lunes, 24 de agosto de 2009

Sentada frente a su venta

Tenía el rímel corrido sobre sus mejillas morenas, sentía los ojos hinchados y la boca seca.

Su reflejo le gritaba que su vida se había convertido en la súplica de cariño más indiscreta.

Sufría ataques de ansiedad que ni rivotriles ni diazepanes sabían controlar.

Únicamente el sigilo de una navaja sobre sus brazos le hacía respirar.

De pequeña se acostumbró a no tener amigas por ser demasiado aburridas. Se juntaba con varones que a su debido tiempo solo la usaron para gastar su último par de condones.

De los quince a los dieciocho tuvo más novios que sonrisas de los dieciocho en adelante una colección de lágrimas y mocos enfermiza.

Se pasaba las noches de insomnio viendo al techo. Rogándole al lado vació de su cama por alguna caricia sincera.

Aunque fuera profana y supiera a miseria.

Su vida social se desarrollaba en las redes de internet donde coqueteaba con anónimos y se desnudaba ante la cámara por el hecho de sentirse un tanto deseada.

Gustaba ver a los fulanos con una erección que ella misma moldeaba con obscena discreción.

Llegó a conocer a varios.

Iban al parque, comían una nieve, intercambiaban gustos musicales y luego se desconocían bajo las sábanas de los hoteles.

Muchas veces vestida de sudor y saliva corría al baño a vomitar por el asco de ser penetrada con tan peculiar facilidad.

Perdió la virginidad cuando aún tenía el cuerpo de niña.

Su alma se detuvo en ese instante y buscaba en cada cuerpo desnudo la madurez que había perdido por abdicar a su inocencia con aquel extraño que conoció en su recital de piano.

Aquel que amaba y sobretodo odiaba, aquel que le había abierto las piernas el día de muertos.

Se entregó a él por el simple hecho de llevar el cabello largo y la camisa más abierta de lo necesario.

Malditas hormonas.

Después de él su cuerpo fue la estafeta que pasó por la mano de miles más.

En cada cuerpo de hombre trataba de apuñalar a la niña que vivía eternamente en su cuerpo de 23.

Tantos errores en tan poco tiempo.

El rímel manchaba su blusa con goterones negros mientras veía a través de su ventana a un chico que jugaba cariñosamente con los rizos de su amada.

Ese mismo chico que un día le jugaba de la misma manera los cabellos negros con tanta ternura.

Mucho antes que ella lo engañara con su hermano en su propia cama.

5 comentarios:

Guarra dijo...

Y es que, que geniales son tus letras y lo que creas con ellas

Extrañaba de ello, me convertiste en una viciosa de tus letras jeje.

Amo el que estes de regreso

guarra dijo...

No solo esta chido, por estar chido!!!

Realemte me gusto!!!!!

Ya escribe otro

Anónimo dijo...

Daniel...

Malerige dijo...

...


y que me quedo callada....


gusta gusta...me gusta mucho....

no me gusta....me encanta.....

de esa clase de cuentos debiste contarme....te los pediiiiiiii....ya ya....


amo tus letras (casi todas)

besos con sabor a cafe


Miss Malerige Rupestrinski
[Rupestrosa...flajelada...floja]

Daniel Saborío dijo...

Guarra: Calla y sigue promocionándome.

Anónimo...

Malerige: Pues...

jiji