martes, 25 de agosto de 2009

Sabía todo sobre él

Ella se había convertido en su sombra. Lo seguía a todas partes y se relacionaba con la gente que tenía contacto con él.

Él, leía con gafas oscuras un párrafo de su nueva novela en el auditorio aquel adornado con velas y calaveras de papel.

Era un poeta de verso maldito y ella su más ferviente admiradora.

Sentía que era su creación, que había salido de sus manos, de su saliva, de su simiente, de su imaginación.

Mientras lo veía mover los labios y escuchaba su voz, sus piernas perdían coherencia y sus senos se hinchaban desbordándose sobre su escote.

Sentía el frío del revolver que tenía oculto bajo su falda.

Su historia era extraña.

En la universidad se tiraba bajo la sombra de algún árbol a leer sus novelas e imaginaba que era él quien le susurraba las palabras en el oído.

En el techo tenía fotos de su adorado que recortaba de las revistas. Por la noche se desnudaba y con ayuda de su prótesis fálica imaginaba que era él quien le follaba mientras recitaba entre gemidos algunas de sus palabras.

Le enviaba diversos correos electrónicos a su esposa con distintas personalidades y nombres de hombre.

Quería lograr que ella coqueteara con alguno de sus alter ego para luego exhibirla como una mujerzuela cualquiera.

Ella quería ser la que ocupara el otro lado de su cama.

Buscaba chicos con características físicas similares a él para entablar relaciones amorosas.

Con uno de ellos duró 2 años (canas al aire aparte) hasta que el caballero en cuestión se dio cuenta que en todo ese tiempo ella había logrado (con mucha sutileza y emoción) convertirlo en un modelo a escala de aquel autor de quien tanto hablaba.

Tiempo.

Ella sentía mariposas en el estómago mientras él leía con esa voz oscura los ecos de su imaginación oculta en huesos.

Su sonrisa se vio mermada cuando detrás de la cortina vio a la musa de su poeta.

Metió la mano bajo su falda.

El contacto con sus dedos fríos le hizo sentir un cosquilleo peculiar. Recorrió en círculos su muslo hasta que llegó a acariciar el revólver que había sacado del cajón de su hermano el cazador.

La velada terminó con un punto y aparte y una lúdica reverencia supina.

Ella se quedó sentada absorbiendo el olor de su sexo impregnado en su índice izquierdo, observando la risa de aquella dama vestida de negro que aplaudía con una enorme sonrisa sentada al otro lado de la cortina.

4 comentarios:

Guarra dijo...

Y quién es ese wey?

Tiene libros?

Por qué lo odias?

jajajajaja

si continuo promocionandote seguire recibiendo esas preguntas...

Y terminare hasta que dejes de escrbir tan magicamente...no termines de hacerlo!!!

besos

Te amo guarro

Daniel Saborío dijo...

Jo Jo Jocoso.

:)

Malerige dijo...

delicioso...delirante....orgasmos prestados!!!

me hace tener pinkys sueños acompañados de un baile de almohada vespertino....


que grandes noches han de tener las novias cualquiera con esos cuentos jijijijiji


Miss Malerige Rupestrinski

Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ dijo...

Quizá esta noche duerma con la mano bajo mi pijama... imaginando que eres tú quien me acaricia...

Tal vez te visite a la hora de las brujas... y me funda (tal vez) en un abrazo.