miércoles, 17 de septiembre de 2008

Alegoría a Tú

En cada canto de sirena, en cada choque de espadas, suspiros de luna, asfixiados con el polvo de hadas para volar a tu ventana, en cada verso que tiré a la mar, en todas las cicatrices del frío garfio en mi pecho, en los segundos que no envejecen en una país aledaño al de las maravillas dónde las niñas siempre son princesas.

En cada aventura, siempre estuviste tú.

Tú, que con una mágica sonrisa iluminabas mi mundo de colores y que con tu dulce voz llenabas mi boca de sabores.

Sabores de pasión, magia e ilusión, que le daban un sentido a cada latido de mi borracho corazón, que remitía suspiros con aroma de sándalo en cada estación de tren, que en invierno, abofeteaba sin razón el timbre de tu nombre, nublando mi razón.

Razón cegada a voluntad, entregando el corazón latente de ti, por ti y para ti. Hambriento de tus emociones y sediento del néctar de tu cuerpo. Fantasías que no se encuentran en los jardines, pero se riegan con amor.

Amor, la canción perpetua de los poetas, el rito sagrado de dos ilusiones que convergen en un mismo castillo, que pierden la vida en la batalla de sus labios, que esculpen sus deseos con las manos abiertas, que moldean sus cuerpos con la lengua desnuda.

Desnuda frente al espejo palpando mi reflejo y soñando contigo, impulsando el deseo de tu cuerpo junto al mío, palpando, probando y saboreando tus amores asesinos.

Justo cuando muero descubro en mi cabecera a la luna sonriendo y debajo de mi… las estrellas que salieron de mi cuerpo.

Cuerpo que no encuentra cabida en las noches sin labia, a la almohada vacía, a las paredes rayadas con sonrisas y besos. Cuerpo que ofrendé al tuyo en más de un par de lunas llenas, que consagré al templo de tu inmaculada presencia, entregando mis ofrendas de siempre envueltas en caricias y en latidos de esos que nunca temen.


Daniel Saborío y Cristina Domínguez.

No hay comentarios: