, pelear con Baquente, las mentas navideñas, las galletas, intolerante a las albóndigas picosas y hacerle Anganga (onomatopeya de gruñidos canichescos) a Kathrina cuando le canta la famosísima canción: Mañemañemañemañe mañemañemañemañe.

Lo más extravagante es que habla y es de lo más divertido.

(Literalmente… habla).

Sarcástico, bribón, fanfarrón, altanero, interesado y mal hablado.

Todos hemos sido víctimas de Caniche alguna vez y otros somos sus víctimas crónicas (anacrónicas) constantes y sonantes. Recuerdo la ocasión en que escuché el grito aterrado y quejumbroso de Baquente desde la sala:

“Mamá, el caniche sólo vino a dejar su escargot en la cocina y salió huyendooooooo” (Voz llorica de niño de 6 años).

Lo cierto es que al pequeño poodle le había atacado la necesidad fisiológica secundaria y había decidido que los pies de Baquente eran el sitio ideal para depositar su furia intestinal quizá ocasionada por las ya mencionadas albóndigas malvadas o tal vez fue parte de alguna protesta silenciosa y cósmica que aún no llegamos a comprender.

¡Maldita sea nuestra condición de humanos!

Otro grito memorable:

“¡Mamá, caniche esta untando ojo en mi cobija!” (Voz de Kathrina severamente asustada por contraer alguna chinguiña mutante).

Caniche, Canaiche, Kana, Itze, Púdul, Sr. Is, Grizzly, Yosti, Yoster, Yostifer, Becker…

Tiene tantos nombres como demonios existen en el viejo testamento. Pero todos ellos sólo hacen referencia al buen amigo de la curda existencia que provee urea cual Prometeo cargado de fuego.

30 minutos después…

El buen amigo peludo y blanquecino como nube de primavera comenzó a rascar la puerta nuevamente, al parecer se había aburrido de dormitar y quería salir a buscar a su madre. Dejé el libro de Mafalda a un lado y me levanté para abrirle la puerta.

Salió huyendo.

Taka taka taka (Onomatopeya de sus uñas canichescas).

Cerré la puerta y me disponía a volver a echarme sobre mi tendido vagabundo cuando mi calcetín se humedeció misteriosamente…

En efecto, se fue victorioso una vez más dejándome un regalo oloroso, amarillentoverdoso.

No me importó, me eché sobre la colchoneta. Después de todo ya estaba acostumbrado a esos fluidos vejigosos y pudulescos. Únicamente me quité el calcetín y seguí leyendo el librillo verde de Mafalda. Siempre es una maravilla despertar en la habitación de Kathrina y poder leer una buena historieta de Garfield, Snoopy, Charly Brown o Mafalda.

¡Tiene cientos de ellos!

Basilio el cobaya masticaba furiosamente su casa de cartón.

Quizá era su manera de decirme:

“Vete al carajo “Che Guevara”, deja mis terruños libres de piojos comitecos”

Udd Udd (Sonidos de cobaya enojado).

Tac Tac (Sonido de cobaya usando su bebedero).

Toc Toc Toc Toc Toc Tooooc (alguien estaba tocando desesperadamente).

Era el clásico llamado Baquente que siempre acompaña con un silbido de lo más peculiar y jocoso de pajarillo volviendo a la vida. La noche anterior había prometido llevar menesteres alimenticios matutinos a la casa de su mamá para que comiéramos todos.

Ese día desayunamos suculencias culinarias de maese Lupillo.

¡Docto en el arte de la comida frita y condimentada!

Caniche obviamente estaba con nosotros en la mesa degustando su propia quesadilla de nopales mientras pensaba en quién o qué sería su próxima víctima urinaria.





sábado, 10 de enero de 2009

Las crónicas anacrónicas del niño zombie

¡Joder, no polafó…! (Surrealista)

Nuevamente en el Renault Clío plata…

No hay nada peor que subirse en estado fermentado de resacus interrumptus a un coche con dirección a Muylejosdeaquí y peor aún, cuando el riñón está despertando y pareciera que va asfixiando a cada órgano que encuentra en su camino con el único fin de sentirse libre de la malévola marea rancia de alcohol que inunda a su espinal de caracol.

Apenas estaba cerrando la puerta del coche y ya comenzaba a sentir disturbios punzocortantes en el cuerpo, la visión se iba tornando extraña como ese pequeño halo que se ve en los coches bajo el calor de sol. El sudor comenzaba a acariciar mi rostro que estaba moldeándose en una cara de angustia y de preocupación en alta tensión.

Íbamos 5, el conductor era Baquente. Con una extraña boina que intentaba cubrir el desorden capilar tras una noche peculiar del alcohol y lascivia, lentes Louis Vuitton que juraba eran idénticos a los de Jim Morrison.
Jamás encontré el parecido.

De copiloto iba su mujer, la señora M.

Comía salchichas con mayonesa y salsa de tomate en un vaso rojo mientras se maquillaba los ojos.

En la parte trasera íbamos: Cami, Male (por MalevoloCidad. Sí, con la C mayúscula) y yo.

El clima no era en especial el correcto para mi situación tan extravagante. Todos parecían estar tranquilos menos yo. Aunque Male también se veía muy dañada y desmarañada, parecía más adormilada que otra cosa. En cada curva su voluntad se iba perdiendo y sus ojos se cerraban con furia.

Baquente estaba completamente fuera de sus cabales, preguntaba lo mismo dos veces, balbuceaba y de pronto de su estuche de discos sacó una gama demasiado extensa de discos no aptos para la resaca (La santa nueva trova latinoamericana) y puso uno con actitud gallarda y guerrera.

¡Por Satán!

Esto tenía que ser una especie de castigo cósmico, algo más allá de los misterios bíblicos y políticos.

Baquente y la Señora M. comenzaron a cantar.

¡Apenas estábamos cruzando Arboledas!

Cami venía atrapada en su pequeña silla viendo con curiosidad extrema a la destruida Male que venía tambaleante.

Me preguntó si ya se había dormido…

“¿Se lumió?”

Le respondí que sí. Sentía el peso de su cabeza sobre mi hombro.

“Sí Cami, ya se durmió, uso polvos de hada para dormir, es como Tinkerbell ¿Te acuerdas de Tinkerbell?” (La voz de Baquente parecía esas voces extrañas que de pronto aparecen en altavoces en los supermercados).

“Síííí, Tínkebe…”

Comenzó a agarrarle algunos cabellos rebeldes y a examinarla. Male estaba perdida en las profundidades del sueño.

Baquente y la Sr. M seguían hablando de la hada durmiente y de el malvado licor de mora que realmente la había puesto así.

Quizá hubiese encontrado algo de chiste en ello si mi vejiga no hubiese estado tan comprimida. Estaba en un estado de alerta roja, comenzaba a sentir esa sensación en la cual si te mueves un poco sientes que algo va a estallar en tu interior. Debíamos ir hasta Polanco a depositar a la señora M. a su trabajo y al metro a Male quien aún tenía ciertos compromisos que cumplir y ya se le había hecho un poco tarde.

Comenzaba a pensar en lo peor, un temblor extraño recorría mi cuerpo y escuchaba las voces muy lejanas. Aunque llevaba unos lentes oscuros (muy oscuros) el sol me irritaba y a cada movimiento de cabeza veía todo en stop motion. Una sensación de frío inundaba todo mi rostro. Mis manos estaban sudorosas y temblorosas. Escuchaba a Baquente hablar sobre un huerfanito o algo por el estilo, creí que ya era parte de su delirio post etílico severo pero no, de sus pantalones pegósticos sacó uno de sus celulares (por que tiene 8) y le mostró a la señora M. un video en el que aparezco en el famoso Salón Corona con una cara de ingravidez y palidez enervantes.

