viernes, 30 de octubre de 2009

Mi pequeño tributo a Mariona Aupí, parece mentira se convirtió en un pez.



"Pero pienso en aquel tu afán de deshumanizar la vida, y mira a los demás. Lo que para ti era un simple juego de ingenio era para ellos dolor, operabas sobre carne viva. Y no viste la locura de María, ni el hambre miserable de Samy, ni siquiera la tragedia pueril de ese pobre Fantasma que tenía miedo de su propia sombra y se moría de fe por los desvanes.”
-La sirena varada, Alejandro Casona

miércoles, 28 de octubre de 2009

Insano

On the rocks

Amigos (segundo día de festejo por mi 26 aniversario)

Tengo un carácter arácnido y siempre busco lugares apartados y solitarios para descansar de lo cotidiano. Muy pocas personas lo han entendido pero las que se han quedado conmigo son los que podría llamar amigos.

Tengo pocos, pero con ellos, podemos construir planetas, derruir galaxias y componer al mundo -al menos- mientras dura el vino y la nicotina.

Sólo los amigos comprenden la humanidad de los amigos.

Los que tengo han sabido comprender que a veces no existo, que mi personalidad exige un poco de claustro para ordenar la imaginación que me atormenta. Al volver, ellos me reciben con los brazos abiertos, una sonrisa y algunas perversiones y delincuencias para curar el alma y enmendar el tiempo perdido.

En esta foto me acompañan dos de ellos y estoy seguro que hasta el día en que termine por rendirle cuentas a la peor de las suertes… ellos estarán ahí conmigo.

Gracias Héctor y Ángel, el mundo aún aguarda nuestros pasos.

sábado, 24 de octubre de 2009

Vispera de resplandores

IV

Rosalía caminaba viendo a sus pies, la misa había terminado y podía irse en paz. Sentía que su cuerpo nuevamente estaba purificado y que Dios le había perdonado esos pequeños pecados de lujuria que no podía evitar.
Compró un ramo de rosas y se encaminó rumbo a la casa en ruinas de doña Francisca.
Al llegar la encontró repleta de imágenes religiosas y crucifijos que la gente había colocado para alejar a los malos espíritus.
Sentía una extraña nostalgia por esa casa destruida por el miedo. Subió las escaleras y llegó al famoso balcón. Todo el pueblo sabía que allí podían encontrar a la vieja sentada en su mecedora viendo al cielo y sonriéndolo a la nada.
Aún quedaban algunos vestigios de la anciana: vidrios rotos, trapos, zapatos y debajo de unas piedras estaban sus anteojos completamente destrozados. Rosalía los levantó y los colocó sobre sus ojos esperando ver fantasmas pero sólo vio un paisaje distorsionado por los cristales rotos.
El pueblo había cambiado bastante desde esa última vez que Rodolfo le había desnudado el cuerpo y el alma.
En un año todo parecía tan diferente y sin embargo nada había cambiado.
La tristeza le había eclipsado la belleza. Los rasgos españoles que había heredado de su madre y sus ojos claros ya no eran los de antes.
Por alguna razón presentía que no viviría mucho tiempo.
-Ojalá te hubieras quedado esa noche –dijo en voz alta
Rosalía estaba a punto de casarse con un millonario amigo de su padre. Provenía de la ciudad de México y le había advertido que en cuanto se casaran se la llevaría de ese pueblo embrujado.
Eran sus últimos días en Comitán.
Nunca había hablado con doña Francisca pero sabía el inmenso amor que Rodolfo sentía por ella. En ese balcón se sentía muy cerca de él. Era al único hombre que había amado y al único que amaría por el resto de su vida.
Se sentó en la mecedora.
Recordó cuando le llegó la noticia de que habían encontrado en el balcón de “La bruja” un esqueleto repleto de claveles sentado en esa misma mecedora. La gente se arremolinaba para verlo. Se persignaban y le dejaban escapularios en los pies. Las autoridades llevaron la osamenta al cementerio sin hacer más comentarios. No hacía falta explicar nada. Todos sabían que los San Cristóbal eran gente de brujería.
Nadie supo sobre el paradero de Rodolfo y Rebeca. Jamás volvieron a su casa después de esa cena con su nana. Muchos decían que los habían matado, otros decían que una jauría de perros los devoró con todo y huesos.
“Sólo Dios Sabe”
Poco a poco se dejó de tener noticias sobre el viejo Apolinar. Rosalía como muchas personas pensaban que el viejo ya había muerto pero nadie se atrevía a averiguarlo.
Mucha gente se fue del pueblo y las que se quedaron omitían cualquier cosa referente al tema. Con el tiempo crecía el número de cruces que ponían en las calles para la protección de las casas. Decían que La llorona había llegado al pueblo.
“¿En dónde vamos a parar?”
El día estaba nublado y la lluvia no tardaba en llegar.
Rosalía se acomodó en la vieja mecedora y comenzó a soñar con claveles.

