martes, 29 de abril de 2008

Ruego onírico (protección paternalista) con las alas plegadas y de cabeza sobre tu cabeza.



Destiérrame de las aguas negras y suplícale al santo - y a su cabrón dragón- roer mis huesos toda la madrugada derramada de luna llena.

Escupe mi decapitada cabeza y dale de comer a los perros.
Besa afanosamente la imagen detrás del espejo,
sumérgete en los senos del vino más añejo.

Abraza tu corazón y exprímelo hasta que por favor, dulce amor mío te mueras.
Con tu espada de huesos, me cortabas las patas de tarántula.
Mil colores /mil ojos.
Te lanzaba improperios y te enmarañaba en la miel más rasposa que tu cuerpo desnudo haya sentido jamás.
Teje con el semen de naciones perdidas una cama
donde duerman mis heridas.
Educa a las alimañas para que canten las coplas del demonio volador que vomitaba y te violaba por las noches hasta que tu boca reventaba preguntando su nombre.

Y el eco te respondía diciendo: Asmodeo.
Coge una almohada, vida mía,
y enseñame lo que es morir
sola y olvidada.


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