Al parecer estaba disfrutando un son de por ahí llamado “El Huerfanito” entonces recordé los hechos…

Salón Corona una noche de diciembre…

Alguien me estaba marcando al celular y por estar en estados lejanos a la sobriedad me dio por contestar (detesto contestar el teléfono) felizmente. Era Aguirre, se notaba un poco preocupado y lejano, me pedía el teléfono de Mildren pues era su cumpleaños y los había citado en Timonel pero al parecer los había dejado plantados.

“No te preocupes, acá lo tengo, en breve te lo envío…” (Mi voz sonaba preocupada y sincera).

Al colgar olvidé con quién había hablado.

Me fui tambaleante hacia una esquina en donde se encontraban un par de músicos ofertando su arte por algunas monedas.

Cuando estoy en un estado en el que ya no siento achaques, paranoias y se me quita el cansancio es la señal de que estoy intoxicado y cuando eso sucede me vuelvo muy conversador con la gente de pinta extraña. De esa forma me aproximé a los músicos y le pregunté al viejo por algunas canciones que no recuerdo y que el juraba desconocían.

“Joder”

Cuando les pregunté sobre su repertorio me dieron una extensa lista que mi cerebro no podía procesar. Los veía hablar y mover las bocas cual serpientes coquetas y juguetonas pero no captaba lo que me decían. Lo único que pude pillar sin problemas fue: El huerfanito.

“¡El huerfanito!”

No tenía muchas monedas, les di las pocas que tenía y juré conseguir cigarrillos para la banda (de dos) pero ellos se negaron; no fumaban y con esas monedas alcanzaba perfecto para la canción.
Con emoción entré a la cantina y llegué a la mesa acompañado de los músicos. Ahí estaban Male, su hermana Sakurita y Baquente.

El punto fue que mientras yo gozaba enormemente de la melodía los demás tenían una cara de asco y burla. Baquente sin pensarlo sacó su aparato de recepción telepáticavirtual con cámara y comenzó a grabar los hechos.

De vuelta en el coche…

No hay nada peor que subirse en estado fermentado de resacus interrumptus a un coche con dirección a Muylejosdeaquí y peor aún, cuando el tránsito vehicular esta obstruido totalmente.
Veía cada parte del periférico como el lugar perfecto para desahogar (literalmente) todas mis penas. Sentía como el hígado se me hacía más grande, sentía su expansión y a cada centímetro de más le acompañaba una presión horrible en mi costado que poco a poco mermaba mi respiración.

El corazón me latía de forma irregular, y el mareo venía jugando con mi mente.

Trataba de dormir pero no podía, trataba de conversar pero no podía, trataba de estirarme y no, no podía…

El sudor frío que recorría mi cuerpo apestaba a alcohol y nicotina. Mi lengua estaba completamente seca y sólo podía pensar en un vaso de coca cola excesivamente frío.

Veía pasar y pasar coches, edificios, nubes, niños, árboles, puentes, espectaculares…

“¡Maldición de los perros!

Eres un pajarraco de mal agüero Saborío, mira este tráfico del demonio”.

(Voz de Baquente desesperada y llorica).

Era tal el malestar que me desvanecí por un instante.

Abrí los ojos porque ya casi no podía respirar, la presión era demasiada. Llevábamos varias horas de viaje y Polanco aún parecía tan lejano como el sol.

Me acomodé un poco en el sillón y acomodé a Male que iba derrumbada sobre mi hombro sin percatarse de que Cami aún jugaba con su cabellos despeinados.

Varios coches de la ciudad estaban adornados con unos cuernitos de reno y una nariz roja, me parecía algo demasiado patético, pero ese día en particular me ayudaban a distraerme de mi desgracia.

Baquente se había dopado con pastillas de nosequé, según esto para la presión alta… me dio una terapia del porqué y del cómo pero sinceramente no entendía ni una sola palabra, lo único que saqué en claro es que automedicarse era uno de sus hobbies preferidos.
Recordé el momento en que llegué a la central TAPO.

Veintitantos de noviembre, medio día…

El buen colega fue por mi acompañado de la péqueña Cami, Male también estaba ahí y se empeñaba en atacarme (no sé por qué) diciéndome lo cerdo que era por no valorarla y que era un mamarracho por no haber llevado los panes compuestos que me había pedido un par de noches atrás.

El punto es que Baquente nos llevó al famosísimo Renault Clío y abrió su cajuela para que metiera mi equipaje… pero esa era una misión imposible.

¡Estaba repleta de cajas y cajas y cajas de medicina!

Era una cantidad absurda. Con eso se podía crear el alucinógeno más extravagante de todos los tiempos y aparte excelente contra la gripe y la hinchazón de pies.

Esa misma tarde Male estaba insistiendo con ferocidad por un poco de alcohol y a mí se me estaba antojando una cerveza ultra fría. Pero Baquente se mostraba negativo pues había llevado a la pequeña Cami y no podíamos ir a ningún lugar a saciar nuestras ansias etílicas.

La tarde se nos fue en el Mc Donalds. Le propusimos a Male ir al departamento de Baquente en
las lejanas tierras de Atizapán con el fin de destapar un par de botellas de vino, pero con una cara de aflicción se negó pues decía que tenía una cita a las 4 pm por asuntos relacionados con su maestría.

(¿?)

La dejamos en la Cineteca Nacional, se bajó con su sonrisa pícara y nos dejó a los dos con un antojo brutal a líquido embriagante.

Largas fueron las horas que tuvimos que esperar para llegar a su departamento y poder degustar un frío tarro de cerveza oscura.

Entre vaso y vaso Baquente ingería algunas pastillas para el reflujo y la gastritis.

Masarik.

¡Milagrosamente el malestar había abandonado mi cuerpo! Pero aún así me sentía un poco extraño.

Tras unas cuantas vueltas laberínticas y peligrosas llegamos a la estación de metro Polanco para depositar ahí a Male que bajó completamente devastada y se fue con pinta de muerto viviente a cumplir con su destino.

A unos cuantos pasos esta la plaza comercial en la cual trabaja la señora M y ahí se quedó cediéndome su vaso de salchichas.

Comí unas cuantas.

Estaban pasando una canción de Sabina, no sé cual, pero lo cierto es que era demasiado melosa.

Ese tipo de melodías no son aptas para días como esos.

Estábamos en un semáforo cuando un escalofrío ultra mortal atacó cada una de las células de mi cuerpo y un dolor punzocortante maltrataba mi costado y cortaba mi respiración.

¡Joder, no por favor! (Pensé asustadísimo)

El malestar me había atacado nuevamente a varias cuadras de la plaza comercial y en medio de un barullo de coches que giraban a un kilómetro por hora.

La vejiga estaba a punto de explotar y yo con ella.

Veía a Baquente hablar y mover la cabeza de forma muy graciosa. Me parecía uno de esos muñequitos cabezones que ponen en los taxis y van moviendo la cabeza todo el tiempo. Me preguntaba sobre el concierto de Shuarma y yo no sabía ni un puto carajo sobre el evento lo único que me importaba era poder encontrar un váter en el cual poder descansar mi alma. Le envié un mensaje a Dayanna Ann Fan para preguntarle sobre dicho evento y para calmar las ansias psicodélicas de mi colega.

(Jamás me respondió).

En ese momento estaba completamente de acuerdo con Nacho Vegas cuando dijo: “Hay días en lo que valdría más no salir de la cama”.

El viaje nuevamente era muy largo, debíamos regresar hasta Atizapán y el tráfico estaba muerto.

(Un suspiro).

Lo único que me quedaba en ese momento era (Como lo dijo Edmundo Dantés) “Confiar y esperar”.

No hay nada peor que subirse en estado fermentado de resacus interrumptus a un coche con dirección a Muylejosdeaquí y peor aún, cuando tienes ganas de ir al baño.

