martes, 26 de mayo de 2009

Las crónicas anacrónicas del niño zombie

Sucursal Gomorra



El recinto beatnik-surrealista en una tertulia improvisada con los Subterráneos e invitados.


Yo iba agarrándole la mano al joven aprendiz de fulano y el a su vez iba agarrando las manos de Nesi. Nuestras sombras se alargaban sobre el pavimento gracias a los postes de luz amarillenta que se escurría sobre la noche. Éramos como una pandilla de gatos canallas que iban en busca de aventuras gandallas entre callejones y tejas de un Comitán que ya se estaba durmiendo.

Nuestro plan original era ir al bar más cercano de casa, el tan famoso Wings y luego regresar de forma coherente y civilizada a dormir temprano para soportar el peso de una madrugada desperdiciada por el ruido asqueroso del despertador enamorado de las 5:10 de la mañana.

El joven aprendiz, llamémoslo Ábez, con esa actitud hiperactiva que sólo se compara con su lascivia comenzó a pedir un cigarro desesperadamente mientras sus ojos se iban inflando con el helio cotidiano de la adicción a la nicotina y al mambo nocturno.

Nesi, de su bolsa mágica, esa donde cabe al menos la mitad de su ropero y a veces es basurero, sacó una cajetilla de Marlboro blancos que había comprado en la tarde mientras caminábamos insolados por Guadalupe de regreso a casa.

Fue entonces que la nicotina comenzó a apaciguar las ansias extrañas y comenzaros los comentarios fermentados en negatividad.

“¡El Wings no va a estar abierto”!

Aunque trataba de ignorar esas palabras pronunciadas con tal contundencia algo en mi interior me decía que podría ser verdad, después de todo era el domingo de una ciudad que apenas está descubriendo su primera menstruación urbana.

Estaba un tanto preocupado pues la caminata me había secado el gañote y tenía más de muchasnoches sin salir de fanfarria y fanfarronería a lugar que no fuera el Timonel Bar.

¡Es un alivio poder emborracharse en un lugar en el que no tengas que servir de mesero!

Nesi y Ábez platicaban sobre algún tema cualquiera o quizá sobre la aventura de su noche anterior en Timonel cuando incitados por algún duendecillo o gusano comenzaron a entrar en un estado de perfecta lascivia que terminó con una notable y jocosa erección en los pantalones del mancebo y a una parvada de metaleros
(incluyendo a Nesi) mofándose de él por su contundente excitación.

Todo comenzó con la famosa dinámica Saboriana de cuestionamientos surrealistas que el buen Ábez respondí aunque su rostro se tiñera de todos los colores que pueda captar el ser humano.

¿Te has apareado con una gallina?

¿Te gusta el escote de Nesi?

¿Te has estimulado en un cyber café?

¿Le has dado una correcta estimulación a tu próstata?

¿Es cierto que le besaste el pene a tu mejor amigo?

¿Te gusta la pornografía?

¿Fornicarías con una niña de 5 años?

¿Te gustaría fornicar con Nesi?

¿Te gustaría un beso de ella?

Cuando el dijo que sí y Nesi respondió de igual manera ambos labios no tardaron en encontrarse en un beso tímido per con vísperas de un futuro no tan distante.

(Abucheos)

-¡No, no!

Hay que hacerlo bien.

Agarré la mano izquierda de Ábez y la puse en el seno de Nesi y la derecha sobre sus glúteos. La mano izquierda de Nesi fue a parar sobre la mejilla del mancebo y la otra sobre su cintura. Y tras instigarlos a que intentaran de nuevo, se dieron un beso más contundente con lenguas que vibraban cual colas de cascabel y emitían esos clásicos chasquidos que nacen entre dos labios que se besan y se van apasionando cada vez más.

(Glut, glut, glut, glut)

Se dieron una mirada lasciva, Ábez se sonrojó y de pronto algún otro duendecillo malvado gritó:

¡Miren, se ha puesto erecto!

