sábado, 30 de mayo de 2009

Todos menos tú




Todos, todos...

Labios de Sangre

Anteriormente en el Blog de Recapitulación de tiempos separados...






De una noche en los sueños

Milan me apretaba muy fuerte y sus uñas se enterraban en mis mejillas dejándome un surco de ardor muy incitante.

Me curaba las heridas con su lengua mientras emitía ligeros gruñidos lamía mis mentón con desesperación y yo sólo alcanzaba a mezclar mis dedos en sus cabellos cortos y sedosos.

El olor que emana de Milan cuando está excitada es peculiarmente dulzón. Sudor azucarado que emana de todas las partes de su cuerpo repleto de sangre.

Estábamos en esa vieja habitación a la que sólo vamos cuando caminamos en sueños.

Tenía la pequeña falda azul muy por arriba de sus piernas y me mordisqueaba los labios mientras me decía que me quitara la ropa.

-Quítamela tú…

Le dije con una voz aguardentosa.

Ella me tomó de los cabellos y me aventó hacia la cama. El dolor me había atravesado el cuerpo pero era una sensación completamente nueva y excitante.

Estaba tumbado sobre la cama y veía como comenzaba a tocarse la cintura y subía hasta sus pechos trazando un camino de deseo.

Me agarró la erección sobre los pantalones y me apretó los suficientemente fuerte para hacerme emitir un pequeño grito y luego metió sus dedos en mi boca.

Su rostro era intermitente, cambiaba de color y sudaba ligeramente.

Colocó sus manos sobre mi camisa y la arrancó sin ningún reparo reventándome al menos un par de botones.
Comenzó a rasguñarme el pecho y comenzó a ronronear como gatita mientras entrecerraba los ojos y se mordía los labios.

Yo me estremecía de dolor que producía excitación y sentía que el pene se me llenaba de sangre y trataba de reventar mi cremallera.

Se reclinó hacia mí y me comenzó a besar muy fuerte. Me jalaba los cabellos y seguía rasguñándome el pecho.

Su lengua se metía como serpiente dentro de mi boca.

Gruñía muy excitada y sus pezones se marcaban fuertemente sobre su blusa celeste.

Me bajó los pantalones y os interiores con un movimiento rápido y diestro. Dejó al descubierto esa encarnación rosada y palpitante que pedía a gritos escurrirse en el cuerpo de mi amada.

La tomó con sus pequeñas manos y lo jaló violentamente para colocarlo en su boca, comenzó a succionar vorazmente tratando de arrancarlo mientras sus manos recorrían gran parte de mis muslos escribiendo palabras de deseo con sus uñas sobre mi piel pálida.

Sacaba la lengua y lo paladeaba de principio a fin y de cuando en cuando me regalaba unas miradillas
excitadas que hacían que se me enchinara la piel.

Me mordió fuertemente y me hizo saltar sobre la cama. Estaba sentado frente a ella con todo el cuerpo electrizado y me di cuenta que ella aún tenía la ropa.

¡Eso no era posible!

Me abalancé sobre ella chocando fuertemente nuestros labios y le apreté fuertemente las caderas hermosas.

Acariciaba sus piernas debajo de su pequeña falda.

-¡Más!

Me pedía más con una voz perdida por el deseo, con los ojos entrecerrados.

Le quité la blusa, no llevaba sostén.

Esos hermosos senos pálidos e hinchados florecían invitándome a llevármelos a la boca. Probé el sabor de su
piel con peculiar ansiedad y ella seguía ronroneando como gatita

Mientras se apretaba a mi cuerpo desnudo y se frotaba sobre mi miembro erguido que se friccionaba sobre su vientre.

Me mordió fuertemente los labios y de ellos manó abundante sangre que comenzó a beber con lascivia.

La sangre había brincado sobre mi pecho y se escurría lentamente.

Ella se encargó de limpiarla con la lengua mientras gemía inconsolable.

Me excitaba ver mi sangre escurriendo sobre sus labios rosa, aquellos que apenas un par de horas me decían cosas lindas de niñas hermosas.

Me aventé sobre ella y cariñosamente le jalé de los cabellos para poder besarle el cuello y dejarle unos contundentes moretones.

¡Firmas de besos bien dados!

Comenzó a emitir gritillos y a apretar las mandíbulas.

La cogí de los cabellos y la coloqué boca abajo y levanté su falda.

Tenía unas pequeñas pantaletas coloridas, pantaletas de niña que apenas cubrían sus glúteos rojizos florecientes y excitados.

Comencé a darle unas pequeñas palmaditas y veía como temblaban y se tornaban colorados y ella ahogaba sus gritos con su cabeza atrapada sobre la almohada.

Comencé a darle golpecitos con mi pene que estaba reventando.

Tomé sus pequeños interiores de niña y con un movimiento rápido los reventé y froté los girones sobre mis labios ensangrentados e hinchados.

Levanté sus caderas y entre en esa cueva completamente húmeda sintiendo un calorcillo extravagante. Me dolió mucho entrar y le dolió más a ella que gritó fuertemente sobre la almohada.

A pesar de estar empapada su vagina era muy pequeña y se vencía con la fricción de mi miembro desesperado.

Me recliné sobre ella para mordisqueare los hombros y apretar ese par de senos que colgaban sobre su pecho latigueando de un lado a otro por las contundentes embestidas sobre su cuerpo.

El sudor hacía que los labios lacerados me ardieran y eso me ponía en un constante estado de éxtasis.

De su vagina emanaba copiosamente un licor perfumado a sexo.

Con el miembro completamente empapado abría sus glúteos con las manos y me deslicé sin escalas entrando a su ano.

Me sentía completamente apretado y palpitante, a pesar del lubricante era doloroso y la fricción me lastimó el pene y comenzó a sangrar.

Ambos gritábamos de dolor y de placer.

La sangre ayudó a la lubricación.

