Los días se deshojan con el viento,
esa mordida que devora vidas,
esa mano invisible que llaman tiempo,
el absurdo viaje de ida sin retorno.
Quemar los días con la misma rutina,
como un incienso que se consume
con el mismo fuego, bajo el mismo techo,
en la vieja mezquita de mi cuerpo.
Hoy como ayer se escuchan los mismos gritos,
las mismas olas chocando en las mismas piedras.
Sigo siendo ese niño en medio de la guerra
deseando ser pájaro, avión o metralleta.
Aún no es otoño pero los días se deshojan,
una lluvia de horas repetidas y aburridas,
una vida condenada a vivir sumido
en una eterna soledad compartida.
Veo las semanas y los meses caer,
el calendario adelgaza y me preocupa,
me aflige estar aquí, en medio de la guerra
oculto en una trinchera de papel.
A veces la soledad es más compañía
que alguien a tu lado que vive callado…
No habla, no dice, no trina, no opina,
sin embargo, es el silencio que grita,
es la ausencia que reclama tu presencia,
el engaño que siempre exige la verdad,
una verdad que vive en la mentira.
Así…
los días se deshojan con el viento,
cada día es igual, la misma rutina
sólo cambia el número del día
y la poca cordura que estoy perdiendo.