La fiesta de la muerte



Mariona parece un ángel.

viernes, 23 de octubre de 2009

Laku Noc´

Duermo y sueño monstruos
te espero y llegan monstruos
te olvido y es monstruoso.

Todas las espinas que han buscado guarida en mi piel han formado un ejército y han perforado a mi corazón. Nunca fui bueno para sacarlas, nunca creí que fuera necesario.
Ahora te veo y veo a un monstruo.

Vispera de resplandores

III

Rebeca había llegado temprano con algunos víveres para ayudarle a doña Francisca a preparar una cena deliciosa. Ella había aprendido a cocinar viendo y ayudando a su nana. Estar ahí con las manos llenas de comida y en medio de olores deliciosos le hacía remontarse a su infancia.
Doña Francisca estaba contenta. Ver el resplandor es algo que esperaba desde hacía mucho tiempo. Tener sus facultades no era tarea fácil, muchas veces había deseado la muerte.
Rodolfo aún no llegaba.
En cada lugar al que iba siempre tenía a alguna dama esperando por él. Además de atractivo tenía una facilidad de palabra que ya la hubiesen querido muchos de los poetas de entonces.
Esa tarde había terminado de trabajar temprano y se había quedado con Rosalía, la hija de uno de los rancheros más importantes de la región.
Rodolfo se estaba vistiendo y ella comenzó a morderle el cuello.
-Quédate esta noche, por favor –le gruñó Rosalía- . Siento que tengo al diablo en el cuerpo, la lujuria no me deja en paz.
Rodolfo se acomodaba las botas. Estaba preocupado, ya se le había hecho muy tarde.
- Ya no puedo, mujer. Es muy tarde y tengo que ir a ver a mi nana.
-¿A la bruja?
Rodolfo se levantó con mucho ímpetu acomodándose el chaleco.
-No le digas así, pendeja.
Rosalía comenzó a retorcerse de risa entre sus sábanas.
-Vístete –masculló Rodolfo- el viento está muerto, puede hacerte daño.
-Más daño me hará quedarme sola. No me vayan a robar… a ver a dónde consigues a otra “pendeja”
Rosalía ahogó una risita coqueta en su almohada. En ese momento escuchó al caballo de Rodolfo alejarse velozmente.
-¡Pinche cabrón!
No le quedó más remedio que dormirse mal humorada.
Rodolfo llegó justo a tiempo. Estaban sirviendo la mesa y los olores deliciosos le estimulaban más el hambre.
-Mucho trabajo Rodolfo –dijo sonriente doña Francisca guiñándole un ojo- que bueno, hay que darle gracias a Dios.
Rodolfo se sonrojó y asintió con la cabeza.
La cena había transcurrido en calma. Rebeca había llevado una buena botella de vino que le había regalado Alberto y el conejo les había quedado delicioso. Comieron hasta no poder más. Charlaban amenamente recordando viejos tiempos.
Muchos espectros estaban felices merodeando la botella de vino. Amaban ese olor y la vieja lo tomaba haciendo muecas de placer para burlarse de ellos.
-¿Qué va a pasar con tu hermano? O mejor aún ¿Qué le va a pasar a la gente que vaya a quemar la casa de tu hermano?
-No lo sé. Seguro Apolinar ya lo sabe, él lo sabe todo. Puede hacer cosas muy malas contra ellos, contra sus familiares. Ya está muy viejo pero aún es fuerte. La magia de Apolinar me puede engañar, es más poderosa que la mía.
Pero la gente no debe temer y si van a ir a enfrentarlo me da mucho gusto. Dios siempre está con nosotros y también hay difuntos buenos que seguro los van a apoyar.
-Con razón la gente les tiene tanto miedo –dijo Rebeca que por cierto presentía que esa noche no iba a poder dormir.
-Yo misma viví con mucho miedo. En casa de Apolinar me acostumbré a dormir de día porque la noche era my peligrosa, estaba llena de sombras y si me dormía me lastimaban. A veces mi ángel no podía detenerlos a todos.
En las noches de octubre llegaba un señor muy viejo y elegante. Se encerraban horas en la biblioteca. Una de esas noches mi ángel apareció llorando y me dijo que tenía que irme de esa casa. Que me fuera con Romelia, que ella tenía la luz de Dios y que no me pasaría nada a su lado.
El día que me escapé había un perro muy grande en la puerta. Me veía muy feo y juro que me sonrió.
Algo me dice que era Apolinar…
Rodolfo y Rebeca sintieron un miedo profundo.
-Dios nos guarde a todos –dijo Rebeca-. Pero no entiendo por qué nunca te buscó.
-¿Y para qué me iba a querer el cabrón? Sólo le estorbaba, además ya estaba metido en cosas muy oscuras. Sus prioridades ya estaban fuera de toda razón. Y la verdad es que nunca le importó mucho lo que yo hiciera de mi vida.
Doña Francisca se levantó y sacó su botella de aguardiente y se sirvió un vaso. Rodolfo aceptó gustoso un vaso.
-Que bueno esta esto, lo hace un viejito que vive muy cerca de acá. A nadie le queda tan bueno como a él.
Rodolfo hizo una mueca de ardor, el aguardiente le había raspado la garganta y todos echaron a reír.
La vieja sacó un cigarrillo y lo prendió, nuevamente fue Rodolfo quien le aceptó uno. Fumaban en medio de la tranquilidad de la noche. Doña Francisca tenía una mirada perdida y nostálgica.
-Nanita… -¿Cuándo va a pasar lo que va a pasar?
Rebeca había hecho la pregunta con la cabeza agachada y la voz quebrada. Doña Francisca la observó por unos segundos y sonrió.
-Un día de estos a la hora de Dios.
Se despidieron con mucho cariño y prometieron que irían a verla la noche siguiente. Le llevarían algunas vestidos de novia para que le ayudara a Rebeca a escoger el más bonito. Recogieron la mesa y acomodaron la basura. Los hermanos se subieron a su carruaje y doña Francisca los despidió desde su eterno balcón en el oriente de su casa.
La tranquilidad de la noche estaba acompañada por el sonido de los grillos. Doña Francisca se sirvió otro vaso de aguardiente y se sentó en su mecedora.
Al otro lado de la calle pudo ver una enorme sombra que la veía fijamente.
Era un perro y se reía con ella.