Estaba explorando sus intestinos y ella empuñaba con furia las sábanas y ahogaba los gritos estruendosos sobre el colchón y se exprimía los senos lastimándolos tiernamente.

De pronto y de improviso se salió de mí y se retorció en la cama.

Había tenido un orgasmo.

Yo no tardaba y la levanté del cuello y comencé a estimularme sobre su boca. Ella comenzó a lamerme el pene hasta que estalló sobre su rostro y su lengua escurriendo sobre sus pechos.

Fue una cantidad considerable y se quedó empapada de ese licor blanquecino.

El cual comenzó a lamer desesperadamente.

Los dos jadeábamos acostados uno a lado del otro.

Las miradas se encontraron y sellaron esa noche con un cálido beso tierno que aún sabía a sangre.

martes, 26 de mayo de 2009

Paréntesis.

A veces como dice el viejo Sabina: Todos menos tú.
A veces como dicen los sueños de Merlina: Habrá de ver caer mi resina salina.

A veces todo, a veces tres puntos que juegan con el suspensivo.



Silencio.

Una vez más, esta noche mi santo pagano y sabino tiene la pluma y la guitarra cargadas de razón.

Las crónicas anacrónicas del niño zombie

Sucursal Gomorra



El recinto beatnik-surrealista en una tertulia improvisada con los Subterráneos e invitados.


Yo iba agarrándole la mano al joven aprendiz de fulano y el a su vez iba agarrando las manos de Nesi. Nuestras sombras se alargaban sobre el pavimento gracias a los postes de luz amarillenta que se escurría sobre la noche. Éramos como una pandilla de gatos canallas que iban en busca de aventuras gandallas entre callejones y tejas de un Comitán que ya se estaba durmiendo.

Nuestro plan original era ir al bar más cercano de casa, el tan famoso Wings y luego regresar de forma coherente y civilizada a dormir temprano para soportar el peso de una madrugada desperdiciada por el ruido asqueroso del despertador enamorado de las 5:10 de la mañana.

El joven aprendiz, llamémoslo Ábez, con esa actitud hiperactiva que sólo se compara con su lascivia comenzó a pedir un cigarro desesperadamente mientras sus ojos se iban inflando con el helio cotidiano de la adicción a la nicotina y al mambo nocturno.

Nesi, de su bolsa mágica, esa donde cabe al menos la mitad de su ropero y a veces es basurero, sacó una cajetilla de Marlboro blancos que había comprado en la tarde mientras caminábamos insolados por Guadalupe de regreso a casa.

Fue entonces que la nicotina comenzó a apaciguar las ansias extrañas y comenzaros los comentarios fermentados en negatividad.

“¡El Wings no va a estar abierto”!

Aunque trataba de ignorar esas palabras pronunciadas con tal contundencia algo en mi interior me decía que podría ser verdad, después de todo era el domingo de una ciudad que apenas está descubriendo su primera menstruación urbana.

Estaba un tanto preocupado pues la caminata me había secado el gañote y tenía más de muchasnoches sin salir de fanfarria y fanfarronería a lugar que no fuera el Timonel Bar.

¡Es un alivio poder emborracharse en un lugar en el que no tengas que servir de mesero!

Nesi y Ábez platicaban sobre algún tema cualquiera o quizá sobre la aventura de su noche anterior en Timonel cuando incitados por algún duendecillo o gusano comenzaron a entrar en un estado de perfecta lascivia que terminó con una notable y jocosa erección en los pantalones del mancebo y a una parvada de metaleros
(incluyendo a Nesi) mofándose de él por su contundente excitación.

Todo comenzó con la famosa dinámica Saboriana de cuestionamientos surrealistas que el buen Ábez respondí aunque su rostro se tiñera de todos los colores que pueda captar el ser humano.

¿Te has apareado con una gallina?

¿Te gusta el escote de Nesi?

¿Te has estimulado en un cyber café?

¿Le has dado una correcta estimulación a tu próstata?

¿Es cierto que le besaste el pene a tu mejor amigo?

¿Te gusta la pornografía?

¿Fornicarías con una niña de 5 años?

¿Te gustaría fornicar con Nesi?

¿Te gustaría un beso de ella?

Cuando el dijo que sí y Nesi respondió de igual manera ambos labios no tardaron en encontrarse en un beso tímido per con vísperas de un futuro no tan distante.

(Abucheos)

-¡No, no!

Hay que hacerlo bien.

Agarré la mano izquierda de Ábez y la puse en el seno de Nesi y la derecha sobre sus glúteos. La mano izquierda de Nesi fue a parar sobre la mejilla del mancebo y la otra sobre su cintura. Y tras instigarlos a que intentaran de nuevo, se dieron un beso más contundente con lenguas que vibraban cual colas de cascabel y emitían esos clásicos chasquidos que nacen entre dos labios que se besan y se van apasionando cada vez más.

(Glut, glut, glut, glut)

Se dieron una mirada lasciva, Ábez se sonrojó y de pronto algún otro duendecillo malvado gritó:

¡Miren, se ha puesto erecto!

Toda la cofradía de mega rudos Metaleros (que siempre van a la barra de bar y me dicen con voz aguardentosa entre blacker y heavy… “Algo de Metallica, no wey).

Comenzaron a señalarlo y a reírse estrepitosamente de la entrepierna de Ábez que ya se cubría con sus manos y con una cara hinchada por la pena.

Nesi sólo reía.

¿Se habrá puesto en la misma situación hormonal del mancebo?

Al final cerramos temprano y todos nos fuimos por nuestro lado. En una hora, la telepatía celular de Nesi comenzó a sonar. Estábamos en casa y comíamos algunos restos de comida y peleábamos con mi madre sobre sus comidas con moho.

(Bip, bip)

Era Ábez que al parecer había quedado un tanto nervioso de la entrepierna y comenzó con mensajes sugerentes ante la señorita que los leía con una sonrisa de oreja a oreja.

