El relámpago absurdo del silencio
en tus manos me rompe la calaña
de versos que escondí en esa vieja cabaña
de abolengo cabrón que aún me agencio.
Extraño tanto arder entre tu cuerpo
y renacer en soles literarios
entre orgasmos canallas, solidarios
y mercenarios, fieles a un mar terco.
Bebamos aquel vino disoluto
y vamos a bailar con las estrellas
un danzón pornográfico y astuto.
A mi edad sobran lágrimas rapaces,
monólogos infames de camellas
y un corazón desnudo, sin disfraces.
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