martes, 10 de noviembre de 2009

La mirada disecada

Nurieta adoraba los ojos de Carlota por tener el color del mar. Se pasaba la noche besando el rostro de su amada acomodando palabras de amor hasta el final de la madrugada.

En ciertos días le encantaba acurrucarse entre sus piernas a beber la sangre juez y parte de la rutina de ser una dama.

Nurieta adoraba los ojos de Carlota porque al reflejarse se veía más blanca de lo que era, sus cabellos rojos parecían fuego y sus senos pequeños perdían el límite de los sueños.

Fabricaba esculturas con su cabello, inventaba planetas con su nombre y desvirtuaba a la luna por no ser tan dulce como ella.

Nurieta tenía la edad de las niñas y Carlota poco le faltaba para ser una vieja, pero su amor no conocía esas distancias que se miden en años y se cuantifican con canas.

Los ojos de Carlota sabían mirar sin desviar la mirada, sabían desnudar a las niñas sin ser despiadada.

Las dos sabían curarse la soledad incluso en las mañanas.

Nurieta adoraba los ojos de Carlota por ser los únicos testigos de sus alas rotas, de sus piernas chuecas de sus tetas cortas. Por adjudicar simetría a una fisonomía que apenas comenzaba a lidiar con la mutación de su anatomía.

Cuando se volvió mayor, su amada apenas caminaba. Se volvió abuela la mujer que tanto amaba.
Nurieta adoraba esa mirada que –a pesar de todo- besaba al culminar la mañana.

Carlota murió y Nurieta jamás volvió a sentirse enamorada.

Desde entonces, todas las noches limpia el frasco donde descansan esos ojos que tanto adoraba.

2 comentarios:

***ANAHIRIS*** dijo...

orale mi hermano
si es que esta
de uuaaauuu!!!
enserio las dos
eran damas???


Besitos.....

Malerige dijo...

ayyyy....OJOS!!!

mi trauma y fascinación....

un cuento digno para tener pinkysueños

desearia tener justo ahora, aunque sea en un frasco a aquellos Ojos que no me ven....ojitos pispiretos

M.M