-¡No le voy a contestar!

Ante esa negativa, yo me ofrecí, como buen caballero a responder esas malévolas palabras cargadas y recargadas de lujuria.

-¡Te va a reconocer!

-No me va a reconocer, ya verás.

Y comenzó un intercambio de mensajes repletos de lujuria hasta que el inexperto mancebo mandó un mensaje que podría considerarse como emo y carente de todo concepto. Tanto Nesi como Yo decidimos dejar de responderle por soberana injuria a la poética pornográfica y binaria.

¡Nunca supo que era yo!

Quizá ahora lo sabe si es que está leyendo estas líneas anacrónicas vertidas en la soledad de soledades.

A la mañana siguiente, marcó a casa muy emocionado y según (que casualidad) sólo quería saludarme y enviarme palabras afectivas y poéticas.

El hideputa jamás había marcado a casa por ningún motivo y yo respondía cariacontecido al teléfono tratando de adivinar sus verdaderas intenciones.

Según él, iba a hablarle a su Liz pero la muy malvada y traidora se había ido a un rancho a vivir la vida loca.

Sexo inseguro, enervantes, alcohol y rocanrol del que hacen ahora.

(Gulp)

Entonces había decidido marcarme a mí.

En realidad quería hablar con Nesi que estaba hospedada en casa pues había venido de tierras lejanas. Muy lejanas.

Comenzó a contarme todo y Nesi lo escuchaba y reía.

-¿Está ahí?

-No, Ábez, no está, yo estoy en mi recámara y ella en la suya.

Mentí.

Siguió contando sus aventuras de mensajes extravagantes.

Nesí rió fuerte.

-¿De verdad no está ahí?

-No, no está…

Volví a mentir aguantándome la risa.

Le dije que le extendiera una cordial invitación a la mansión beatnik-surrealista de Bambino.

Al parecer era una buena idea.

Le pasé el teléfono a Nesi y comenzaron a ponerse de acuerdo para salir por la noche.

Una vez más me encontraba entre Calistos y Melibeas.

¡Vaya Celestina!

¡Vaya Cyrano!

Toda esa cursilería espesa que tengo en alguna parte de mí ser y que por otro lado es rechazada la uso para ayudar a mis colegas con sus enamorados o enamoradas según sea el caso.

Los fulanos me veían raro por ir un poco lejano y callado…

Callado.

(Tiempo de recuerdos)

La noche era un enorme murmullo lejano. Las voces distantes se perdían en el movimiento rutinario, llantas que embarraban su cuerpo sobre el pavimento.

Rodaban de prisa como de prisa ruedan mis sentimientos, mis recuerdos.

“¿Por qué no hablas?”

Me dijo alguna vez Sónica. Eres un tipo demasiado inteligente pero demasiado inseguro, sino hablas no habrá creación ni recreación en tu entorno. La idea es pensamiento, es raíz que crece en la palabra misma que después se vuelve una obra.

No te quedes sólo en la raíz del pensamiento.

¿Por qué me acordé de eso mientras caminábamos?

Sería Cristal, el hijo de Sónica que me enseñaría algo tan peculiar que cada que trato de guardarme un comentario comienzo a delirar hasta que lo expreso.

Siempre he tenido ese toque Cyranesco, siempre escribiendo cartas, enamorando con lengua ajena y luego viendo el fruto de mi creación.

Una vez conocí a una chica que mientras bebía una Cerveza y fumaba un cigarrillo cubano me dijo:

“No podemos pasarnos toda la vida así. Mejor nos escribamos cartas sin volvernos a ver. Prefiero eso a escucharte sólo asentir o reírte y decir “Divertido”.

¡Qué divertido!

Al final tuve mi catarsis.

Pero…

¡Joder!

El Wings estaba cerrado. Una malévola lona decía en letras mayúsculas para ser precisos y claros con los borrachos dominicales:

DOMINGOS CERRADO.

Fuck me two times!

Ábez me decía telodije en un tonito grotesco y acusador, pero después de todo era la verdad, me lo había advertido.

Entonces recurrimos al plan que de una u otra manera ya estaba trazado. Ir a la casa de Bambino y llevar alguna sustancia embriagante para mitigar el calor y todas las penas que nacen del amor.

Tuvimos una larga caminata hasta la tienda más cercana en donde nos abastecimos con apenas unas cuantas cebadas.

Entre Ábez y yo pusimos el líquido dorado y Nesi compró la botana.

¡Todo estaba listo para comulgar con Baco un domingo fulano!

En nuestra romería pasamos por casa de uno de los fulanillos que estaban la noche anterior en el bar con nosotros y grité su nombre.

Abrió su cortina y nos observó, lo saludamos de lejos invitándolo a la tertulia, pero el caballero decidió cerrar su cortina y apagar la luz de su habitación.

Por un momento pensamos que se había alistado para irse con nosotros pero pronto descubrimos que simplemente nos había mandado al carajo y nosotros, perdedores, seguíamos esperándolo en la puerta de su casa.

Cuando descubrimos que habíamos sido ignorados comenzamos nuestro camino a la casa de Bambino que ya estaba a unas cuantas cuadras.

Al entrar sentí la energía bohemia del recinto, como si sus paredes me hablaran y sus ecos fueran la vocecilla que empieza a hablar en susurros a mi mente cuando deja de ser consciente.

Comenzó a manar el dorado líquido y el redoble de vasos y los cigarros descalabrados en un cenicero obscenamente repleto de colillas.

Como cada noche de tertulia comenzaron a surgir las ideas y los planes y toda esa parafernalia poética y adictiva que tanto nos gusta a todos los que asistimos por ahí quitándonos esos lazos de prejuicios e incomprensión de la sociedad en general.

Ahí no tenemos que desplumarnos ni ponernos una careta.
Brindamos y brindamos y de pronto de la nada hace una aparición mística o quizá algo cercano a un delirio cósmico.

