martes, 28 de julio de 2009

El extraño que entraba por la ventana



Antes de dormir le gustaba ver pornografía mientras apretaba sus muslos bajo su falda imaginando que era ella quien estaba desnuda con la lengua enrollada en la monstruosa erección de un cualquiera.

Aún no había probado la diferencia entre su almohada y una mano fulana que le robara con maestría algunos gritos bajo sus sábanas.

Cada noche soñaba que algún desconocido entraba por la ventana y la veía tendida sobre su cama con las piernas abiertas y los senos desnudos floreciendo con la caricia de la luna. Se desvestía y sin más preguntas comenzaba a recorrer su lengua sobre su cuerpo. Comenzaba a destrozar sus piernas con rasguños y las abría con una urgencia más cruel que la suya.

Fuego rígido penetraba en ella y su vientre se volvía mares que escurrían sobre sus piernas. Sus sábanas se tornaban rojas y sus uñas abrían agujeros en su colchón tratando de desviar esa extraña sensación que electrizaba su piel.

Imaginaba que el extraño de la ventana le mordía el cuello mientras navegaba en sus aguas vírgenes y le desgarraba una infancia perdida antes de tiempo.

Mientras dejaba volar la imaginación deslizaba sus bragas empapadas lentamente sobre sus piernas y las depositaba a un lado de su almohada. Su mano comenzaba a sumergirse en su vientre.

El extraño la tomaba del cabello y la acomodaba de manera que su cara quedaba aplastada sobre su almohada y le levantaba las caderas para volver a entrar en ella sin el mínimo recato que se merecen las doncellas.

Ligeros gemidos brotaban de sus labios de niña y sus senos parecían pequeños globillos a punto de estallar.

La imaginación le tendía trampas que acalambraban a su cuerpo y le inyectaban una energía extraña que aún no entendía del todo.

Colocaba sus dedos sobre sus labios imaginando la felación y sus piernas se arrastraban sobre su colchón buscando alivio a esa emoción que la trastornaba.

Trataba de silenciar sus ruidos de cama para no despertar a sus padres, para no alarmar a su hermana pero las emociones la traicionaban.

Cogió el envase de perfume que tenía bajo su almohada y con pasión lo introdujo entre sus piernas. El frío del cristal sobre el ardiente mar provocó una explosión instantánea que estalló por todo su cuerpo.

Las pupilas se dilataron, los senos estallaron, la espalda se arqueo y su garganta hizo lo posible para suprimir un aullido y sus sábanas quedaron empapadas del líquido del deseo.

Débil y desnuda imaginaba al extraño salirse por la ventana con el cuerpo radiante en esquirlas salinas.

Guardó nuevamente el envase que usaba para esas labores de dama y sin preocuparse de nada más cogió a su peluche y se durmió en medio de la madrugada.

sábado, 25 de julio de 2009

Fantasmas


Me gusta tomar cerveza helada y hablar sobre la atorrancia. Me gusta el olor de la madrugada y el fulgor arrebolado del atardecer.

Me gusta escribir y desnudar mis letras a los ojos ávidos de palabras.

Libros, pinturas, juguetes, viajes, bares, música… los fantasmas.

Hace 10 años comencé escribiendo cuentos sobre espectros y seres anormales. Los espíritus que habitaban en la casa vieja en el centro de Comitán me educaron de manera indirecta y me hicieron más sensible al tema.

Moraban en las habitaciones, en la vieja bodega, en los zaguanes, sobre las pilas de leña y algunos deambulaban por el sitio. Esos eran los peores. Eran feos y tenían la pinta de vagabundos y no hacían más que estar echados sobre el monte lanzando groserías cuando pasaba por ahí.

Si iba acompañado no podía verlos sólo sentirlos y por la noche no podía salir solo al baño porque de alguna manera se transfiguraban en algo horrible que aún no puedo describir con precisión. Nunca los vi a luz de luna, pero de alguna manera sabía que se transformaban en algo que no era bueno. El sólo hecho de pararme a unos metros de la puerta que daba al sitio me hacía sentir mareos y las piernas comenzaban a temblarme.