jueves, 22 de octubre de 2009

Mi pequeño tributo a Nacho Vegas, Como los erizos, ya sabéis.


"Como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor. El resultado fue, ya sabéis, como en los erizos.¿Qué queda de las alegrías y penas del amor cuando éste desaparece? Nada, o peor que nada; queda el recuerdo de un olvido. Y menos mal cuando no lo punza la sombra de aquellas espinas; de aquellas espinas, ya sabéis."

(Luis Cernuda - Donde habite el olvido)

miércoles, 21 de octubre de 2009

Vispera de resplandores

II

Se despertó a eso de las 7 de la tarde y se puso a limpiar su casa. Era muy meticulosa en esas labores. Se tomaba todo el tiempo del mundo para quitar una mancha o para alcanzar una maraña de polvo en el techo. Tantos años de sirvienta le habían formado un estricto deber de limpieza.
Terminó sus labores a las diez menos cuarto y la noche refulgía esplendorosa sobre el pueblo que trataba de dormir pese a los murmullos cotidianos de la noche.
A doña Francisca le dolía todo el cuerpo, los años y la artritis le impedían tener una vida activa en noches frías. Algunas veces tenía que tomarse unos vasitos de aguardiente para entrar en calor. Algunas veces se le iba la mano y terminaba borracha, riéndose a carcajadas con sus amigos los muertos que por alguna razón amaban el olor a alcohol.
Sacó una botella de aguardiente y se sirvió un poco en un vaso.
"Sólo un vasito, sino..."
Con esmero y cuidado comenzó a sembrar violetas en unos vasos de plástico que había convertido en macetas.
A lado de ella estaba sentada Romita viéndola paciente en sus labores.
-Hay Romita, estás hojitas nomás no quieren pegar.
-Deja eso, Panchita –así le decía Romelia- ahí vienen tus niños.
En ese instante llamaron a la puerta. La vieja se limpió las manos con su delantal y le sacó la lengua a Romita. Ella frunció el ceño y desapareció.
Doña Francisca abrió la puerta con mucha emoción.
Rodolfo y Rebeca sonrieron muy emocionados al ver a su vieja nana parada frente a ellos.
Doña Francisca sonrió y les hizo una mueca con la cabeza para indicarles que pasaran.
Rebeca y Rodolfo abrazaron cariñosamente a su madre adoptiva. Tenían varias semanas de no verse.
-Nanita, ya tenía mucho que no te daba un abrazo –dijo Rebeca-. Hace mucho frío aquí, deberías estar más abrigada, a tu edad te pueden dar resfriados muy feos.
-Por eso tomo mis vasitos de aguardiente.
¡Como ayudan!
-Nana –le dijo Rodolfo agarrándola de los hombros- queremos que seas la madrina de Rebeca. ¡Está a punto de casarse! Se casará con Alberto ¿te acuerdas de él? Mi amigo de toda la vida. Estamos organizando una gran fiesta en el rancho. Te vamos a comprar un vestido hermoso que vi en Veracruz.
¡Va a ser la fiesta del año!
Doña Francisca sonrió, tomó de las manos a Rodolfo y abrazó a Rebeca.
-¿Aceptas nanita, serás mi madrina?
Doña Francisca se apartó y agachando la cabeza les dijo:
-He visto el resplandor y saben lo que significa…
Los dos jóvenes se quedaron petrificados.
-Estoy a punto de irme con Dios.
Los jóvenes no terminaban de salir de su asombro. Ambos tenían las mejillas llenas de lágrimas.
-Hay hijos de la chingada, si no los crié chillones. No es motivo de tristeza, seguro que estaré ahí el día de la boda, aunque no me puedan ver.
La vieja abrazó cariñosamente a sus niños.
Gracias a su nana, ambos tenían un punto de vista muy diferente a la muerte. Sabían que los muertos no se iban del todo y que siempre estaban ahí. Pero eso no significaba que no estuvieran tristes por ella.
-Nana, hay algo más que debo decirte –dijo Rodolfo muy solemne- la gente del pueblo pretende ir a quemar la casa de tu hermano.