Dreadlock hace acto de presencia con un escudero que le seguía con reverencia los pasos.

Muy callado, apenas y pronunciaba monosílabos o simplemente se reía de su entorno.

Muchos incluso tenían la teoría de que era un iluminado que sólo se dedicaba a dar testimonio de nuestras mundanas payasadas.

Dreadlock con todo ese júbilo saludó a todos con palabras mágicas y lanzando bendiciones a la mano que chocaba con reverencia a la suya.

Todos guardamos reverencias y ofrecimos bebida al gurú el cuál aceptó gustoso y con cara de satisfacción y benevolencia.

En cada trago se iban desprendiendo los alfileres del corazón y una especie de psicodelia nos invadía a todos.

Nesi se veía un tanto cohibida, aburrida o quizá los alfileres de su pecho aún no acababan de caer y estaba escribiendo un cuento en su celular.

La noche se iba transformando en madrugada y mi decisión ya estaba tomada no iría a trabajar el lunes, no podría iría con tal frenesí y psicodelia que quizá llegaría a la universidad a provocar una revolución o un acto nudista.

De pronto acaba la cerveza y me veo sumergido en la carroza mística de Dreadlock, su escudero y Bambino.

¿Cómo diablos aparecimos ahí?

¿A dónde íbamos?

La respuesta es sencilla, recorríamos la ciudad oscura para comprar más líquido embriagante.

Por decisión unánime compramos dos botellas de Tiburón, unos cuantos refrescos y una cajetilla de cigarrillos.

De pronto me encuentro nuevamente en la mansión de Bambino sirviéndome el preciado aguardiente y acompañándolo de no recuerdo que refresco.

Comenzamos a hablar de todo lo que se habla cuando se quiere corregir al mundo detrás de una botella con algunos grados de alcohol y una noche que parecen todas.

¡Qué fácil es desfacer los entuertos cuando se está borracho!

Los rostros se tornaban más brillantes y sacaban luces por los ojos cuando comenzaban a hablar de las filias y las fobias que se pueden tener en un mundo colonizado por la tecnología.

¡Bendito y maldito internet!

Recuerdo que estaba pensando en los que se pasan todo el día o toda la noche frente a la computadora.

¡Recordé que yo era uno de ellos!

¡Qué miedo!

¿Llegará el día en que olvidemos lo que es hablar frente a frente con otro humano?

¿Por qué diablos pensaba en eso?

Me dirigía al baño y me encontré a Ábez y a Nesi abrazados en un pequeño pasillo.

¿Cuánto tiempo me perdí?

Hice lo que debía hacer con la precisión que no debía y a salir m encuentro en una completa penumbra y sólo logro distinguir extraños tentáculos que se mueven en la oscuridad.

¡Por Satanás!

Era como imaginarse a una de las mascotas de Lovecraft.

Pronto me di cuenta que eran ese par de tórtolos en penumbras, yo me iba a largar cuando alguin me tomó del brazo y me dijeron:

“Necesitamos un abrazo”

Les di un abrazo y sentí garras que me succionaban al abismo de un cuarto.

Borracho pero aún conservaba un poco de fuerza y nadé y nadé hasta salir a la superficie lograr llegar a la sala donde se encontraban los demás.

¡Qué miedo!

Casi me quedo sumergido en esa penumbra y en ese amasijo de pensamientos concupiscentes que sentía a mi lado.

Tuve que tomar un buen trago de Tiburón para reponerme de tan tremendo susto.

Cuando me preguntaron sobre lo que pasaba ahí, no pude responder, sólo vieron mi cara pálida y asustada y comprendieron que era algo extravagante.

La música seguía y de pronto vi a Nesi y a Ábez sentados en un sillón, de alguna u otra forma ya habían aparecido por ahí. Recuerdo que Irán me mandaba mensajillos y Cindy había mandado saludos para todos los fulanos del recinto.

Para ese entonces era difícil recordar mantener la compostura y estaba sentado en el suelo escribiendo en mi celular cuando de pronto levanto la vista y veo a Dreadlock sin pantalones y caminando como un león por toda la sala. Con misticismo y elocuencia promulgaba la libertad de los cuerpos. Decía que la ropa no debería estorbar ningún pensamiento, ningún respiro, ningún fluido.

Contorneaba la cadera y nos miraba de reojo a todos incitándonos a hacer lo mismo. Varios se quitaron las playeras y por miedo a desentonar yo también.

El gurú no estaba conforme, levantaba las manos, fruncía la cara se veía molesto.

Nos incitaba al completo nudismo y hablaba con profundidad, con magia.

Yo me negaba a quitarme los pantalones fervorosamente y de pronto el se aproximó a mí con los brazos en la cintura y con un dedo acusador me señaló y me dijo:

“Hemos leído a Kerouac”

¡Esa frase fue mágica para mí!

Comitán blues…

Y me bajé los pantalones sin quitármelos.

El gurú apagó las luces.

Nesi ya estaba completamente desnuda.

En menos de lo que trataba de comprender la escena el gurú y Ábez ya estaban enganchados a ella.

A pesar de la penumbra podía ver la transformación de Dreadlock, estaba en un estado de nirvana y su cuerpo se transformaba en un costal de lujuria pagana.

¡Qué desorden!

Yo me puse a bailar una extraña canción mientras veía la escena en un estado profundo y retrospectivo.

¡Me había olvidado de subirme los pantalones!

¡Maldito sea el exhibicionismo!

Me los acomodé bien pero por la penumbra no encontraba mi playera ni mi chaleco ni el maldito vaso de tiburón.

¡Por suerte no lo encontré jamás!

Si hubiese tomado ese vaso seguro ahora estaría en coma.

Me agradaba la idea de estar presente ante tal happening pero la situación se tornaba aburrida. Dreadlock y
Ábez rebotaban sobre el cuerpo de la dama tratando de introducir sus lenguas por lugares profanos.