Tardé una hora menos cuarto en llegar a la gloria.

jueves, 8 de enero de 2009

Las crónicas anacrónicas del niño zombie

Lumpenefervescentes desesperados (Tell me the next whiskey bar…)

Atizapán - Bosques del lago – Cuatitlán.

Renault Clío plata dos mil y tantos. 100 Km por hora.

No sé cómo un simple mortal puede llegar a albergar tan mala suerte. Él juraba que era yo quien traía la peste del infortunio, pero yo estoy seguro que era Él con tanta negación y pensamientos negativos en su vida de camaleón.

Ni un puto bar estaba abierto, ya habíamos recorrido la mayor parte del catálogo mamarrachoetílico de Baquente y no dábamos con nada. Se mostraba desesperado, su ojo derecho ya comenzaba con una especie de tic infrahumano.

“Eres ave de mal agüero Saboríííííooooooo” (Léase el Saborío con actitud de reproche fresosalvaje).

Mientras decía eso negaba con la cabeza muy enfadado.

La corrosión y la desesperación ya hacían mella en su semblante extravagante y nada más escuchaba suspiros tristes cual rumiante atemorizado.

(Estación de rock clásico).

Cuando pasó Paint it black ambos enloquecimos y comenzamos a menear la cabeza de un lado para otro y en actitud poco simétrica. Ambos consideramos que Satán nuestro señor había enviado esa canción para darnos ánimos y decirnos que pronto lograríamos nuestro cometido. La euforia era tal que el velocímetro comenzó a enloquecer un poquito.

Creo que mientras este sujeto esta excitado (no necesariamente en lo sexual) comienza a perder la razón y conduce como un desquiciado.

Era tal nuestra euforia y devoción que a cada esquina parecía que encontrábamos el sitio idóneo para perder la razón.

(Cerrado. Un par de señoritas de paso pasadas de peso estaban reclinadas en la puerta
fumando).

Sería bueno mencionar que el oasis tan esperado cada vez se nos hacía más lejano.

Veía ir y venir coches desafiando la incertidumbre de la noche, casas viejas, abandonadas, puentes descompuestos, personajes extraños caminando solitarios, putas, putos, fantasmas, perros, una estatua de Pedro Infante, árboles y pavimento.

Mucho pavimento.

(Bajo el cristal y prendo un cigarrillo)

¡Hace un chingo de frío, ya apaga eso! (Voz de Baquente desesperada, le castañeaban los dientes).

Efectivamente había frío pero la nicotina es a veces más efectiva que un par de aspirinas.

(Una última calada y lo apagué aventándolo despiadadamente).

Baquente ya estaba desesperado y tenía sueño, pero su ánimo etílico lo hacía manejar como salvaje buscando cualquier lupanar.

Entre tanto desconcierto me di cuenta de algo…

Estaba manejando en círculos.

(Una hora y media de viaje).

Baquente ya era una especie de autómata etílico que pugnaba por llegar a su meta y yo no era precisamente la voz de la razón y la cordura, así que lo hostigaba para seguir adelante. Ya era muy noche y lo que habíamos bebido se nos había evaporado dejándonos sólo el cansancio y la promesa de un dolor de cabeza.

“Piénsalo, así como estamos nosotros (Lumpenefervescentes desesperados), así deben de haber por ahí un par de fulanitas. En cualquier momento vamos a calibrar al cosmos y vamos a encontrarlas de frente y correrán ríos de alcohol y fluidos” (Mi voz sonó aguardentosa y cansada, mi argumento era perdedor, pero ya no me quedaba nada coherente en la cabeza, me pesaban los ojos).

Mi colega volteó la cabeza y me contestó con algunas de sus frases clichés de negación que ya no puedo recordar. Quizá sólo balbuceó algo, no lo recuerdo bien. Lo cierto es que su complejo de barman algún día terminará intoxicándonos o en el peor de los casos matándonos. Esa noche habíamos bebido alguno de sus potajes (con alcohol corrosivo) y lo cierto es que cuando pasaba el efecto dejaba una sensación muy peculiar de cansancio cuasidesmayantedesesperante que no se la deseo ni a mis voyeuristas ni a mis detractores más petulantes.