¿Es cierto todo lo que cuentan de él?
Doña Francisca sonrió dejando ver sus amarillos dientes.
-Apolinar… era un niño bueno pero muy diferente a los demás. Desde pequeño lo buscaron mucho los muertos malos. Él no tenía su ángel como yo. Muchas veces le dije que por favor cuidara de mi hermano pero él me decía no podía porque Apolinar había nacido con sombra.
Mi ángel tenía un sombrero muy bonito, con muchas luces que me hacían dormir cuando tenía miedo. A veces se mostraba con todos. Romi lo vio alguna vez. Era muy juguetón.
Apolinar comenzó a irse a jugar con los muertos malos, poco a poco se volvió como ellos.
De grande, Apolinar ya era muy diferente, era malo con todos y tenía la casa llena de muertos malos que me lastimaban cuando mi ángel no estaba. Fue por eso que un día decidí huir. Dejé el dinero y los lujos de mi hermano para irme a vivir con Romi. A veces no teníamos comida pero siempre nos estábamos riendo, siempre fuimos muy felices. Ella me cuidaba y yo la cuidaba a ella.
Nunca volví a ver a Apolinar y desde que me fui de su casa… a mi ángel tampoco.
Rodolfo y Rebeca estaban horrorizados. De una u otra forma gracias a su nana habían aprendido de cosas sobrenaturales, pero la historia sobre su hermano era demasiado horrible.
Doña Francisca echó a reír después de ver los rostros horrorizados de sus niños.
-Vengan mañana a cenar, ya es muy tarde. No son horas de estar fuera de su casa.
Esa noche los dos hermanos se fueron con un remolino de sentimientos. Tenían miedo y estaban sumidos en una profunda tristeza.
Doña Francisca había visto el resplandor y ellos sabían lo que pasaría.

lunes, 19 de octubre de 2009

Víspera de resplandores

I

Eran las 5 de la madrugada y doña Francisca acudió puntual a su cita con la mecedora ubicada en el balcón oriente de su casa. Siempre acompañada de la vieja taza de barro que usaba para el café.
La mañana estaba fría y cubierta por un hermoso telón de niebla. El cristal de sus anteojos se bañó con gotitas de agua mientras sus ojos inmóviles observaban un paisaje que parecía estar más allá de Comitán y las estrellas.
Parecía una estatua de cera hundida en sus recuerdos. Volvió a la noche en que salió huyendo de la mansión de su hermano para refugiarse en la casita de Romita –Romelia-. Quien había sido su nana por muchos años hasta que su hermano la echó por vieja.

"Romita –le dijo mientras la abrazaba-. Ya no quiero regresar"

La vieja vivía sola y se enteró de muchas cosas de la familia San Cristóbal. Sabía que Francisca tenía cierta habilidad para hablar con los muertos. A veces mientras limpiaba la casa veía a un viejo de buenas ropas cuidarla en su cuna mientras dormía. Tenía aspecto de extranjero y su sombrero estaba lleno de luces muy bonitas. Siempre dejaba oliendo a flores cuando se desaparecía.
Por alguna razón, nunca le dio miedo.
Apolinar era callado, no tenía amigos y estaba amargado. Si alguien se burlaba de él misteriosamente caía enfermo o le comenzaban a pasar desgracias increíbles.
Una noche Romelia soñó con el infierno y vio a Apolinar caminando en el fuego arrastrando petates con huesos. Por más que lo llevaba a misa y le inculcaba el catecismo, él seguía haciendo maldades y hablando con el diablo –que según él, era su amigo imaginario.
La vieja sabía que tarde o temprano Francisca saldría de ese lugar que su hermano había embrujado.
La abrazó muy fuerte y la metió a su casa.
Ahí vivió por algún tiempo hasta que su protectora murió de vieja mientras dormía feliz por haber celebrado otro año nuevo "Con la gracia de Dios".
Ella sabía que la vieja se iría esa noche, había visto su resplandor y sabía lo que pasaría.