Bambino hizo aparición…

Había salido y al entrar a su sala se dio cuenta de la escena tan macabra y se asombró y comenzó a hacer un baile extraño, quizá chamánico y gritaba con énfasis y emoción:

“Marqués de Sade, Marqués de Sade”

¿Cómo olvidar esas noches pasadas hablando sobre las páginas y las historias del divino marqués?

Dreadlock se levantó con un aire místico y enervante.

“¡Este licor es delicioso!”

Su cuerpo temblaba como gelatina y sus cabellos se movían de un lado a otro cual tentáculo de Davy Jones.

Ábez decía lo mismo pero en un tono más mundano.

La pareja de sodomitas me invitaban a que probara de ese cuerpo Nesiano que sucumbía ante la lujuria cual ángel de Sodoma.

Pero yo preferí quedarme de espectador.

“Catador de musas, catador de musas, no nos puedes fallar”

¡No pararon de decir eso!

Y fue tanta su insistencia que la fulana se aburrió y paró todo el acto.

¡Agradecí a Satán que todo estuviera terminando!

Dreadlock gritó:

“¡Hay que polucionar”

Polucionó.

El triunvirato se dio un abrazo jurando reencontrarse muy pronto en la última mesa del bar esquina del olvido.

Sólo quedaban sabores, recuerdos y sudores.

El acto había terminado.

Todos se vistieron con reverencia.

Nesi se vistió a medias, alguien le había robado la ropa interior como trofeo de una noche en la cual salió perdiendo el sillón, la sala y cuerpo al otro día, liándose con la resaca.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Las crónicas anacrónicas del niño zombie

¿Quieres un cigarro? (De una charla espirituosa)

II

La madrugada en algún bar de Tuxtla Gutiérrez

-¿Quieres una bebida?

La invitación no me sonó descabellada.

-Me gustaría un whisky, un whisky sin soda.

Me sonrío y pidió la bebida con un estilo único.

Realmente tenía mucha gracia corporal, quizá era bailarina o algo referente al teatro. No podía saberlo con certeza y la única manera de hacerlo era lo obvio, preguntándole, pero en ese momento me estaba quedando corto de palabras.

Realmente estaba intimidado.

¿Qué diablos estaba haciendo en una mesa ajena aceptando un trago de una chica extraña?

-No te quedes callado chico. Mejor dime por qué has venido sin séquito.

-Bueno realmente, nadie acudió a mi llamado y realmente no insistí tanto porque tenía ganas extrañas de salir solo. Mi mente está un poco aturdida el día de hoy, quería despejarme lo suficiente para poder respirar de forma eficiente.

¿Y tú?

-Casi siempre viajo sola. He venido por un movimiento en pro a la homosexualidad y derivados.

Entonces se me ocurrió que era lesbiana, de esas a las que en el “ambiente” les llaman Lipstick

Eso explicaría el peculiar encanto en sus modales y su forma de expresarse.

Me remontó a una experiencia jocosa con una Butch que llegaba al departamento que compartíamos con

Espinaca y de cómo terminó noqueando a tres pobres fulanillos que se había burlado de su corte de cabello y de su tatuaje mal hecho en su pantorrilla. El triunvirato de perdedores durmieron toda la noche con restos de cocaína cayéndole de sus narices secas por la droga.
Y de pronto me pregunté… ¿De dónde diablos sacan esos nombres tan jocosos para denominar los grados de mariconada? ¿Por qué el ser humano trata de agrupar todo en conceptos creados bajo su propia semejanza?

-¿Por qué te quedas callado?

-Perdón, es que soy muy distraído y es fácil caer en el descuido de memorias y olvidos.

-Pensé que te había molestado lo de la cuestión gay.

-No para nada, de hecho por alguna u otra razón siempre he convivido con gays.

-¿Y eso?

-Amigos, amigas, novias, amigos de las novias…

-¿Novias?

-Bueno es que todas que tampoco han sido muchas tienen esa tendencia bisexual o al menos heteroflexible.

Una risa curiosa alumbró su rostro.

-Entonces eres lesbiana…

Tomé un poco de whisky que mi garganta ya pedía casi a gritos.

-No realmente.

-¿Sólo apoyas la causa?

-Mmmmm… noooooo.

Prendí otro cigarrillo y la veía sin saber qué decir ni qué preguntar.

-Digamos que soy una chica atrapada en el cuerpo de un hombre.

Me tardé un poco en asimilar que esa chica tan simpática y femenina era un sujeto.

-¿Transexual?

-Sí.

Sorbió su bebida observándome.

-Pensé que eras una chica Lipstick

-No.

Y tú eres Buga.

-Esa palabra me desagrada, los géneros y los subgéneros sociales me causan conflictos.

-O.K.

Me presento, mi nombre es Nereida, soy una chica que nació atrapada en un cuerpo de varón.

-¡Salud!

Bebimos y fumamos mientras The Who resonaba en todo el recinto.

I was born with a plastic spoon in my mouth
The north side of my town faced east, and the east was facing south
And now you dare to look me in the eye
Those crocodile tears are what you cry
It's a genuine problem, you won't try
To work it out at all you just pass it by, pass it by.


La charla se bifurcó en mil temas relacionados con el arte, con los pasatiempos y principalmente con las parejas. Me contó que ella siempre había tenido problemas para relacionarse con alguien.

Conocía mil colchones pero ninguna caricia sincera.

Fue en el tema de parejas en donde ella floreció en palabras, entre Cosmopolitan, Lucky Strikes y una contundente manera de hablar me iba convenciendo cada vez más que en el arte de amar no era más que un pequeño que jugaba a beberse al mar.

