lunes, 18 de enero de 2010

Esta noche


Prepárame el invierno en la cocina de tu boca con un beso frío endulzado con el sudor de tus labios. Vierte en mí -con delicadeza- la miel con frambuesa que fabrican tus días de mujer cuando la luna muda de piel.

Vacía en mi corazón el jarabe de besos que preparan tus manos cuando acarician mi piel descalza sedienta de rasguños. Limpia de escarcha al metrónomo de mis latidos y canta la canción que escondes en el sótano de tus senos.

Abre el portón de huesos y muéstrame la ciudad de versos que dormita bajo el cielo de tu alma.

Pon tus miedos en un barco de papel y llévalos por una travesía al mar del inodoro.
Manda una tormenta de sonrisas y haz que muera la embarcación. Que no sobreviva nadie, que no paguen su derecho cristiano a la resurrección.

Comulga con la tristeza y acuéstate con ella. Acaríciale la piel y moja tu pluma en su saliva para escribir las mejores misivas de amor al mayor entre tus conquistas.

Deja de flotar con los pies que para eso tienes un par de alas refundidas en tu espalda. Abre los ojos y emprende el vuelo a las estrellas. Vuélvete polvo cósmico y fabrica planetas con tu piel. Convierte la materia en vida, transforma la energía, regresa a la tierra como un ángel transparente pringado de estrellas.

Esta noche quiero guarecerme en mi almohada y pintar en las cavernas de mis sábanas pinturas rupestres que hagan el recuento exacto de las noches que he pasado imaginando ser el sol que se escurre por tu piel. Ser la luna que te desnuda cuando estás a solas en tu habitación sedienta de las caricias en mano de varón.

Esta noche no tiene punto final ni suspensivo. Es un capítulo de horas que no puedo leer a oscuras. Son gritos lejanos, perros aullando, fantasmas caminando en círculos en mi cama, estrellas cayendo al mar, insectos devorados por arañas, zancudos robándome la sangre, serenatas a la mujer del prójimo, pasos desesperados, martilleos fantasmagóricos, televisores burlones, gatos enamorados y pensamientos de amor aglutinados en mi eterno retorno.

Esta noche vuelvo a leer poesía en esta habitación donde antes fuiste mía, donde dejaste la ternura en el suelo y te quitaste las bragas con la mirada perdida en la esquina más oscura de la lujuria.

Esta noche huele a café y al sudor de tus piernas. Tiene el mismo eco de tus ojos cuando sonríen con esa mirada que sustituye a tus palabras.

Quisiera que el sol se demorara un par de horas más y seguir llorando en esta oscuridad lágrimas de esperma que fecundan letras en el vientre de mi soledad.

Esta noche me engancharé a tus silencios, nadaré en tu orgullo, me bautizaré en tu sinceridad, ahogaré mis miedos en tus pies, me reiré de tus pretendientes, te dibujaré con ceniza y aspiraré -como se aspira la cocaína- las pecas que robe de tus hombros cuando te dormiste desnuda en Mazamitla.

Esta noche igual que anoche suspiro por ti, mi querida novicia. Antes que tomes el hábito de pitonisa déjame jugar contigo a burlar con lujuria los seguros de tu camisa y los retenes de tu sostén. Avienta la falda al abismo del suelo y cúrame las heridas con tus bragas empapadas con aceite de niña.

Esta noche eres mía, mañana será otro día.

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