Toda la cofradía de mega rudos Metaleros (que siempre van a la barra de bar y me dicen con voz aguardentosa entre blacker y heavy… “Algo de Metallica, no wey).

Comenzaron a señalarlo y a reírse estrepitosamente de la entrepierna de Ábez que ya se cubría con sus manos y con una cara hinchada por la pena.

Nesi sólo reía.

¿Se habrá puesto en la misma situación hormonal del mancebo?

Al final cerramos temprano y todos nos fuimos por nuestro lado. En una hora, la telepatía celular de Nesi comenzó a sonar. Estábamos en casa y comíamos algunos restos de comida y peleábamos con mi madre sobre sus comidas con moho.

(Bip, bip)

Era Ábez que al parecer había quedado un tanto nervioso de la entrepierna y comenzó con mensajes sugerentes ante la señorita que los leía con una sonrisa de oreja a oreja.

-¡No le voy a contestar!

Ante esa negativa, yo me ofrecí, como buen caballero a responder esas malévolas palabras cargadas y recargadas de lujuria.

-¡Te va a reconocer!

-No me va a reconocer, ya verás.

Y comenzó un intercambio de mensajes repletos de lujuria hasta que el inexperto mancebo mandó un mensaje que podría considerarse como emo y carente de todo concepto. Tanto Nesi como Yo decidimos dejar de responderle por soberana injuria a la poética pornográfica y binaria.

¡Nunca supo que era yo!

Quizá ahora lo sabe si es que está leyendo estas líneas anacrónicas vertidas en la soledad de soledades.

A la mañana siguiente, marcó a casa muy emocionado y según (que casualidad) sólo quería saludarme y enviarme palabras afectivas y poéticas.

El hideputa jamás había marcado a casa por ningún motivo y yo respondía cariacontecido al teléfono tratando de adivinar sus verdaderas intenciones.

Según él, iba a hablarle a su Liz pero la muy malvada y traidora se había ido a un rancho a vivir la vida loca.

Sexo inseguro, enervantes, alcohol y rocanrol del que hacen ahora.

(Gulp)

Entonces había decidido marcarme a mí.

En realidad quería hablar con Nesi que estaba hospedada en casa pues había venido de tierras lejanas. Muy lejanas.

Comenzó a contarme todo y Nesi lo escuchaba y reía.

-¿Está ahí?

-No, Ábez, no está, yo estoy en mi recámara y ella en la suya.

Mentí.

Siguió contando sus aventuras de mensajes extravagantes.

Nesí rió fuerte.

-¿De verdad no está ahí?

-No, no está…

Volví a mentir aguantándome la risa.

Le dije que le extendiera una cordial invitación a la mansión beatnik-surrealista de Bambino.

Al parecer era una buena idea.

Le pasé el teléfono a Nesi y comenzaron a ponerse de acuerdo para salir por la noche.

Una vez más me encontraba entre Calistos y Melibeas.

¡Vaya Celestina!

¡Vaya Cyrano!

Toda esa cursilería espesa que tengo en alguna parte de mí ser y que por otro lado es rechazada la uso para ayudar a mis colegas con sus enamorados o enamoradas según sea el caso.

Los fulanos me veían raro por ir un poco lejano y callado…

Callado.

(Tiempo de recuerdos)

La noche era un enorme murmullo lejano. Las voces distantes se perdían en el movimiento rutinario, llantas que embarraban su cuerpo sobre el pavimento.

Rodaban de prisa como de prisa ruedan mis sentimientos, mis recuerdos.

“¿Por qué no hablas?”

Me dijo alguna vez Sónica. Eres un tipo demasiado inteligente pero demasiado inseguro, sino hablas no habrá creación ni recreación en tu entorno. La idea es pensamiento, es raíz que crece en la palabra misma que después se vuelve una obra.