La filosofía que me dio, es tan basta e increíble que no he podido reproducirla por acá, la teoría de la interacción entre palabras y acciones, la teoría sobre las sospechas, posesiones, celos y demás cuestiones de amor demostraban a una mujer con una sapiencia y espiritualidad muy elevada y forrada con su ropa Vuitton de Posh Spice

Le conté algunos asuntos que me preocupaban sobre mí relación y me dio la vuelta de tal manera que por un momento quise suponer que el amor es mejor cuando se vive alejado del barullo impropio del ego personal y la participación impersonal de las malas compañías.

¿A caso las malas compañías no son las mejores?

Quizá lo eran en tiempos de mi querido Sabina.

-Saqué mi celular y cigarrillo en mano envié un mensaje a Cindy con bríos renovados, no insistiría más en mensajes lúdicos que afectaran su personalidad.

No recibí respuesta pero no importaba ya.

¿Cómo es que un alma tan solitaria habla con tanta prosapia sobre las relaciones humanas?

¿Cómo es que alguien con esa filosofía tan necesaria para el amor duerme sin compañía?

Mientras hablaba el rímel se le corría y dejaba caminos negruzcos sobre sus hermosas mejillas.

Nereida es diseñadora de modas, fotógrafa para una revista muy famosa y propietaria de un despacho de diseño de imagen y coautora de un libro de poemas escritos por prostitutas de la frontera norte.

¡Es hermosa!

Pero lleva entre sus piernas el estigma de su propia naturaleza.

Prendió un cigarrillo y lo caló con soberbia.

-El problema es darle un uso erróneo a las palabras…

Denigrarlas, malograrlas, engañarlas, callarlas, desgastarlas.

Comencé sin saber por qué a relatarle una historia extraña y peculiar, en el cuál las palabras son juez y parte de suspiros y lágrimas.

Quizá es que estoy muy acostumbrado a la polémica y no encontrar nunca contradicción me reverbera en los huesos.

Poco a poco comprendo las palabras de Merlina que me regaló una noche de abril sentados en el parque y que ya me había recalcado antes en algunas de sus numerosas cartas.

Me dijo algo sobre mí, que ya sabía pero que no quería reconocer y que ahora veo tan claro como el reflejo de un espejo.

El camino del crecimiento personal va inmerso en eso…

Reflejos.

Se me vino a la mente la historia del aquel espejo humeante que le hizo ver los defectos al gran Quetzalcoatl y este huyó de sí mismo, aterrado al verse humanizado.

¡Qué tétrico!

¡Qué asimétrico!

Vi los ojos de Nereida y me perdí en ellos, hablaba con tal seguridad sobre temas tan fulanos pero que encajaban por completo en lo que podría llamar mi momento de verdad.

Mi be here now.

El whisky me acariciaba el cuerpo y se escurría por mis piernas que hormigueaban y sucumbían a su aliento.

Nereida seguía llorando.

Habrían pasado varios minutos, quizá un par de horas.

Le tomé la mano y le di un beso.

-Estás borracha.

Le ayudé a levantarse y a bajarle el vestido que se había levantado más de la cuenta, tomé su bolsa y salimos a la calle.

Era increíble pues a pesar de no poderse mantener en pie caminaba con toda gracia.

“Perder el estilo con estilo”.

Hacía de su estado etílico el mejor de los histrionismos.

Me dirigí al bulevar a buscar un taxi. Ella me dijo al oído que se hospedaba en el Camino Real.

-Acompáñame…

Me dijo mientras se acomodaba los cabellos sobre sus orejas.

Le tomé las mejillas y le dije:

-No puedo, porque ya va a salir el sol y se me derriten las ideas.

Ser rió expresivamente.
Sacó de su bolsa algo que parecía un pañuelo y me lo puso en la mano.

-Cuídate y cuida a Deliciosa (asi le dije que se llamaba mi novia).

Me dio un beso en la frente y se subió al taxi.

El taxista tenía una cara de extrema lascivia si supiera que esa bella y encantadora dama tenía entre la entrepierna lo mismo que tenía él y que en ese momento seguramente ya se le abultaba.

El taxi se fue en la dirección correcta, su hotel no estaba tan lejos y ella sabría defenderse bien de los piropos mancebos del caballero ruletero.

Vi el paño que me dio y no era un pañuelo. Era una pequeña tanga blanca que tenía escrito en labial:

“Gracias por no haberme tenido miedo”

Y más abajo y en pequeño.

“Es parte de mis diseños, no te asustes, es nueva”

Seguramente lo había escrito en alguna visita al baño.

Su prenda olía a perfume.

De pronto recordé que había olvidado pediré un último cigarro.

¡Me lleva el diablo!

Caminé de vuelta a mi hotel, huyendo del sol que estaba tan sólo a unos pasos de mis pasos.




lunes, 18 de mayo de 2009

Breves relatos de Malerige







Una tarde en mi buzón me encontré con la nocticia de que había algo para el abajo firmante.
Era un bello encuadernado con un manuscrito que narraba la historia de una pregunta, una respusta y una afirmación de un jueves de penumbras.
Gracias por el tiempo invertido y por averiguar el código postal de este fulano.
D.

domingo, 17 de mayo de 2009

Las crónicas anacrónicas del niño zombie

¿Quieres un cigarro? (De una charla espirituosa)

I

La madrugada en algún bar de Tuxtla Gutiérrez

Sofocante y húmedo, inmerso entre tanto barullo y cuerpos que se escurrían entre sus parejas haciendo del baile una lenta extensión de la lucha de cama, buscaba entre la marea de cuerpos casi desnudos y bañados en sudor alguien que pudiera compartir conmigo un cigarrillo.

Por más que buscaba no veía a alguien con una cajetilla sobre la mesa.

El calor me tenía un poco aturdido.

Una chica se subía la minifalda negra y entregaba su cuerpo de vampira a su compañero que le moldeaba las caderas y las piernas y sumergía su rostro en la marea capilar de un rojo satinado y lustroso.

A mi lado reposaban un par de damas que se besaban con la pasión que sólo las mujeres enamoradas saben retocar sin make up a la perfección.

