jueves, 18 de agosto de 2011

Sordina

El orfeón de grillos no piensa obviar el silencio. El cielo se depila las estrellas y la luna esta en la rambla de la poesía. Desvirtuada por tanta mirada fulana y versos de poetas sin cuernos que rumian los versos más canallas de la madrugada.

Así es mi noche en la tierra nueva, en esta cabaña lejana que me cobija y me brinda los placeres de la soledad compartida con fantasmas y bulerías.

Hace tiempo dormía de día y me fugaba por las noches con mi imaginación trepidante. Escribía como loco tratando de encontrar un despojo de alegría, un brillo de luz que pintara una sonrisa en mi rostro de bala perdida. Me acompañaba la caféína, nicotina, música de doce compaces y el brochazo oscuro que escurría en mi pecho.

Buscando un resplandor que trasformara en un brillo cósmico al viejo gusano que soñaba con ser el ripio en el tintero de los malditos.

Maldito Poe, maldito Baudelaire, maldito Rimbaud, maldito Blake, maldito Gautier, maldito Stoker, maldito Leopoldo María Panero.

Los ecos atrapados en los huesos son el murmullo poético de nuestros muertos. El polvo de las botas es el manto del viajero que cubre del frío y del aullido del tiempo.

Ahora comparto los minutos con tus palabras que tintinean en una pantalla de luz.
¿Cómo pasó? No lo sé y no trato de entenderlo porque el intelecto es tan frío como el hielo.

Maribel, tan llena de suspiros, tan tierna, tan sonrisa de seda. A veces quisiera romperte las costillas en un abrazo mudo y espartano.

En el trile de tus palabras he perdido las 20 monedas del ahorcado, el pan y el vino, la lámpara del viejo Ali Babá y el garfio del pirata más terrible del mundo.

Tu mirada como dos camafeos de murano y tu sonrisa como el melotrón del mar cuando sube la marea en las noches de luna llena.

Campanilla rocanrol con aroma de canción mediterránea. Tienes un bar de melodías en la zona cosmopólita de Neverland con esquina en mi ciudad.

¿Cómo agradecerte el hecho de estar viva?
¿Cómo agradecerte el hecho de acompañarme en mi vida?

Ahora me pinto una sonrisa con labial en el pecho y me calzo los pies con pantuflas de nubes. Remojo los ojos en el old fashioned de tus sonrisas clandestinas.

¿Cómo agradecerte el hecho de ser el perfume de las divas?
¿Cómo agradecerte el hecho de ser la musa más persuasiva?

El orfeón de grillos no piensa obviar el silencio y la noche sigue oronda por el ponche de tus recuerdos.

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