sábado, 22 de agosto de 2009

¿A qué sabe el amor?


Pinky Rosita creció a lado de Joaquín, eran amigos desde que flotaban en el útero de sus madres.
En la secundaria Pinky había sufrido el primer derrumbe de un amor no correspondido, su novio era un músico jodido que había preñado a la más santa del salón.
Que también, era la más fea.
En secundaria Joaquín se encontraba con la lengua colgada entre la erección de Nicanor.
Descubrió que el semen se bebe y no se desperdicia en cuerpo de mujer.
Ambos se cuidaban y podían pasar las horas tirados en la cama platicando sobre lo inútil de ser humano en un mundo de fantasmas.
Él era gay antes de nacer y Pinky con tanto problema en su casa quería ser tan ruda como los hombres aunque era una ferviente admiradora de los miembros masculinos. Todas las noches imaginaba que uno de ellos la partía en dos dejándola con lágrimas de alegría en su habitación.
Joaquín era el más extrovertido, en la prepa ya iba a los bares de maricones a ligar y a tener todo tipo de experiencias extrasensoriales. A sus 17 años ya había pillado una cantidad honorable de ladillas y se había metido algunos gramos de cocaína.
Pinky se la pasaba frente a su ordenador o dibujando en un cuaderno escenas sexuales que veía en las películas pornográficas que descargaba.
Joaquín al ver la soledad en que se encontraba Pinky comenzó a llevarla a sus salidas nocturnas y fue asi como conoció un mundo diferente, el mundo de “ambiente”.
Ella tan voluble comenzó a sentirse parte de ese mundo desconocido. La primera noche que estuvo por ahí bebió suficiente tequila e inhaló una buena cantidad de cocaína.
Se obnubiló al ver a dos chicos jugando con el bulto que tenían en su pantalón mientras sus lenguas hacían guerras de saliva. Sintió tal excitación que perdió los estribos y por poco se entrega a las caricias de una fulana obesa que le veía como un halcón a su presa.
Joaquín estaba sin pantalones en un rincón con la mente perdida. Había una cola de rostros enfermos que se arrodillaban ante él para disfrutar de su erección robada.
Al día siguiente vómito con resaca y una emoción filosa en el alma de Pinky Rosa. El mundo homosexual era para ella la poesía en prosa.
Todos os fines de semana eran fiestas underground con música electrónica y diversas drogas para aguantarla.
Pinky era feliz entre los cuerpos borrachos, con los chicos que comenzaban a tocarse en público. Se sentaba como espectadora mientras su entrepierna se convertía en grifo roto que le bañaba las piernas.
Joaquín en la universidad vivía para el sexo y la cocaína.
Pinky en la universidad era el fenómeno de su clase. Su baja autoestima le impulsaba a hacerse notar diciendo tonterías.
Tenía un par de novios:
Un zángano que apenas se aparecía por la escuela y un profesor de matemáticas que la usaba cuando su esposa se rehusaba. Como premio le daba una cajita de bombones y prendas íntimas que debía usar en el próximo encuentro en su departamento.
Joaquín convencía a Pinky que tal o cual fulano que la cortejaban eran de lo más mundano. Que ella merecía algo extraordinario. Y Fue así que ella dejó pasar a muchos admiradores que le dejaban anónimos bajo su puerta, convencida por los comentarios sabios de su amigo de años.
Joaquín era para Pinky como un hermano que lo sabía todo, como alguien que sabía vivir la vida y que por tanta experiencia libertina tenía la razón en casi todo lo que le decía.
Curiosamente él dejaba que la pretendieran los gangsters del bajo mundo.
Joaquín vendía a Pinky por cocaína y ella no lo sabía. Pensaba que los pretendientes que él le buscaba eran los ideales para ser popular y divina.
Por las noches, masturbación con las fotos de homosexuales y un cigarrillo de despedida. Por la mañana escuela aburrida y por la tarde clases de ortografía.
Cuando no estaba con un yonqui o con su jadeante profesor de matemáticas estaba en el rincón de su cama escribiendo poemas eróticos que nunca mostraba.
¿A qué sabe el amor?
Se preguntaba llorándole secretos a su almohada.
Malhumorada se pasaba los días y contaba los días para el fin de semana. Le gustaba quedar completamente intoxicada en algún bar de lesbianas aunque al despertar estuviera entre las sábanas de alguna mujer extraña.
¿A qué sabe el amor?
Estaba harta de escuchar las historias maricas de Joaquín.
¿A qué sabe el amor?
Era un cuerpo muerto que habría las piernas bajo el grasoso cuerpo de su profesor.
¿A qué sabe el amor?
Dejaba la almohada bañada de lágrimas después de haber sido penetrada por algún “amigo” de Joaquín.
¿A qué sabe el amor?
Veía a los chicos que la pretendían llevar una vida feliz con otras chicas que sí los aceptaban.
¿A qué sabe el amor?
Recibía llamadas anónimas para ir a levantar a Joaquín en alguna puta dirección lejana. Lo encontraba desnudo y violado con kilos de droga en el organismo.
¿A qué sabe el amor?
Llenaba libretas con letras repletas de furia.
¿A qué sabe el amor?
Un día vio a su padre en el coche de uno de los novios de Joaquín.
¿A qué sabe el amor?
Su madre no la quería.
¿A qué sabe el amor?
Descubrió que sus amigos la querían para jugar con ella en la cama.
¿A qué sabe el amor?
A miedo le respondió el tiempo.
Se alejó de la vida que llevaba, se cambió de ciudad para poder terminar la universidad.
Aún se masturbaba con escenas de chicos entre las sábanas, aún fumaba uno que otro porro por las noches, aún bebía un par de cervezas en bares de “ambiente” pero todo era de forma moderada.
No se volvió lesbiana pero no podía entablar una relación sana con los chicos, había quedado demasiado dañada.
El único novio que pudo soportar sus ataques de personalidad murió en una marcha de fines políticos.
Antes de irse habían discutido y ella le había azotado la puerta en la cara gritándole lo feliz que sería si de pronto el se borrara del mapa.
¿A qué sabe el amor?
A tequila, sexo y marihuana.
¿A qué sabe el amor?
Pinky a sus cuarenta años aún desconocía la respuesta.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Daniel no mames, este relato en algunas partes (no sé por qué) me hizo mojar mis pantaletas de ositos.

Malerige dijo...

interesante cuestion....interesante relato pero...por alguna razon, no pudo terminar de gustarme...

quiza la redaccion....o no se....no se Daniel....hay algo que me hace no alabar este escritillo a como suelo hacerlo con tus letras que tanto me envician....

besos

Miss Malerige Rupestrinski

Alma raksharki dijo...

x alguna razón me identifiqué con el relato... excepto el profesor..oye..¿A qué sabe el amor?