Es como saber que en la habitación de al lado está un asesino con un puñal afilado esperando a que entres para hacerte pedazos.

Los otros ni eran buenos ni malos, simplemente vivían con nosotros en una vida paralela que hasta ahora voy asimilando. Solamente supe el nombre de uno de ellos. Era viejo y tenía la mirada penetrante y las vestimentas elegantes.

Apolinar San Cristóbal.

Don Apolinar siempre salía temprano a la calle y regresaba exactamente a las seis menos cuarto de la tarde. Su paso siempre era apresurado. Se metía a la bodega y no salía hasta el día siguiente.

Todos eran hermosos y las mujeres muy robustas y con pinta de extranjeras.

Los niños se escondían detrás de los pilares cuando pasaba cerca de ellos y algunos hacían su guarida en un estante apolillado donde mi abuela guardaba revistas y periódicos viejos.

Siempre creí que era parte de mi imaginación o por las historias que me contaban pero eran reales.

Las casas de mis compañeros también tenían fantasmas pero no sentía nada peculiar con ellos. Una vez vi a la madre de un amigo asomándose por su habitación para vernos. Hacíamos tarea en equipo y yo estaba recostado en su cama leyendo un libro.

Apareció con una sonrisa tímida, vio con ternura a su hijo y se fue. No reparó en nadie más.

Ella había muerto un par de años atrás.

Nunca se lo dije a nadie.

Dentro de esta casa no hay fantasmas y en las calles sólo hay pasos. En la esquina hay un crucifijo viejo que pusieron los vecinos muchos años atrás para protegerse de los espectros.

El único contacto que he tenido es con mi abuela y ha sido solamente una vez:

Yo estaba en mi habitación de madrugada y ella había muerto 6 meses atrás. Comenzó a llamarme y con paso presuroso fui a su habitación, ella estaba sentada en el sillón de siempre y con un suéter verde que usaba a menudo. Cuando me vio extendió sus brazos y comenzó a reír. Corrí a abrazarla. Estando aferrado a ella me dijo que no me preocupara que ella estaba bien con el abuelo y con los demás. Que nunca tuviera miedo y que no volvería más para no asustarme.

Después de ese encuentro me sentí más tranquilo pero efectivamente ella no ha vuelto.

Por su habitación siento pasos y presencias pero se van muy rápido.

¿Será que ella los aleja?

Sólo hay arañas, malévolas arañas.

Me gustan los fantasmas y hace mucho que no veo a ninguno.

¿Aún vivirá en la casa vieja Don Apolinar?

Debo volver allí y saber si aún puedo caminar con los muertos.

viernes, 24 de julio de 2009

Upskirt



Cuando era pequeño y la clase se tornaba aburrida tiraba mi lápiz al suelo y al recogerlo aprovechaba para ver qué escondían las niñas bajo sus faldas y siempre me encontraba con respuestas muy gratas. Algunas se percataban de mis intenciones y no hacían nada. Les daba morbo ser observadas. Algunas otras abrían las
piernas de forma descarada.

Lástima que eran las más feas.

Ahora las veo por allí muy cambiadas y convertidas en damas profesionistas, de empleadas en algún supermercado o casadas con algún fulano que para variar iba en nuestro salón en la primaria.

Al verlas me dan ganas de volver a ver lo que esconden bajo sus faldas y volver a caer en el voyeur que tanto me entretenía en la infancia.

Bajo las faldas se esconde un mundo lleno de emociones, aventuras mundanas, encajes pertinentes, colores que incitan a la vista, secretos que las damas no comparten con todas las miradas.

Bajo las faldas hay fuego que no se extingue con nieve.

Roces de muslos, caricia de viento, miradas apasionadas y acceso sin cuota textil a las manos que saben sortear el camino de pierna bajo la falda.

La más timorata se vuelve una fierecilla si se enfunda una falda y sale a los callejones en tacones con la mirada pintada de gata.