Una era trigueña con unos rizos pajizos que le bañaban los hombros desnudos. Vestía de blanco y no tenía pudor en mostrar su cuerpo bajo la transparencia de su manta ebria en transpiración de dama.

Tomaba el whisky cual el mejor de los rudos.

La otra estaba vestida de riguroso negro, con botas que le cubrían hasta las rodillas y un extraño tatuaje en el brazo izquierdo. Llevaba el largo cabello negroazulado suelto como un velo que le cubría lo que no alcanzaba a ocultar su vestido.

En el tiempo que estuve en la búsqueda de nicotina, las meninas mandaron a volar a más de 10 mancebos de ánimo varonil y palpitante.

¡Impresionante!

La telepatía celular hizo su algarabía telepática y lo revisé pensando que sería Cindy respondiendo a mi pregunta macabra sobre una sesión de palabras lúdicas que estimularan nuestra imaginación a distancia.

No era.

En realidad se trataba de la señorita Irán que decía que lloraba y lloraba por ver películas de esas que aflojaban el alma.

Compañera de soledad compartida…

Le respondí haciéndole ver que pese a su estado de nostalgia uno podía en peores estados de desolación.

¡Y vaya que no me rindo tan fácil al drama!

Un caballero a mi lado sacó de las pastillas del peace and love y se las pasó de un beso a su dama.

Aún recuerdo las tertulias en casa con Espinaca, cuando hacían un círculo sobre la sala desnuda y se pasaban
la pastilla de lengua en lengua, chico y chica, chico y chico, chica y chica… hasta que todos tenían la lengua azulada y la sonrisa pintada.

El soundtrack de esas noches interminable eran discos de Astrix, Skazi, Sesto Sento y más y más.

Era tan divertido que siempre me sentía como en una sucursal del Frisco 65 en Tuxtla dos mil y no me acuerdo.

Una noche encontré en mi cuarto a un par de mundanas blandiendo sus cuerpos sobre un pobre fulano que ya parecía desmayado.

Con un conpermiso entré a buscar mis zapatos y salí sólo para encontrarme escenas aún más psicodélicas.

Y yo, bendita sea mi carrera… haciendo tarea.

Pero antes de que me salga más del tema, retomemos mi problema en medio de la pandemia de lascivia y ausencia de nicotina.

Le había dicho cuán perdedor estaba esa noche a la compañera de soledad doña Irán y ella en compensación me regaló un poema muy divertido y creativo.

Y yo esperando la respuesta de Cindy y teniendo la callada por respuesta se me vino una letra del maestro

Krahe a la cual adecué a mi situación de fantoche…


“Y yo que fui a rondarle la otra noche a Cindy
la bella, la tortolilla
había ido a escribir con otro por ahí

y yo con mi mensaje lascivo
como un gilipollas, madre
y yo con mi mensaje lascivo
como un gilipo po po po po pollaaaas…”



Un chico me preguntó al oído que si era de “ambiente” y le dije que no, que ya había dejado ese vicio junto con el de joderme a los niños en el cementerio. Mi respuesta un tanto sarcástica hizo que recordara que debía ir a molestar a mi madre que dormía como santa en el cuarto de hotel.

La amable mesera que me había proporcionado una cerveza a la entrada se me aproximó y me preguntó si quería algo más.

-¿Tienes un cigarro?

-Nooooooooo, voy a buscarte uno.

-Por lo pronto otra cerveza.

La pelirroja un par de minutos después me llevó el líquido pero no el tabaco.

¡Infame!

Al menos me invitó la cerveza y una estampilla chistosa de calaveras.

Pusieron una canción de MGMT y los moradores de la bohemia gritaron y se pusieron a bailar con ímpetu.

¡No sabía que tuvieran tantos adeptos!

Una graciosa lluvia de condones cayó sobre nosotros.

Seguro que mucho de por ahí hicieron un uso pertinente de ellos saliendo del bar o incluso, en él.

El calor me debilitaba por más tragos fríos de cerveza que me tomaba.

Lizbeth me mandó un mensaje telepáticocelular para recordarme lo cerdo que era y que para decirme que mi mentirosa calavera debería plañir por toda una eternidad incrustada en las gónadas de Satanás.

Qué bonito… pero ¿y el cigarrillo?

Una fulanilla se aproximó para preguntarme si me conocía…

¡¿Cómo diablos iba a saber si me conocía?!

Le dije que tal vez me había visto en algún comercial de los más buscados por la CIA.

Nuevamente mis respuestas mamarrachas alejaron a la inoportuna compañía, la fulanilla llevó sus amplias carnes a las chicas que se besaban a mi lado y también ellas la mandaron al carajo.

Quizá era una iniciada y su pregunta trascendía más allá de nuestros límites humanos.

“¿Te conozco?”

God save the queen!!!

Ni María Sabina y su familia de setas.

Por los altavoces sonaba Money for nothing de Dire Straits y mi vejiga debía expulsar todo el líquido que mi garganta había deglutido con rabia.

En el baño se escuchaban uno sonidos extraños con voces de fulanos. Supuse que un par de caballeros hacían libre uso de sus pocos agujeros.

El calor me desesperaba más y estaba cansado, afortunadamente encontré una mesa aún con restos de bebidas pero vacía. Sin pensarlo fui a acomodarme en ella recargándome cómodamente sobre la silla.

Comencé a escribir un mensaje de texto cuando una mano se posó sobre mi hombro y al voltear la cabeza veo frente a mí a una chica de cabellos lacios y negros, ojos turquesa, pálida como la nieve y vestida a lo Posh Spice.

Con una voz misteriosa me dijo:

-Hola

-Hola

-Esta mesa está ocupada

-Perdón, pensé que ya estaba libre.

Me estaba levantando con la cara llena de filigrana rojiza cuando sonriente se sentó y me dijo:

-No hay problema, ¿vienes con amigos, amigas, la novia?