"Hay Romita… que Dios te guarde".

Cuando la muerte entró al cuarto de Romita para llevársela, Francisca entró de improviso, quería verla de frente. Cuando salió de la habitación su cuerpo y su alma habían envejecido de forma sorprendente.
Francisca había vivido en la opulencia hasta que huyó de la casa de su hermano. Cuando llegó con su nana aprendió a vivir con un poquito menos de lo necesario y comenzó a valorar cosas que antes le parecían irrelevantes. Desde pequeña había sido bien educada por Romelia y nunca se enamoró del lujo y el oro como su hermano Apolinar de quien sospechaban que había vendido su alma al diablo para aumentar su fortuna. Romelia siempre fue muy discreta en esos asuntos, cuando le hacían preguntas mandaba a todos al diablo y les decía que esas pendejadas no existían en Comitán.
Francisca encontró trabajo como sirvienta en la casa de don Óscar, un viudo y poderoso caballero español que había sido militar. Tenía su residencia en San Sebastián a la cual llegaba muy pocas veces al año. Su trabajo consistía en viajar y viajar.
Francisca poco a poco se ganó un lugar entre el ejército de sirvientes que trabajaban en la casa. Se volvió la nana de Rebeca y Rodolfo los hijos del patrón. Los demás no se tomaban el tiempo necesario para platicar con ellos. Con la llegada de Francisca todo eso cambió. Los adoptó, cuidó y educó como a sus propios hijos transmitiéndoles lo que Romita le había enseñado. Bailaba mucho con ellos y les contaba muchos cuentos.
Pero el tiempo no pasa en vano y entregó su juventud a una familia como lo había hecho su madre adoptiva. Pero a ella no le fue tan mal. Cuando se hizo demasiado vieja para poder trabajar, Rodolfo le construyó una modesta casita cerca de la suya y le dio una pequeña pensión de por vida con la que podría vivir tranquilamente el restos de sus días. "Su padre que en paz descanse asi lo hubiese querido".
Eran las seis y cuarto de la mañana y había comenzado a lloviznar. Doña Francisca se levanto de su mecedora por un cigarrillo y lo prendió placenteramente sentada de nuevo en su balcón. En una sonrisa dejó ver sus dientes amarillos. Había visto el resplandor por un segundo y no pudo evitar una carcajada que hizo que se le cayera el cigarrillo de la boca.
Se levantó y se sirvió un tamal de mole y otro poco de café humeante. Era hora de comer antes de ir a descansar.
Había visto el resplandor y sabía lo que pasaría.
Metió la mecedora a su cuarto y se acomodó en ella, se quitó los anteojos y buscó debajo de su almohada un frasquito relleno con sangre de gallina, la bebió y se acomodó para dormir para soñar con claveles.

Desencanto

Me aburrí de caminar siempre en tu mismo cuento.
Eras devoción para el verso amante pero el tiempo te quitó lo interesante.
Me fui al desierto a escribirte las palabras suficientes para hacerte una casa y al volver no encontré a la dama que tanto me inspiraba.
Los años no dan sabiduría, los viejos aún somos presa de los rumores cotidianos.
Creí que tu palabra era más que saliva pero fue evaporada por el sol de la rutina.

domingo, 18 de octubre de 2009

Por fé a la basura



Hoy por la noche vi tu cuerpo sin piel.
No había sangre, sólo un flujo de gusanos que transitaban guiados por el hambre.
Hoy por la noche vi tu cuerpo sin piel.
Tus huesos: polvo de farlopa para enganchar mariposas

No quiero enterarme que has vendido tu carne por sed.

Hoy por la tarde te escuché mentir.
Mitología fantástica de aventuras fatalistas.
Hoy por la tarde te escuché mentir.
La risa vino acompañando al martirio.

No quiero enterarme que la vendiste en el bidé.

Cien lustros de fé, a la basura.
Por fé a la basura.

viernes, 16 de octubre de 2009

Olvidar (Versión final)





Ven a la casa te invito un café
Saca tus botas vamos a bailar.
Ven a la casa te invito champagne
trae dos copas para ce le brar.

Y bla bla bla bla.

