La última botella de tequila
se muere entre su espalda de princesa.
Beoda y lujuriosa, aniquila
la noche con gemidos de cerveza.
El canto del colchón rompe el murmullo
de los cuerpos que agrietan sus pasiones
con sudor bajo el cálido barullo
de las sábanas de húmedas lociones.
La danza del amor pronto culmina
en una flor de alabanza perfumada
al palacio del vientre de la amada.
La luna del invierno le ilumina
el cuerpo que parece tan distante
de aquel que me robó la voz cantante.
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