jueves, 1 de mayo de 2008

Transubstanciación aracnotrópica utópica






"Sin plumas vuela y cabeza abajo asela"
_Frase popular de Cantabria






Descalzo, con los pies bañados en sangre y la voluntad crucificada en espesa soledad; he llegado por fin a ese enorme palacio construido con huesos, hiel y mucha seda arácnida, esa antigua construcción oculta en la profundidad de una selva mortecina, en donde todos los simios que vislumbré, usaban labial. Maquillados, viajaban de una rama a otra, narrado historias épicas de un mundo civilizado y sodomizado por sus propias perversiones.

El palacio vertía por sus paredes el veneno con el que lentamente fue construido, se erguía varios metros sobre las nubes arreboladas y despedazadas por el viento.

Sus puertas estaban adornadas con arabescos de sanguijuelas y los arcos de medio punto sostenidos por columnas en forma de ojos agusanados.

A lado, calaveras maquilladas, pertenecientes a los antiguos peregrinos que por accidente o locura concatenada habían llegado a ese lugar tan inmerso. Los cráneos se mostraban impasibles entre la niebla espesa de arañas bipolares y andróginas. Tatuadas en la espalda llevaban miles de formas simétricas y aritméticas.

Una a lado de la otra, las arañas formaban con su espalda tatuada las fauces enormes del antiguo bardo, el que había sacrificado al cordero pestilente en honor a la vieja serpiente dorada. La que dormita bajo las heladas aguas de la mortecina selva.

La pared arácnida se mueve, la masa grotesca de alimañas comienza a ejercer una especie de danza en la cual simulan a la perfección la imagen del bardo moviendo los labios y su voz surge en forma de viento filtrado a través de los orificios dejados por los gusanos en las viejas hojas ocres, muertas en pos de una ilusión perecedera.

siendo así, el holograma comienza a hablar.

-Deforme funámbulo de una noche sin par,
tus pasos consonantes entre espina y hueso,
tu respirar entrecortado y tus pulmones podridos
por inhalar los tropos en forma de niebla…
Tus alas rotas te traen a mi claro de hiel.
Y desnudo ante las alimañas vestido únicamente
con el vello putrefacto de tu tardía “evolución”.
Tu propia humanidad de cristal se reventará
en millones de partículas,
y esas esquirlas serán las que por la noche,
mientras las sombras se transforman en animales;
te darán la muerte y perpetuidad añoradas…

A terminar su discurso, mi cuerpo desnudo, había sido cubierto por un fino vestido de seda colorida, confeccionado por pequeñísimas arañas multicolores, rápidas y silenciosas.

La túnica labrada para mi, en su centro presentaba un viejo pasaje de los escritos herméticos del valle subterráneo de la muerte.

En ese reluciente pasaje bordado se mostraba al monstruo rodeado de enormes bestias con cuernos, diademas y coronas de oro. A su lado, un enorme ángel con mirada dulce y complaciente le lamía el oído izquierdo y le acariciaba el pecho.

Libre de las dagas filosas del viento amoratado, me postré frente a la imagen. Cogí una piedra filosa y tracé la runa que me había enseñado el viejo Topo con la flauta, el que dormitaba en el árbol sangrante.

La tracé en mi muñeca izquierda y dejé que mi sangre se vertiera gota a gota en las rocas hasta haber creado un río pequeño que inundaba a las hormigas.

Antes de caer en el delirio próximo a la muerte detuve la hemorragia con la hoja empapada desaliva de la iguana. Aquella que me había hablado antes de internarme en mi ostentosa peregrinación y que en un acto de fe había escupido en una hoja su potaje orgánico.

Varias tarántulas descendieron de los árboles y bebieron de mi sangre, se postraron bajo los cientos de arañas que formaban la imagen del bardo.

-Tu sangre diluida en tiempos de euforia,
tu rostro pintado con el color de tu sonrisa,
tus sienes amargas y tu lecho de sal…
El alimento perfecto y el sacrificio mundano,
ni todos tus huesos ofrendados a mis vástagos
serán suficientes para entrar en mi morada,
tus labios jamás beberían de la espuma de Kaedhara,
princesa de mi añorada vida pasada, casi postergada.

Cada frase blasfemada por el holograma me envejeció y descubrí mis manos en estado de putrefacción, mis barbas y cabellos se habían tornado de un gris enfermizo, mis huesos se desmoronaban y mi piel se derretía.

Con la misma piedra, tracé una línea grotesca en mi pecho y mi temblorosa mano se enterró en él, despedazando mi tórax hasta encontrar lo buscado.

Extraje un recipiente hecho a base de huesos y cristal; dentro se encontraba mi corazón curtido con limón y veneno proveniente de los colmillos de la cobra, reina de los montes absurdos del azufre.

Con pasos vacilantes llevé el recipiente bajo la pared arácnida, a un lado de las tarántulas vampíricas.

La luna iluminaba sus ojos dándoles un aspecto meticuloso.

De pronto la tierra comenzó a cimbrarse y un sonido horrible comenzó a gestarte en la inmensidad de la noche. Los simios dejaron de hacer poesía y comenzaron a gritar asustados, caían de los árboles, muchos terminaron muertos.

El sonido provenía de la mole de arañas que se dejaban caer, destruyendo así la pared que habían forjado y disolviendo la imagen del bardo. Envolvieron a las tarántulas y las devoraron al instante al igual que mi corazón.

Con el mismo alboroto que habían formado se fueron apilando una encima de la otra a una velocidad increíble y su telaraña les servía de soporte, estaban formando otra imagen, ésta vez no era un holograma, esta vez era un titán tridimensional.

La aglomeración me pareció de lo más poética, pero no pude proferir ningún sentimiento alterno pues ya no tenía corazón.

La transformación culminó en una tiránica araña, que se elevaba por encima de los árboles, la telaraña que le colgaba en jirones daba una visión horrible cuando se filtraba con la luz neón de la luna, se hacía fluorescente, y parecía cantar.

La bestia se aproximó a mi y con sus tenazas se hirió el pecho del cual manó mucha sangre.

-Bebe y báñate.

Su voz resonó en mis huesos y su vibración me hipnotizó.

Así lo hice, me bañé de esa sangre oscura y bebí hasta quedar satisfecho de mi sed.

La araña se curó la herida con su propia seda.

-Sentirás la muerte, verás florecer la hiel,
tu sangre es veneno, tus huesos miel,
la luna será tu amor eterno,
eres una araña ahora…
Vivirás de la noche.
Inmortal entre los inmortales;
custodiarás mis tierras, lamerás mis huesos,
me será fiel,
me serás leal.

Mi cuerpo se hizo joven de nuevo, todo en esencia era más cristalino, y me arrastraba ante la incapacidad de usar mis piernas.

Una tarántula de coraza rojiza cayó del árbol en el que habitaba y comenzó a patalear a mi lado, la cogí y de un sólo golpe, la incrusté en mi pecho.

Sentí como mi nuevo corazón de seis patas comenzó a trabajar con una fuerza devastadora, mis alas rotas crecieron y se tronaron enormes planeadores de seda arácnida, el hambre me tiró al suelo.

Necesitaba sangre y bebí del suelo.

Con pasos lerdos me aproximé a la bestia ahora con cara humanoide, forjada con las propias arañas.

Representaban de nuevo al bardo. Me postré ante él y le juré mi eterna perpetuidad.

Los cráneos maquillados aplaudieron con sus mandíbulas, los simios comenzaron a hacer poesía y a lo lejos en una ventana, Kaedhara con un crucifijo roto celebraba mi osadía.


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