No hay nada mejor que husmear bajo las faldas de una dama con bragas de niña.
Cuando era pequeño y estaba en el suelo bajo las piernas de una niña no sabía por qué me gustaba tanto ver lo que veía.

Los tiempos pretéritos siempre son los mejores.

miércoles, 22 de julio de 2009

La vecina al otro lado de la ventana

Era la vecina de cuyo nombre no puedo acordarme. Tenía los ojos negros y su mirada se parecía al café que toman los sonámbulos por la madrugada.

El cabello tan oscuro como kilométrico se le escurría por los hombros trigueños.

Tenía 25 y estaba atrapada en un cuerpo de adolescente desarrollada.

Tenía la pinta de filósofa. Estudió un tiempo música en el conservatorio de Jalapa y se dedicaba a vender artilugios de esoterismo a unos pasos del edificio.

La veía todas las noches desde mi ventana.

Escribía por horas y a veces quemaba las hojas que no le parecían. Tocaba el oboe por un tiempo más allá de lo razonable. A veces lo tocaba fuera de su ventana y escandalizaba a las viejas horribles que vivían husmeando entre sus persianas.

Las mismas que me consideraban un vago horrible y degenerado tan sólo por la pinta de desarrapado.

Ambos carecíamos de cortinas. A veces ella se olvidaba y se desnudaba frente a mí y yo a veces me olvidaba y me cambiaba frente a su ventana.

Nos llevábamos bien con nuestra amistad sugerida, sin palabras. Ambos hacíamos lo posible para llamar la atención del otro y sólo una vez nos presentamos. Cuando nos sorprendió un terremoto y salimos a los pasillos por si el edificio se derrumbaba. Platicamos sobre nuestras filias y reímos de nuestras fobias.

Al otro día la timidez nos cubrió nuevamente la cara y apenas y nos saludamos.

Así pasaron los meses hasta que ambos tuvimos parejas y “las parejas” se molestaban de aquel fulano extraño que se paseaba en mangas de camisa por la madrugada escuchando música de mierda y de aquella “Putita” que se pasaba las horas escribiendo sin ropa.

Llegó el día en que debía mudarme. Mientras sacaba mis cosas ella estaba sentada con su novio en la puerta de su departamento acariciando a un perro sin pelo. En un descuido me entregó una hoja doblada con inusitada delicadeza.

El tiempo en ese edificio terminó y cuando cerré definitivamente la puerta ella estaba tocando su instrumento y su novio hablaba por teléfono en la ventana y aventaba la ceniza de su cigarrillo al viento.

Quise tocar y despedirme pero no pude.

¡Perdedor!

En la puerta del nuevo edificio estaba Nimbus un tanto alterada. Subimos al segundo piso, al nuevo departamento.

¡Que maravilloso!

Me encerré en el baño, prendí un cigarro y abrí la hoja.

La letra era muy bonita y la tinta olía a frambuesa:

Amigo que vive frente a mi ventana…

Sé que te irás sin decirme nada. Sé que te irás sin saber que tocaba el oboe especialmente para ti desde mi ventana. Por eso te entrego esta carta, ven a verme antes de que te vayas, dame una señal para saber si hay algo más que tus miradas emocionadas.
Si te vas sin decirme nada, sabré entender y te deseo lo mejor y te dedico la mejor de mis palabras.

Amigo de ventana compartida.

(Su nombre)

Cuando salí del baño un poco aturdido vi a Nimbus clavando una cortina en la ventana.

miércoles, 15 de julio de 2009

Esto no es un melodrama

Teniendo solamente un libro con las solapas desgastadas y un título añejo el emisario de la nada se embarcó hacia su próximo reto. Enfundado en un par de botas de serpiente y un chaleco negro con la imagen de una calavera en la espalda se sentía el sicario que los malditos estaban buscando.

Émulo de cincuenta y muchos con los bigotes cubiertos de vino reseco y la piel maltratada por las arrugas de una vida compartida con Miseria. Tenía toda una muerte por delante y una vida que dejaba olvidada en las cantinas del viejo pueblo.

Caminaba sin mirar por dónde ponía los pies y repetía las viejas canciones mexicanas que escuchaba en los bares de Tijuana.

-Camino y camino y nada…

El sol le acariciaba la cabeza maltratada y la arena le escurría tiempo entre sus botas gastadas.

-Camino y camino y veo a las hadas disecadas.

Tenía por destino el camino a la nada.

Cuando llegó allí colgó una soga del árbol más hermoso y se colgó temeroso.

Los cuervos devoraron ese cuerpo viejo que no sabía a nada.

martes, 14 de julio de 2009

Insana

Tenía fama de comemierda pero no me importó. Siempre me han gustado las personalidades que no se apegan a las manualidades de un mundo propenso a los eufemismos sociales.

Fuimos a beber cerveza en una esquina muy cerca de su casa y mi mano un tanto borracha buscó apoyarse sobre las piernas largas ocultas por una falda de manta bordada con cucarachas.

La palma de su mano derecha se estampó con sorna y gracia sobre mi estampa de galán y sus labios se incrustaron en los míos con un fervor seguramente provocado por el alcohol.

Su lengua sabía a lo que huelen los ceniceros mezclados con cerveza y chicles de menta. Su rostro olía a perfume de niña y sus cabellos a jabón con un poco de sudor.

De su bolso sacó una servilleta y me apuntó su nombre con un rímel que apenas logró su misión.

-Antes de buscar bajo suerte las bragas harías bien en preguntar el nombre de quien embriagas.

Se bajó tambaleando a vomitar toda mi inversión de la noche.

Jamás pensé que tuviera un nombre tan peculiar dentro de lo vulgar.

lunes, 13 de julio de 2009

El cuplé del celoso

Con tanto cariño que le tenía le quité las piernas para que no se fuera a buscar caricias con otros enamorados.

Aunque no pueda caminar, aunque no vaya al mercado.
Yo lo que quiero es tenerla a mi lado.

Con tanto amor que le tenía le arranqué los brazos para que no fuera a abrazar y darle un chupetón al pirata guapetón .

Aunque no me prepare el desayuno, aunque no me vuelva a preparar camarón.
Yo lo que quiero es tenerla a mi lado.

Con tanta devoción que le tenía le quité el corazón para que no lo tirara con cualquiera que no fuera yo.

Aunque no sea más que un cuerpo inanimado, aunque sea como un animal disecado.
Yo lo que quiero es tenerla a mi lado.

Dormida

Te veo dormida con la habitación manga por hombro y la mañana sumida en un aroma de silencio con pajarillos discretos y coches lejanos parodiando al viento.

Te encuentras tendida en la cama, sumida en alguna clase de encanto con el rostro tranquilo y las sonrisas de tu alma vertidas en silencio sobre la almohada.

Asi desde ahora será mio tu recuerdo.

Ayer, después de tanto imaginar el aroma de tu cuerpo y el color que deja tu mirada en la piel de mis anhelos me puse romántico. Te envié un mil sonetos.

Hoy te veo sumida con la mente jugando en sueños, tejiendo destinos y corrompiendo cariños.

Guardando el filo de tu vuelo para no cortar nubes ni matar a las aves que visten de rimas las grimas del pasado.

No compite mi corazón reforzado con el chaleco de latón de un Morfeo cabrón que no te deja ver la niebla del balcón a mi lado.

sábado, 11 de julio de 2009

El cuplé del perdedor

Si no es contigo habré de quedarme con otra aunque a la semana el nosotros no sea más que un punto y aparte.

No quiero café solo, no quiero cine solo, no quiero cama vacía, no quiero volver a ser la risa en labios de otros.

Por cualquiera que me quiera me quito la cabellera, dejo el alcohol, no uso pantalones apretados, limpio mi habitación.

Soy mancha que se amolda a cualquier blusón, broche raro y chistoso para cualquier camisón.

Por cualquiera que me quiera y aunque (lo juro por Dios) esté fea: Mato a mi madre, dejo la escuela, vendo mi alma, me subo la cremallera.

Si tú quieres cariño, si vienes conmigo al menos hasta el domingo, te puedes comer lo que queda de mi corazón vecino.

Al hombre Intel

El Tiempo.
De niño pasó más tiempo frente al monitor de su ordenador en un mundo huraño repleto de códigos extraños que bajo las palmeras, el sol, los libros, la imaginación y el sueño húmedo con rameras.

Olvidó.
El por qué los demás pierden el tiempo usando las piernas, el cerebro y el dinero en un mundo sin el deleite del delete, altcontrolsuprimir y besos que sólo existen con labios, cuerpos y saliva.

Advertirle.
Que los fantasmas que platican con él en ventanas que flotan y ecos que rebotan son lo más parecido a la memoria del sueño.

Lo que puede pasar.
Sus pies se volvieron raíces, sus manos cables, sus ojos se cristalizaron en directrices, su vientre se escurrió hasta inundar la habitación en la que vivía y su memoria consistía en historiales de conversación guardados en un rincón de su corazón.

Al perder contacto con la realidad.
Su cuerpo se disecó frente al monitor y se comunicaba con el ordenador a través de telepatía en bluetooth.

Se volvió lo que siempre deseó y pereció como vivió.

Al hombre Intel el tiempo olvidó advertirle lo que puede pasar al perder contacto con la realidad.

viernes, 10 de julio de 2009

On writing


On writing soy cafecillo de mañana, sudestada, madrugada, adolescente enamorada, mancebo arrebolado entre las piernas de su amada.

On writing soy citara y emolumento en días de asueto.

Me siento desnudo en un círculo de interrogantes. Me pierdo en la propia plazuela de mis ideas. Pierdo el hilo en el laberinto de mis manos y siempre me voy de bruces a los pies de los faunos.

On writing me siento como el dios del viento pero no miento cuando afirmo que no puedo escribir si alguien me está viendo.

On writing siento que estoy a salvo. No me importa el cáncer, la crisis, la cirrosis ni quedarme calvo y no exagero cuando confieso que si escribo cuando me están viendo, poco a poco vuelvo a meter todo en cajas.

Los cuentos y los sueños a punto de parir en tinta o máquina se quedan tan sólo en aguas de borrajas.

No sé cuándo ni para cuántos daré el placer al voyeur de verme en un rincón escribiendo cuplés o crónicas anacrónicas con el tiempo al revés. Desnudo, vestido únicamente con una portátil saturada de virus, un cargador de batería inservible pero con un procesador de textos alcahuete que graba con estilete mis palabras en hojas de siempre.

On writing soy on writing pienso pero no exagero cuando digo que:

“No puedo escribir ni mear si alguien está conmigo y no me deja de mirar”

jueves, 9 de julio de 2009

La niña desnuda y solitaria que coleccionaba mariposas muertas en compañía de Fantasma

La niña esta desnuda frente al clavicordio, toca una canción y mastica insectos pegajosos que algún día guardó en el viejo cofre de cartón.

Sueña con calles que aún no conoce y le canta a Fantasma una oda de pasión a su propia devastación.

Por la noche le besa los pies coloreados de aire.

Es el espectro que un día encontró detrás de la cocina y que ahora vive escondido detrás de sus retinas.

La niña desnuda tiene el cuerpo repleto de heridas porque sólo el dolor y la sangre le curan la rabia de vivir siendo la consentida de Melancolía.

Se siente tan sola que colecciona mariposas muertas para hacerse compañía mientras Fantasma le consigue cucarachas para prepararle la comida.

Las horas le pintan arrugas y desgastan sus huesos pero ella sigue perdida en el zaguán de sus recuerdos.

Es la novia de los que no tienen memoria, es la madre de las moscas y les hace cunas de excremento a lado de su cama.

De mayor quiere llegar a ser tan grande como las catarinas o como el cielo desnudo que aún no la olvida.

La niña desnuda, sola y triste se queda dormida deseando despertar como despiertan los muertos en su familia.

miércoles, 8 de julio de 2009

¿Qué tendrán las rosas que adornan los burdeles?

¿Qué tendrán las rosas que son de las pocas cosas aún irresistibles incluso para los incautos?