De un momento a otro estábamos en la Comercial Mexicana, a tres cuadras de casa. Deprimido Baquente se bajó en un puesto de tacos a comer los restos que aún reposaban en aceite.

¡Qué frío!

Volvimos un tanto decepcionados pero a la vez aliviados de no encontrar más veneno para acabar con nuestros cuerpos. El consuelo fue que aún nos quedaba una botella de Tiburón y una magna fiesta en viernes para caer en los brazos de la depravación.

El subió a su casa corriendo cual conejillo asustado y yo me fui a casa de Kathrina a extender la colchoneta verde y el sleeping bag para caer en los brazos del maldito Morfeo, no sin antes saludar al pequeño Basilio, un pequeño cobaya histérico que me odia a muerte.

¿Cómo puede caber tanto odio en un cuerpecillo tan pequeño?

En fin, dice que me odia (Porque el cobaya habla, lo juro) porque me parezco al Che Guevara.

Madrugada... me colocó los audífonos y caigo profundamente dormido, no escucho cuando Kathrina se va a trabajar.

miércoles, 7 de enero de 2009

Las crónicas anacrónicas del niño zombie

En donde los caniches pastan descalzos (emotividad en papel bond)

Hay nubes que dejan de ser intocables y se ponen a putear con los monumentos. Hay monumentos que dejan de putear y se vuelven intocables como tú (Ausencia) en este momento.

Los días se extinguen muy rápido y a cada hora que se marcha voy dando un paso más hacia el sur, a esa ciudad tan malditoempalagante a la que me han presentado como hogar.

Pero de eso, aún tengo mis dudas aunque digan que soy necio, que soy puros cuentos y que me hago del rogar.

Cretinos…

(Pienso).

No tengo ilusiones mayúsculas, quiero verdades desnudas, no quiero un coche de lujo ni ascender y ascender hasta caminar con los pies hinchados de tanta altura. Quiero aprender a sonreír como lo hacen los analfabetas, escribir cartas que se pierdan on the road, aprender a cocinar y tallar el nombre de alguna fulana en el herrumbre albino de mis palabras.

(Silencio).

Siempre que vengo a este lugar descalzo, el viento frío me muerde los labios, me da esa tremenda sed que no se quita con miel y vinagre.

¡Atizapán!

¡Hueles a tiempo!

Aún recuerdo caminar en este bosque en otro contexto, en otro momento, pero siempre, siempre… contento.

Los Pompis ladran histéricos y parecen tan lejanos, tan profanos…

(Lapso perdido entre nubes y fuego prendiendo un cigarrillo).

Comienzo a pensar demasiado y a recordar de más, se me ocurren tantas historias que no profundizo en ninguna por temor a no distinguir la realidad.

Al menos lo suficiente.

¡Sólo quiero escribir una carta que no parezca membrecía de hipocresía!

Pero me doy cuenta que si escribo pura mentira sería escribir la verdad de mi vida.

No entiendo querida Ausente cómo es que sigues desaparecida teniendo yo tanta argucia para adornar nuestras vidas.

Viento…

A veces parece que el cielo disfruta la monotonía de verse reflejado en el cristal de los coches esperando desnudar su cuerpo de estrellas muy entrada la noche.

El sopor de esta tierra, a esta hora del día, es tan ameno como la farlopa en romería de venas y neuronas. Me siento tan bien y quisiera sentirme peor, quisiera morir de puros achaques y poder descansar y ser el alimento de los agrestes caniches que viven ocultos en este colonizado bosque de fetiches.

(Sonido de rana… el celular vibra)

Baquente, querido Baquente, he recibido tu llamado en parábolas binarias, no temas, ahora voy a tu lado a destrozarme el hígado con tus excéntricos tragos de mala muerte.