lunes, 28 de marzo de 2011

Sándalo

Humo azul que resume al oriente y nutre de paz al demonio impertinente. Agua de sol que cura al corazón entre círculos de sal y sangre de serpiente. Yo quiero escribir mi obituario en una espiral sin nombre ni remitente.

Perfume de fantasmas, poemas labrados en velas y cánticos de alabanzas. Cura este silencio de estrellas. Quiero despertar con el corazón afinado con el metrónomo de la esperanza.

Aceite de paz, brújula en el bajo astral. Enséñame a llegar al palacio del sol desnudo de letras.

Para limpiar mi cuerpo necesito enterrarlo en la tierra de sal que fabrican tus ojos.

Para quemar los hechizos de las brujas necesito las lenguas de fuego que escupe el cielo.

Para cortar las raices del mal necesito las espadas que afila el viento.

Para florecer la serpiente enrollada en mi espalda necesito del agua que fluye en tu vientre.

Humo azul coronado con el pétalo de los creyentes. Licor de miel en los dientes del peregrino. Yo quiero ser el sol en la mesa del mago.

jueves, 24 de marzo de 2011

En primavera

Con la juventud arrugada y la virtud degenerada el tiempo se muere lento dentro de un vaso de licor. Los escotes florecen y las faldas se desvanecen en un mar de sábanas.

Con la luz apagada y la mirada cansada los fantasmas te besan el sueño y te dejan desorientado a la deriva de la madrugada.

Con el silencio de mi sonrisa y los gritos de nuestras miradas se pierden los miedos y se abrazan los labios.

La primavera es la instructora de aerobics de las cremalleras. Las lenguas se visten de serpientes y hacen sus cuevas dentro de ellas.

Con el viento a mi lado me visto de enamorado para escribirle poemas de amor al viejo sol que guardo en el cielo estrellado.

Con los recuerdos de la juventud me hago un soneto fulano y calavera.

Con la soledad a mi lado me hago el amor con la mano.

La primavera aunque se vista de seda, desnuda se queda.

lunes, 21 de marzo de 2011

Situaciones de la vida cotidiana

Situaciones de la vida cotidiana

Desperté sin ropa y con mucho frío. En el suelo había restos de vómito y botellas tiradas. Me dolía la cabeza, mi corazón latía de forma extraña y mi garganta estaba irritada por el abuso de la nicotina.

Mi almohada estaba húmeda y sentí un movimiento en el lado de la cama que jamás uso. Intenté recordar los hechos de la noche anterior pero no tenía el menor recuerdo. Me daba miedo voltear y encontrarme con algún tipejo grotesco.

El cuerpo me dolía y la melancolía de un nuevo día bajo los efectos de la resaca astillaban mi autoestima.

Tenía la entrepierna reseca y me dolía la cadera. Sin duda alguna había sucedido algo lujurioso y tenebroso en el transcurso de la madrugada. Los pies se me congelaban y el cuello se me entumía pero tenía miedo de moverme y sintonizar con la realidad que me esperaba.

Había jurado no beber –al menos no de esa forma- desde esa vez en que desperté en la casa de Quiensabequien a lado de Quienesonestos con el cuerpo adornado de besos amoratados y un variopinto collar de dildos horroroso acompañado de un dolor punzocortante en cierta parte escondida de mi cuerpo y una agria sonrisa en el rostro.

Volviendo al momento…

¿Qué diablos hice la noche anterior? Sólo recuerdo estar pintando el último lienzo para mi exposición, beber un paquete de cervezas y fumar un nevado que había guardado durante meses en mi chamarra de cuero.

Escuchaba los pajarillos cantar y el típico movimiento de la ciudad a eso de las diez de la mañana. Tenía cosas que hacer, debía levantarme, enfrentarme con las consecuencias. Curarme la resaca.

Sin pensarlo demasiado me levanté y cubrí parte de mi cuerpo con una sábana.

Me aclaré la garganta y con el corazón retumbándome en las sienes giré la cabeza con mucho temor para ver a la persona al otro lado de mi cama.

¡Sorpresa!

¡Era mi novia de aquel entonces!

Me alegré tanto de ver sus robustas carnes desparramadas en el colchón y su melena rojiza aplastada contra su ropa que había usado como almohada.

La pobre era horrible y se decía enamorada.

Al menos no había vuelto a caer en orgías de moral flexible -como les llamaba una fulana que conocí cierta madrugada-.

Fui al baño, levanté la tapa y comencé a mear silbando una melodía de triunfo mientras trataba de recordar cómo había llegado aquella dama oronda a mi cama.

Cuando las putas tienen sueño

Sabes que estás con un hombre con el corazón partido:
Cuando estás a lado de un viejo amarillento que te paga la bebida, el ruido y la compañía mientras él se fuma un cigarro con su melancolía.

Sabes que es tiempo de huir:
Cuando las luces del tugurio se prenden y los restos del banquete se pierden entre pieles flácidas navegando en vómitos indigentes.

Sabes que hay que partir:
Cuando el hambre te destroza el estómago, la cerveza ya no cura sobriedades y las putas bostezan en un rincón contándose las novedades.

Te sientes sorprendido:
Cuando las putas tienen sueño y tú tienes ganas de algo -más fuerte- que pueda romper el hielo de esa monotonía.

Algo como un buen plato de chilaquiles y una limonada con hielos.

Entonces te llevas al viejo a dormir y tú te vas a tu cuarto de hotel, coges un ordenador portátil y escribes algo sobre la noche anterior mientras comes los restos de una hamburguesa en estado de descomposición.

Perote - Febrero 2007