Ven a mi cuarto te quiero enseñar
los escondites de la realidad.
Ven a la cama para amordazar
Con tus cabellos a la sin ce ri dad.

Y bla bla bla bla.

Y olvidar que tu no estás aquí,
y olvidar que tu no estás aquí.


Que te fuiste un domingo
cuando estaba amaneciendo
que perdiste la cordura
y la distancia nada cura.

Y olvidar...

Ven a la casa, tan solo esta vez
viste a tu cuerpo de nuevo de piel.
Ven a la casa, de nuevo esta vez
trae tus labios vestidos de miel
pa ra co mer.

Reedición de Política de hechos consumados (Nacho Vegas)

¡Comparto respuesta del Ingeniero Xavier!

Muy estimado Daniel

Tu mensaje inmediatamente me hizo recorrer ese camino de reversa hacia nuestro primer contacto... toda una experiencia.

Pero debo confesar que leer tu blog y verme publicado en ese sitio de calidad me causó tanta emoción como a ti aquel Boletín 118.

De verdad ha sido un privilegio el conocerte y, a punto de salir en unas horas rumbo a Indonesia, te comento que justamente ayer estuve con el Ing. Francisco Cancino, quien me está ayudando a restablecer el boletín en Internet, para que toda esa riqueza de experiencias pueda seguir siendo consultada. Te va a gustar cuando esté lista.

Yo ahora estoy trabajando principalmente en Asia, por lo que tuve que cambiar de giro y de herramientas, pero estoy muy contento con la experiencia. Viajo ahora con mi esposa y hemos visitado lugares como India, Nepal, Tailandia, Malasia e Indonesia en los últimos dos años, lo que ha sido muy enriquecedor.

Esa experiencia algún día retornará a los boletines... Ahora escribo uno semanal sobre salud reproductiva que recién cumplió 6 años de publicación ininterrumpida... El tema es distinto pero el cariño, la emoción y la disciplina, los mismos...

Gracias por esta agradable emoción.

Xavier

jueves, 15 de octubre de 2009

El olvido


Hoy tu nombre no es mi preferido es tan sólo un extraño zumbido. Tus pies no son la tierra de mi cultivo son tan sólo huesos sin otro adjetivo.

Hay días que no deberían existir en el calendario. Aquellos en los que el filo y la sangre no son tan distantes y el dolor es el silencio constante dentro del grito del tiempo.

Los impulsos de ira despiertan hambrientos, rompen la cerradura del claustro y asesinan sentimientos.

Hay días en que podría matarte y aventarle a los perros la parte cuerda de tu anatomía mientras lo demás es la espina de mi rutina.

Tengo motivos para drenar esta sangre espesa que envenena más que el eco de mis preguntas buscando respuesta.

Me he acostumbrado tanto al timbre de la soledad que tu voz ya no mes familiar.

Tengo las botas rotas de tanto caminar buscando solución al hecho de no recordar tu nombre después de repetirlo en soledad muriendo de hambre.

El diablo se sienta en mi cama y me ofrece la copa de olvido.

No, no tiene sentido.

Habría de cortarme también la piel que usé como lienzo pensando en el suicidio.

Me acuesto en el suelo, no tardaré en conocer a quien tantas veces me ha visto herido,

Yo lo llamo: El Olvido.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Las crónicas anacrónicas del niño zombie


Comitán, hace 8 años.

En esos pretéritos imperfectos era un chico de 18 años bastante delgado con la cara impregnada de acné y el cabello largo, lacio y alborotado. Siempre me vestía de negro y caminaba viendo a mis pies para no saludar a nadie.

A penas comenzaba el furor del internet y yo a duras penas había descubierto cómo usar una cuenta de correo electrónico y usar el mensajero virtual. La primer telepatía binaria fue con Alejandro Molinari. Mi gran amigo en atorrancias y travesuras de la secundaria. Él me enseñó que había una forma casi mágica de platicar por medio de internet y fue al primero que vi asomarse por una ventanita verde en el costado inferior derecho del monitor.

¡Satán!

Casi suelto un grito de susto en medio del cyber café al verlo por ahí conectado y más aún después de haber cruzado algunas líneas de charla virtual. Mi vida cambió justo en ese momento. Internet me ha dado oportunidades y presentado personas maravillosas.

Una de ellas fue el hecho de animarme a escribir una carta al Ingeniero Xavier González editor del boletín ImaginARTE que circulaba cada quincena por todo Comitán y al cual me había hecho aficionado mientras acompañaba a mi madre y a mi hermano a cortarse el cabello en la estética Vogue.

Algún día de finales de abril al salir de la preparatoria me dirigí al cyber café de confianza con la firme idea de escribir una carta al ingeniero González para preguntarle los requisitos para escribir en el boletín. Al siguiente día recibí la respuesta: debía enviarle un escrito para revisión y posible publicación en el boletín de mayo.