No te quedes sólo en la raíz del pensamiento.

¿Por qué me acordé de eso mientras caminábamos?

Sería Cristal, el hijo de Sónica que me enseñaría algo tan peculiar que cada que trato de guardarme un comentario comienzo a delirar hasta que lo expreso.

Siempre he tenido ese toque Cyranesco, siempre escribiendo cartas, enamorando con lengua ajena y luego viendo el fruto de mi creación.

Una vez conocí a una chica que mientras bebía una Cerveza y fumaba un cigarrillo cubano me dijo:

“No podemos pasarnos toda la vida así. Mejor nos escribamos cartas sin volvernos a ver. Prefiero eso a escucharte sólo asentir o reírte y decir “Divertido”.

¡Qué divertido!

Al final tuve mi catarsis.

Pero…

¡Joder!

El Wings estaba cerrado. Una malévola lona decía en letras mayúsculas para ser precisos y claros con los borrachos dominicales:

DOMINGOS CERRADO.

Fuck me two times!

Ábez me decía telodije en un tonito grotesco y acusador, pero después de todo era la verdad, me lo había advertido.

Entonces recurrimos al plan que de una u otra manera ya estaba trazado. Ir a la casa de Bambino y llevar alguna sustancia embriagante para mitigar el calor y todas las penas que nacen del amor.

Tuvimos una larga caminata hasta la tienda más cercana en donde nos abastecimos con apenas unas cuantas cebadas.

Entre Ábez y yo pusimos el líquido dorado y Nesi compró la botana.

¡Todo estaba listo para comulgar con Baco un domingo fulano!

En nuestra romería pasamos por casa de uno de los fulanillos que estaban la noche anterior en el bar con nosotros y grité su nombre.

Abrió su cortina y nos observó, lo saludamos de lejos invitándolo a la tertulia, pero el caballero decidió cerrar su cortina y apagar la luz de su habitación.

Por un momento pensamos que se había alistado para irse con nosotros pero pronto descubrimos que simplemente nos había mandado al carajo y nosotros, perdedores, seguíamos esperándolo en la puerta de su casa.

Cuando descubrimos que habíamos sido ignorados comenzamos nuestro camino a la casa de Bambino que ya estaba a unas cuantas cuadras.

Al entrar sentí la energía bohemia del recinto, como si sus paredes me hablaran y sus ecos fueran la vocecilla que empieza a hablar en susurros a mi mente cuando deja de ser consciente.

Comenzó a manar el dorado líquido y el redoble de vasos y los cigarros descalabrados en un cenicero obscenamente repleto de colillas.

Como cada noche de tertulia comenzaron a surgir las ideas y los planes y toda esa parafernalia poética y adictiva que tanto nos gusta a todos los que asistimos por ahí quitándonos esos lazos de prejuicios e incomprensión de la sociedad en general.

Ahí no tenemos que desplumarnos ni ponernos una careta.
Brindamos y brindamos y de pronto de la nada hace una aparición mística o quizá algo cercano a un delirio cósmico.

Dreadlock hace acto de presencia con un escudero que le seguía con reverencia los pasos.

Muy callado, apenas y pronunciaba monosílabos o simplemente se reía de su entorno.

Muchos incluso tenían la teoría de que era un iluminado que sólo se dedicaba a dar testimonio de nuestras mundanas payasadas.

Dreadlock con todo ese júbilo saludó a todos con palabras mágicas y lanzando bendiciones a la mano que chocaba con reverencia a la suya.

Todos guardamos reverencias y ofrecimos bebida al gurú el cuál aceptó gustoso y con cara de satisfacción y benevolencia.

En cada trago se iban desprendiendo los alfileres del corazón y una especie de psicodelia nos invadía a todos.

Nesi se veía un tanto cohibida, aburrida o quizá los alfileres de su pecho aún no acababan de caer y estaba escribiendo un cuento en su celular.

La noche se iba transformando en madrugada y mi decisión ya estaba tomada no iría a trabajar el lunes, no podría iría con tal frenesí y psicodelia que quizá llegaría a la universidad a provocar una revolución o un acto nudista.

De pronto acaba la cerveza y me veo sumergido en la carroza mística de Dreadlock, su escudero y Bambino.

¿Cómo diablos aparecimos ahí?

¿A dónde íbamos?

La respuesta es sencilla, recorríamos la ciudad oscura para comprar más líquido embriagante.

Por decisión unánime compramos dos botellas de Tiburón, unos cuantos refrescos y una cajetilla de cigarrillos.

De pronto me encuentro nuevamente en la mansión de Bambino sirviéndome el preciado aguardiente y acompañándolo de no recuerdo que refresco.

Comenzamos a hablar de todo lo que se habla cuando se quiere corregir al mundo detrás de una botella con algunos grados de alcohol y una noche que parecen todas.

¡Qué fácil es desfacer los entuertos cuando se está borracho!

Los rostros se tornaban más brillantes y sacaban luces por los ojos cuando comenzaban a hablar de las filias y las fobias que se pueden tener en un mundo colonizado por la tecnología.

¡Bendito y maldito internet!

Recuerdo que estaba pensando en los que se pasan todo el día o toda la noche frente a la computadora.

¡Recordé que yo era uno de ellos!

¡Qué miedo!

¿Llegará el día en que olvidemos lo que es hablar frente a frente con otro humano?

¿Por qué diablos pensaba en eso?

Me dirigía al baño y me encontré a Ábez y a Nesi abrazados en un pequeño pasillo.

¿Cuánto tiempo me perdí?

Hice lo que debía hacer con la precisión que no debía y a salir m encuentro en una completa penumbra y sólo logro distinguir extraños tentáculos que se mueven en la oscuridad.

¡Por Satanás!

Era como imaginarse a una de las mascotas de Lovecraft.

Pronto me di cuenta que eran ese par de tórtolos en penumbras, yo me iba a largar cuando alguin me tomó del brazo y me dijeron:

“Necesitamos un abrazo”

Les di un abrazo y sentí garras que me succionaban al abismo de un cuarto.

Borracho pero aún conservaba un poco de fuerza y nadé y nadé hasta salir a la superficie lograr llegar a la sala donde se encontraban los demás.

¡Qué miedo!

Casi me quedo sumergido en esa penumbra y en ese amasijo de pensamientos concupiscentes que sentía a mi lado.

Tuve que tomar un buen trago de Tiburón para reponerme de tan tremendo susto.

Cuando me preguntaron sobre lo que pasaba ahí, no pude responder, sólo vieron mi cara pálida y asustada y comprendieron que era algo extravagante.

La música seguía y de pronto vi a Nesi y a Ábez sentados en un sillón, de alguna u otra forma ya habían aparecido por ahí. Recuerdo que Irán me mandaba mensajillos y Cindy había mandado saludos para todos los fulanos del recinto.

Para ese entonces era difícil recordar mantener la compostura y estaba sentado en el suelo escribiendo en mi celular cuando de pronto levanto la vista y veo a Dreadlock sin pantalones y caminando como un león por toda la sala. Con misticismo y elocuencia promulgaba la libertad de los cuerpos. Decía que la ropa no debería estorbar ningún pensamiento, ningún respiro, ningún fluido.

Contorneaba la cadera y nos miraba de reojo a todos incitándonos a hacer lo mismo. Varios se quitaron las playeras y por miedo a desentonar yo también.

El gurú no estaba conforme, levantaba las manos, fruncía la cara se veía molesto.

Nos incitaba al completo nudismo y hablaba con profundidad, con magia.

Yo me negaba a quitarme los pantalones fervorosamente y de pronto el se aproximó a mí con los brazos en la cintura y con un dedo acusador me señaló y me dijo:

“Hemos leído a Kerouac”

¡Esa frase fue mágica para mí!

Comitán blues…

Y me bajé los pantalones sin quitármelos.

El gurú apagó las luces.

Nesi ya estaba completamente desnuda.

En menos de lo que trataba de comprender la escena el gurú y Ábez ya estaban enganchados a ella.

A pesar de la penumbra podía ver la transformación de Dreadlock, estaba en un estado de nirvana y su cuerpo se transformaba en un costal de lujuria pagana.

¡Qué desorden!

Yo me puse a bailar una extraña canción mientras veía la escena en un estado profundo y retrospectivo.

¡Me había olvidado de subirme los pantalones!

¡Maldito sea el exhibicionismo!

Me los acomodé bien pero por la penumbra no encontraba mi playera ni mi chaleco ni el maldito vaso de tiburón.

¡Por suerte no lo encontré jamás!

Si hubiese tomado ese vaso seguro ahora estaría en coma.

Me agradaba la idea de estar presente ante tal happening pero la situación se tornaba aburrida. Dreadlock y
Ábez rebotaban sobre el cuerpo de la dama tratando de introducir sus lenguas por lugares profanos.

Bambino hizo aparición…

Había salido y al entrar a su sala se dio cuenta de la escena tan macabra y se asombró y comenzó a hacer un baile extraño, quizá chamánico y gritaba con énfasis y emoción:

“Marqués de Sade, Marqués de Sade”

¿Cómo olvidar esas noches pasadas hablando sobre las páginas y las historias del divino marqués?

Dreadlock se levantó con un aire místico y enervante.

“¡Este licor es delicioso!”

Su cuerpo temblaba como gelatina y sus cabellos se movían de un lado a otro cual tentáculo de Davy Jones.

Ábez decía lo mismo pero en un tono más mundano.

La pareja de sodomitas me invitaban a que probara de ese cuerpo Nesiano que sucumbía ante la lujuria cual ángel de Sodoma.

Pero yo preferí quedarme de espectador.

“Catador de musas, catador de musas, no nos puedes fallar”

¡No pararon de decir eso!

Y fue tanta su insistencia que la fulana se aburrió y paró todo el acto.

¡Agradecí a Satán que todo estuviera terminando!

Dreadlock gritó:

“¡Hay que polucionar”

Polucionó.

El triunvirato se dio un abrazo jurando reencontrarse muy pronto en la última mesa del bar esquina del olvido.

Sólo quedaban sabores, recuerdos y sudores.

El acto había terminado.

Todos se vistieron con reverencia.

Nesi se vistió a medias, alguien le había robado la ropa interior como trofeo de una noche en la cual salió perdiendo el sillón, la sala y cuerpo al otro día, liándose con la resaca.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Y cuando leo estos cuentos recuerdo por qué es mejor estar lejos y no tenerte...

Anónimo dijo...

No cabe duda de que con usted se conoce gente diferente, como dice el cartel de Timonel jajaja...

Solo de pensar que alguien grito "Marques de Sade" con tanta emocion, puedo imaginar de un modo mas real esa escena que parece sacada del sueño humedo de un puberto cualquiera

Miss Malerige

Unknown dijo...

Excelente el cuento, no lo he leido completo pero lo que he leido esta muy bueno.
Estare de regreso para leerlo completo

El Angel de Sodoma dijo...

Recien encuentro dentro de mi barneybolsa, el ticket del expendio donde compramos la botana y el alcohol; pensé en esta crónica y no puedo negarlo: entre mas la leo, mas me fascina. ¿En verdad sucedió? Es como uno de esos sueños eróticos que me provoca la abstinencia y el sube y baja hormonal.

Historias como estas, le darán sabor a mi vejez (si es que llego hasta ella), aunque he de admitir que les falto desicion, pues ya que el Marques comenzaba a tomar nuestras ideas, debieron tratarme cual Justina, no lo crees?

Nesi