-Mis amigos, cuidan a sus hijos, mis amigas se cuidan de no tenerlos y la novia está un poco lejos.

-Vienes solo…

-Ni tan solo, traigo esto...

Le enseñé el celular.

Rió.

-Es una gran ayuda esa cosita, te saca de muchos apuros.

-Seguro.

Ya estaba parado, le pedí una disculpa y le dije que ya me iba.

-No, espérate. A mí me dejaron sola, siéntate, acompáñame diez minutos en lo que termino mi Cosmo…

Ahí caí en cuenta que no fui perspicaz al fijarme en la mesa.

¿Quieres un cigarrillo?

De su bolsa Vuitton sacó una cajetilla cuasi llena de cigarrillos.

-¡Siempre!

Sacó uno para ella y uno para mí.

La noche con nicotina comenzaba a ser más noche buena que la noche buena.

(Continua parte II)

viernes, 15 de mayo de 2009

De los cuentos de un niño que quería ser poeta (moscas y arañas)

Cuando era pequeño tenía el don de hablar con las moscas, se arremolinaban frente a mí y me coronaban la cabeza con sus cuerpos repletos de estiércol. Con ellas tuve el primer contacto con la muerte y la resurrección de los muertos.

¡Las moscas reviven con ceniza!

Se pasan su corta vida vagabundeando en estiércol y comida, saben más de la vida que los viejos poetas que dicen escribir poesía.

Cuando era pequeño quería casarme con una mosca y vivir enamorado una semana con ella que perder toda una vida enamorando a las divas que calzan huesos.

Las moscas son fieles, humanitarias, sensuales, extravagantes y su personalidad atrae sólo a las almas similares.

Depositaban larvas en mis cabellos que se transformaban en hadas que zumbaban mientras dormía. El zumbido de una mosca era una caja de secretos melódica que sabía encontrar las palabras idóneas para estimular los cuentos que quería contar, pero no podía.

¿Cómo se cuenta un cuento cuando no se sabe hablar y la escritura está limitada por los signos de toda una vida?

La infancia que me acompañó fue solitaria.

Únicamente tenía moscas e imaginación para combatir toda esa monotonía.

Fui creciendo y poco a poco olvidé el lenguaje de mis amadas, me transformé en lo que no quería y ahora, de viejo, comienzo a escuchar palabras perdidas que flotan en el ambiente de la madrugada.

Son como baladas, tristes, oscuras y poéticas.

No son las moscas, son las arañas.

Pero desde niño les he tenido mucho miedo, porque las veía devorarse una a una a todas mis amigas.

Se comían a las moscas y sólo dejaban una costra reseca que no tenía vida y que por más que le vertía la ceniza del cigarrillo de mi madre, ya no volvían.

¿Será que las arañas se devoran las almas de sus presas?

Fue entonces que decidí comérmelas de la misma forma despiadada en que ellas se comían a mis maestros insectos.

¡Quería recuperar sus almas!

Pero la sangre de las arañas se convirtió en mi sangre y con el paso del tiempo me fui volviendo parte de ese reino de sed y hambre.

Ahora, poco a poco voy entendiendo las palabras que murmuran las arañas en medio de sus telas.

¡Me da miedo pensar en cualquiera de ellas!

Ayer por la tarde una mosca se posó en la mesa y yo simulando ser el que era le tendí una trampa para devorar sin culpa sus carnes de reina.

Cuando era pequeño sabía cuidarme de las damas de ocho patas.

jueves, 14 de mayo de 2009

Las piernas más blancas que jamás vi sobre mis sábanas

Y yo que me pasaba hasta las tantas de la noche pensando en lo que se escondía debajo de su falda. Me quedé anonadado y simplón al ver las piernas más blancas que jamás vi sobre mis sábanas.

El resto del cuerpo tenía un colorcillo pálido con un ligero brillo magenta que difuminaba las formas esbeltas de mujer desenvuelta.

Pero las piernas…

¡Hablemos de las piernas!

Fanáticamente suaves, dedos sonrosados, uñas perfectas y cristalinas. Se movían sobre la cama haciendo piruetas muy parecidas al movimiento de las sirenas cuando hacen el amor con las ballenas.

Se perdían en la blancura de mis sábanas y se escurrían entre mis dedos mientras su boca entonaba alguna melodía intoxicada.

La dama humedecía mi cuerpo con el suyo que era tan puro como el aire que lamía nuestros murmullos.

Por la mañana, la pequeña dama se fundió con un rayo de sol y desapareció dejándome desnudo sobre la cama.

sábado, 9 de mayo de 2009

Enfermo de la enfermedad

Atisbo entre mis años y mis achaques que ha llegado el tiempo de pretender enamorarme de esos dolores de rodilla por las noches frías, de los reumas, de los traumas, del extravío ante los ordenadores y sus múltiples funciones.

El minutero va delante por un pelo y por más que intento atraparlo me quedo fatigado entre su fuerza de guerrero y mi ímpetu gamberro.

En vino vierto mi desatino y en letras todas mis vivencias.
Siempre discretas para evitar el exceso de cotilleo de las almas indiscretas.

Llevo la vida de un perdedor, no uno bueno, pero nunca me ha gustado ser el mejor

¡Qué días aquellos cuando aún tenía guardadas mis esperanzas!

Quisiera sólo saber, al menos…

¿Qué diablos tengo que hacer en un mundo que no quiero?

Mejor estiro los pies y con la copa en la mano y el valor de fulano me digo:

¡Todo está bien!

(Segundos de reflexión con las pestañas arqueadas)

¡Aún tienes tus veintitantos!

Si volviera a nacer, pensaría dos veces el hecho de crecer, quizá me quedaría como niño para siempre y, lo juro por lo jurable… me quitaría lo curioso y me alejaría de los libros que tanto mal le hacen a los que son susceptibles a enfermar de la enfermedad del enfermo de vida.

El amor