¡Las gónadas se me fueron hasta las sienes!

Con un impulso satánico en ese mismo cyber me puse a escribir una historia en base a una frase que acababa de escuchar en una canción que escuchaba el encargado del negocio:

“Víspera de resplandores”

Teniendo esa idea en la cabeza me puse a desarrollar una historia que sin saberlo tendría cuatro partes.

Justo a la mitad se apareció Lucía y se sentó a mi lado, cruzó las piernas blancas y se puso a platicar cosas a una velocidad sorprendente mientras checaba algunos asuntos en mi monitor.

Envié el escrito a la cuenta de tres, los nervios me asfixiaban. A final de cuentas, lo logré.

Poco tiempo después en un cyber café situado en la extinta “Nevelandia” leí la respuesta de aprobación del ingeniero. Me informó que “Víspera de resplandores, parte 1” se publicaría en el número 118 del boletín. A mi lado estaba Angie y la Loba checando cada cual sus respectivas depravaciones virtuales y nunca se enteraron de la emoción que me atacaba en ese momento, nunca he sido muy expresivo.

La primera quincena de mayo del 2001 por primera vez en mi vida vi publicadas mis letras. El boletín ImaginARTE fue el primer medio impreso que le dio hospicio a mis historias. Era como ser un exhibicionista

¡Me encantó!

Hace 8 años que mis palabras no usan ropa, siempre van desnudas por ahí creando amigos, colegas y detractores entre amigos y colegas.

Desde entonces no hay letras prohibidas ni privadas. No hay diarios íntimos ni cartas secretas. Todas mis historias están en circulación. Estimulándose a la menor provocación de la mirada ajena.

Las historias dejan de ser mías para ser nuestras.

Agradezco infinitamente al Ingeniero González Alonso la oportunidad de hacerme experimentar esa adrenalina y confiar en aquel chico desconocido para publicar la primer parte de un cuento que aún no tenía final.

Song (Olvidar)

Ven a la casa te invito un café
Saca tus botas vamos a bailar.
y por la noche te invito champagne
trae dos copas para ce le brar.

Y bla bla bla bla.

Ven a mi cuarto te quiero enseñar
los escondites de la realidad.
Ven a la cama para amordazar
Con tus cabellos a la sin ce ri dad.

Y bla bla bla bla.

Y olvidar,
y olvidar,
y olvidar.

Que te fuiste en octubre
en la tarde o en la mañana.
No lo sé, se quedó todo tu
Si len cio en mi.

lunes, 12 de octubre de 2009

Como un lobo a su carnada


Hay una sonrisa que no has visto y no debes ver
porque si la ves ya no me vas a querer.
Hay algo en mí que no has visto y no te quiero mostrar
porque huele a odio y te puede asustar.

Hay días que me da miedo despertar y comprobar que tu cuerpo está muerto a mi lado.

Hay una mirada que no reconoce nada
todo lo ve como un lobo a su carnada.
Hay un sentimiento oculto bajo mi piel
Si lo encuentras ya no seré tu miel.

17 de octubre


No encuentro una oración que corrija su pasión al mal

No es una mala persona aunque busque con picardía la compañía de los demás.

No es una mala persona aunque use la máscara de intelectual frente a la alcurnia de su propia necesidad.

Por las noches se cubre de llanto buscando alivio a su propio destino.


No encuentro oración que corrija su pasión al mal.


Se levanta con sabor a sangre en la boca y el corazón oprimido por su falta de valor. La envidia y el coraje tuvieron de nuevo una orgía en su noche de alcohol.

Si la veo pasar no vuelvo la vista atrás si la veo venir me oculto en un zaguán. No quiero volver a escuchar ese saludo familiar que lleva escondió un puñal en cada vocal.


No encuentro oración que corrija su pasión al mal.


No es una mala persona es adicta al disfraz.

No es una mala persona sólo es punto sin final.

domingo, 11 de octubre de 2009

Lo feo que no es tan feo si hay resignación

Bajo su cama tiene un libro de Almudena y una libreta vieja donde escribe cuentos extravagantes para su propia diversión. Le gusta la pornografía tanto como la geometría. Pasa la mitad del día pensando en tener intimidad con los guapos que ve pasar desde lo alto del balcón.

Oculta con elegancia el apetito carnal ante sus parientes que aún la ven como la nena que apenas ayer cantaba apretando los dientes.

No habla más de lo suficiente y su carácter varonil atrae a muchas mujeres pero ella prefiere evitar caer en esos placeres.

