domingo, 22 de noviembre de 2009
Esmailín Alot volvió a brillar en ojos extraños
Lo conoció en la fiesta de un amigo en común. Ella se encontraba sentada en una mesa bebiendo vino tinto cuando él se apareció. Estaba borracho y tenía una pinta extraña que no encajaba en la ciudad donde se encontraban.
El chico fue a saludar a gran parte de los invitados y principalmente al festejado. Tomó asiento en una mesa donde se encontraban algunos de sus colegas que le recibieron con algunos abrazos.
Esmailín tenía una sensación rara. Sentía una atracción mundana por aquel extraño vestido de negro. Tenía un aire encantador a pesar de la cara de sangrón.
Comenzó con las averiguaciones y le dijeron que se llamaba Eslogan y que tenía por oficio las letras y el alcohol.
Esmailín apagó el cigarrillo que tenía entre los dedos y en una servilleta comenzó a escribir algo con letra apresurada, al terminar le pidió de favor a un mesero que le llevara la nota al caballero de negro quien luego de leer el mensaje y sonreir como sólo Malicia puede hacerlo, se colocó los anteojos y buscó a la dueña de esa letra imperfecta.
Esmailín bebía de su copa y veía como Eslogan recorría a los invitados tratando de encajar el rostro en aquel extraño mensaje. Cuando posó sus ojos sobre ella se detuvo un instante y siguió la búsqueda hasta que se decidió por guardarse la servilleta y pedir otra cerveza.
La remitente sacó otra servilleta y escribió un nuevo mensaje que nuevamente sería entregado al caballero de negro pero por otro emisario.
Esta vez, la reacción fue más graciosa, pues vio como las mejillas del chico se pusieron coloradas y fue la burla de todos sus camaradas. Con una sonrisa apenada comenzó a escribir algo en una nueva servilleta y pidió al mensajero que se lo devolviera a la misma dama.
El mensaje decía:
“Después de todo, conocer tu rostro rompería el encanto”.
La pequeña bromista prendió un cigarrillo y se puso a recordar que esa misma mañana le había dicho lo mismo que decía el mensaje a su novio y éste simplemente le puso una cara aburrida y le pidió que cerrara con fuerza la puerta al salir.
Envió una nueva servilleta repitiendo toda la parafernalia y en seguida llegó la respuesta:
“Sufrimos del mismo problema”.
Esmailín suspiró y lo vio con cautela. Se preguntó el porqué lo familiar rompe con lo espectacular y hasta le quita la pleitesía a la poesía.
El siguiente mensaje sería para pedirle el número de celular. Al obtener respuesta se despidió de sus colegas y se fue sin voltear a ver a su extraño.
Desde esa noche, los mensajes que antes eran menospreciados fueron enviados a otros espacios. En otros ojos consiguió caricias y otros labios le pintaron sonrisas.
Desde esa noche Esmailín Alot recuperó su poesía y se acostó temprano para enviar misivas a su extraño sin olvidar las dos palabras de rutina al novio de años que sólo daba un timbre de enterado.
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8 comentarios:
Grandioso cuento, me gustó demasiado la historia.
Lindo guarro, siempre es bueno leerte...sobre todo antes de dormir =)
¡Gracias!
las musas se han quedado sin ideas para otorgarle a los mortales inspiración...
el copyright hoy queda a tu favor...
delicia lo que pueden hacer tus dedos
M.M
...
linda historia
mi querido hermano...
tus letras siempre
son una delicia para
tu querida hermanita...
Besitos...
Que buena historia, me ha gustado mucho.
Que tengas una buena tarde.
Un abrazo.
jojo. Me gusta. Saludines, artista.
Las respuestas se encuentran en las palabras que no se piden. Como siempre te extrano don Daniel. Un saludo a tu dama y un abrazo para ti.
p.d. buscando letras antiguas
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