Serán esos hombros rojizos o esos pétalos que saben labrar melodías afinadas con espinas.

Será tan sólo la lluvia que golpea mi ventana o los espectros que me visitan por la madrugada.

Mi cabello se escurre por las almohadas y los labios que Loca abre a besos y rompen la cerradura del cráneo.

Me vuelvo un espectador furtivo de los personajes que cultivo. Seres desconocidos que tienen su hogar en mis intestinos.

Soy el Dios de mis propios caídos. Manipulo sus destinos y ellos solapan mis desatinos.

Es tenebroso verlos caminar, fumar, fornicar, mentir y pulular en los callejones de mi cerebro.

Todos ellos se visten con pétalos secos de los rosales muertos que se pudren en mis nervios.

¿Por qué me empeño en crear mundos que no corresponden al nuestro?

Tengo polen en la pluma tengo polen en los labios que germinan desvaríos.

¿Qué tendrán las rosas que crecen en mis sienes, qué tendrás tú que floreces mundos y soles en tinta sobre las servilletas y mis manteles?

domingo, 5 de julio de 2009

Padre tiene un amor sádico por Sedan 91

Padre es feliz con Sedan 91 ambos recorren presurosos las angostas calles y los lugares tenebrosos.

Padre es feliz cuando sus pequeñas manos se aferran al viejo volante de su escarabajo blanco y va viajando sin tiempo ni espacio, sin deudas de banco, sin esposa que le haga la vida más rasposa e hijos malvados que deberían ser abogados, doctores o al menos entes rasurados.

Padre antaño odiaba a Sedan 91 porque era el auto que Madre había comprado con dinero de mujer independiente.

Padre entonces era un poco millonario y pasaba las noches buscando la forma de liberarse de tan horrendo auto.

Madre sufría con el reclamo cotidiano de Padre.

Padre en su Chevrolet sufría de la vergüenza de tener en casa el estúpido auto de Madre.

Mil clientes llegaban buscando a Sedan 91 enviados por él, ofreciendo jugosas ofertas con tal de llevarlo de una vez por todas al diablo y así poder comprar un auto más acorde a sus necesidades de pequeño gran burgués.

Madre no se dejaba convencer porque era el auto que había comprado con el esfuerzo de un carajo de años detrás de un escritorio y una máquina de escribir propiedad del gobierno del estado.

El tiempo y el descuido etílico llevaron a Padre aún con el aliento a Tecate a perder su abrigo de magnate.

En su desesperación buscaba las llaves de Sedan 91 para venderlo y tener dinero.

Pagar algunas de sus cuantiosas deudas y comprar un poco de Ginebra.

Sedan 91 tuvo que huir y esconderse en casa de amiga de Madre para estar a salvo del rapto de Padre.

El tiempo y la mayoría de los ahorros de Abuela, Tía, Madre y algún Compadre lograron liquidar las cuentas del yerno/cuñado/esposo/compadre.

Sin vehículo y con un par de piernas perezosas descubrió que después de todo Sedan 91no estaba tan feo, no estaba tan pequeño, no estaba tan lumpen, estaba como nuevo, era blanco y hacía juego con las nubes.

¡Qué bonito suena el motor!

Principalmente poseía cuatro ruedas y un motor podían llevarlo a donde quisiera.

Poco a poco se apoderó de él.

Padre es feliz con Sedan 91 y se encela con Madre cuando lo usa y mueve el sillón, cuando Malévolo Hijo toma el volante y se lo lleva con petulante intromisión.

Ahora luce viejo, gasta mucha gasolina, no sirven las direccionales ni seguros de las puertas. El claxon y la alarma están casi muertos.

Lo ha ido mutilando; es su castigo por haberle dado una lección.

Padre tiene un amor sádico por Sedan 91 y no va a descansar hasta verlo naufragar en el óxido de su propio olvido.

Hasta pasar junto a él subido en un Ford del año y poder gritar sin miedo a las caminatas bajo el sol de julio y a los horribles transportes colectivos:

“Muérete amor mío”.