Bajó su piel tiene fuego que le quema en las madrugadas y busca el consuelo entre sus propias garras destrozando con los dientes a su almohada.
Se toma fotografías incitantes que reparte en sus hospicios virtuales buscando al galán que se anime a robarle la parte santa de su anatomía.

No hay nada mejor que ver a la soledad aconsejar al usurero de la nada y arrullar con su calma el hambre con prisa de las niñas que ya no buscan la realeza solamente aceptar su propia naturaleza.

No hay nada peor que guardar los deseos en el cajón de la apariencia y la introversión envileciendo todo con el cáncer del que calla más de lo que la salud reclama.

Bajo su cama guarda la libreta negra donde escribe conjuros de magia para el amor obligado pero al día de hoy sólo a los mosquitos ha enamorado.

Ella no busca romances televisados sólo busca a un galán que por lo menos tenga buenos modales y una simetría coherente de frente al espejo.

Con tanta desesperación y tomando en cuenta que los últimos serán los primeros, aquellos simpáticos feos van cobrando un brillo que sólo da la resignación.

viernes, 9 de octubre de 2009

Como en el pasado


La casa vieja no es tan vieja si la veo con estos ojos de niña que robé aquella noche nueva en el cementerio local.

Todo se ve tan hermoso como ayer como ayer como ayer como en el pasado.

Los jardines vuelven a tener rosas, la casa vuelve a cobrar vida y los olores regresan el tiempo a los días de invierno cuando abuela aún vivía y preparaba jugo de sandía.

La casa vieja no es vieja si me quito el vestido y corro desnuda como cuando tenía 50 años menos y los muertos jugaban conmigo. Cuando se turnaban a entrar en mi cuerpo y por minutos volver a sentirse vivos.

Unos corrían, otros cantaban, comían, se bañaban, se masturbaban, se tiraban al sol, lloraban. Unos incluso jamás salieron de mi cuerpo y aún viven conmigo escondidos en la parte trasera de mi cerebro. Los escucho caminar como arañas en el techo o las luces de fuego que caminaban en el jardín en el pasado.

Adoro el pasado cuando este día era tan sólo parte de mi indiferencia infantil y creía que en el dos mil los extraterrestres ya habrían salido de su anonimato como me lo prometieron ese día en el cerro de Las Zorras.


Estos ojos de niña ven al cielo de un color que aún no existe y el espejo es tan noble que no me muestra a la vieja que siempre se viste frente a él.

Estos ojos de niña aún ven a los niños detrás de los maizales, a las lucecitas con alas que juegan en el estanque, a las personas que caminan con prisa entre las paredes.

Estos ojos de niña pueden infundirle vida al cadáver de Dios y a su séquito de golondrinas.


Hoy es día de todos los santos y la casa vieja está llena de gente muerta como en el pasado, cuando aún vivía en ella.

Entre tanta gente veo a mi familia pero no me reconocen porque ahora soy vieja y me recuerdan como niña.

Creen que soy una más de los que ya no caminan con las piernas.

El diablo está borracho en la mesa donde antes jugaba con mi rompecabezas y donde hice el amor por primera vez con aquel enorme duende que me hizo dar a luz a la bestia que mi abuelo mató con su escopeta. La escopeta que mató venados, zorrillos, pájaros, dinosaurios y más de un cristiano en el pasado.

Es día de fiesta pero es tiempo de partir antes que estos ojos de niña se encarnen a mi piel. Es tiempo de vestirme y partir. El tren a mi pueblo pasa exactamente al medio día.

Me pondré los ojos que he tenido toda la vida y volveré a ser la misma vieja aburrida y si la memoria de Dios lo permite estaré puntual aquí el año que sigue.

jueves, 8 de octubre de 2009

El lado fácil del problema


Perdón que me tape los oídos pero tu voz es tan molesta como el relámpago en día de fiesta. No tolero estar un momento más en esta mesa escuchando tus llantos mientras veo caer tus lágrimas en el pastel de fresa.
Bebo un té de ciruela mientras te escucho arrojar maldiciones al viento, maldecir a Dios por inventar el sexo y al quinto mandamiento.
Me tapo la cara y disimulo la risa.



Perdón que te deje un momento para ir al baño pero tanta bulla y desatino me aflojó el intestino. Tus gritos me avergüenzan y tu llanto me da dolor de cabeza.
Me como el resto del pastel mientras tu maquillaje se escurre en la mesa.
¿Me sirve un té de frambuesa?

Perdón que bostece no es que me aburra o me estrese tan sólo me da asco tener mi silla a lado de una llorona preñada en el baño del supermercado.
Al diablo la moral de los cristianos y la vida de los neonatos mejor te tomas un Mejoral adulterado para matar al producto del pecado.
Yo pago el legrado y la misa del finado.