miércoles, 7 de enero de 2009

Las crónicas anacrónicas del niño zombie

En donde los caniches pastan descalzos (emotividad en papel bond)

Hay nubes que dejan de ser intocables y se ponen a putear con los monumentos. Hay monumentos que dejan de putear y se vuelven intocables como tú (Ausencia) en este momento.

Los días se extinguen muy rápido y a cada hora que se marcha voy dando un paso más hacia el sur, a esa ciudad tan malditoempalagante a la que me han presentado como hogar.

Pero de eso, aún tengo mis dudas aunque digan que soy necio, que soy puros cuentos y que me hago del rogar.

Cretinos…

(Pienso).

No tengo ilusiones mayúsculas, quiero verdades desnudas, no quiero un coche de lujo ni ascender y ascender hasta caminar con los pies hinchados de tanta altura. Quiero aprender a sonreír como lo hacen los analfabetas, escribir cartas que se pierdan on the road, aprender a cocinar y tallar el nombre de alguna fulana en el herrumbre albino de mis palabras.

(Silencio).

Siempre que vengo a este lugar descalzo, el viento frío me muerde los labios, me da esa tremenda sed que no se quita con miel y vinagre.

¡Atizapán!

¡Hueles a tiempo!

Aún recuerdo caminar en este bosque en otro contexto, en otro momento, pero siempre, siempre… contento.

Los Pompis ladran histéricos y parecen tan lejanos, tan profanos…

(Lapso perdido entre nubes y fuego prendiendo un cigarrillo).

Comienzo a pensar demasiado y a recordar de más, se me ocurren tantas historias que no profundizo en ninguna por temor a no distinguir la realidad.

Al menos lo suficiente.

¡Sólo quiero escribir una carta que no parezca membrecía de hipocresía!

Pero me doy cuenta que si escribo pura mentira sería escribir la verdad de mi vida.

No entiendo querida Ausente cómo es que sigues desaparecida teniendo yo tanta argucia para adornar nuestras vidas.

Viento…

A veces parece que el cielo disfruta la monotonía de verse reflejado en el cristal de los coches esperando desnudar su cuerpo de estrellas muy entrada la noche.

El sopor de esta tierra, a esta hora del día, es tan ameno como la farlopa en romería de venas y neuronas. Me siento tan bien y quisiera sentirme peor, quisiera morir de puros achaques y poder descansar y ser el alimento de los agrestes caniches que viven ocultos en este colonizado bosque de fetiches.

(Sonido de rana… el celular vibra)

Baquente, querido Baquente, he recibido tu llamado en parábolas binarias, no temas, ahora voy a tu lado a destrozarme el hígado con tus excéntricos tragos de mala muerte.

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