jueves, 1 de mayo de 2008

"Cindrella"

Voy a navegar en el océano diluido de tu sonrisa, en un barco fabricado con las páginas amarillas del cuaderno cotilla en el que te escribo.
La sal del viento lamerá mis labios hasta que pueda llegar a los tuyos y construir ahí una mansión de besos lentos y morenos.
Vamos a coleccionar momentos y carnavales. Olvidando el cuerpo frío de los celos infernales que son el lado voraz de las faldas otoñales.
¿Dime qué puedo hacer -suspiro de mi blasón- para erradicar de tu corazón ese brebaje amargo que le susurra pantomimas al oído?
Me muero de ganas de decirte con el cuerpo lo que mis palabras parcas no han sabido relatar.
He viajado por el tejado de tu casa, maullado en el balcón como gato enamorado que se esconde en las sombras de tu cuarto, imaginando que en tus sueños tengo al menos una soledad almidonada.
No quiero que me ofrendes tu vida entera ó una perpetuidad que sólo sirve para preservar el fiambre en los rincones del campo santo.
Quiero que me des un presente dulzón y sin mentirás.
Y si me das el corazón, dámelo en algo más que en eneros llenos de ceniza en mi cenicero; en más que dimes y diretes que no le hacen bien a mi presión y a mi diabetes.
Yo tengo una maleta llena de labios castizos que saben jurar -sin jurar en vano - y jugar al doctor que cura sin medicinas, esos males de amor.
Voy directo al naufragio, a la senda de tus manos, al cariño con amor de los humanos, al momento eterno en que das la llave de tu cuerpo a la mirada ajena de mujer.
Puedo soltar sin prejuicios el ancla de mi barco, que se engancha en la arena blanca de tus huesos, enterrar un cofre sin tesoro y quemar la tenencia del viejo Holandés Errante en un palpitante aullido sin miedo.
No temas de las palabras vacuas, que son el alpiste que devoran las lenguas timoratas.
Que no llegue a nuestra historia de dos, la fatiga sin razón del desconcierto.
Nos quedan caminos por descubrir en nuestro propio cuerpo y aún tenemos botas y nos sobran suelas.
Sé que tengo más años metidos en los bolsillos que tú, los que tienes afinados en las coplas de tus suspiros. Sin embargo, lo añejo del eco de tus cantos lo añoran incluso las aves más viejas que sólo saben croar al espacio.
Déjame ser el capitán que conquiste los mares de tu espalda, deja la casa del árbol y anímate a ser por hoy, la princesa pirata de mi corazón.





No hay comentarios: