martes, 13 de enero de 2009

Las crónicas anacrónicas del niño zombie

Ziggy (aún piensa que soy un espectro de la cerveza)


Desde la primera vez en que Baquente y yo coincidimos por el gusto etílico hemos recurrido a las galeras mágicas y bien surtidas del tan famosísimo Ziggy (no Stardust).

¡Todo un personaje dentro de Vaquillas!

Realmente no recuerdo de dónde surgió su sobrenombre, creo que fue Kathrina y su ocio quienes bautizaron al buen hombre proveedor de Chips verdes y obviamente cantidades obscenas de Indio litro doscientos bien frías y degustables.

Desde lejanos tiempos Ziggy me ha visto llegar con cara de ansiedad a comprarle un par de reliquias efervescentes, cura de males y elixir de poeta de banqueta.

Por alguna extraña razón cabalística y baquenciana el buen amigo sólo me daba para comprar 2 cervezas.
Ni una más ni una menos.
Quizá es una especie de rito pagano de culto hacia los caniches descalzos o algo tan profundo como los misterios del Nekronomicón.

Siempre han sido de dos en dos.

De tal manera que Ziggy siempre me ve transformarme de joven sediento y desesperado a pedazo de ser humano tambaleante que ya sólo alcanza a balbucear aguardentosas sodomías. Pero el siempre sabe que cuando voy con la famosa bolsa negra es porque ya se acabó el par anterior y voy por más de ese líquido transformante.

Una más de las misiones cuando voy a por cerveza es fijarme en el vecindario, ver la movilización femenina y avisar al buen Baquente sobre cualquier indicio de minifaldas y escotes que ronden cerca de su casa. Siempre tenemos la esperanza de encontrar un grupillo de señoritas (y aunque no lo fueran) con actitud lasciva y desenfrenada dispuestas a beber galones y galones de alcohol y principalmente a compartir su núbil cuerpo con nosotros gallardos galancetes de esquina y damas de limpieza.

¡Pobres perdedores!

Generalmente las borracheras culminan como las empezamos: Presumiendo su vasta colección de Metallica y Pink Floyd, SOLOS, amargados y con los ojos más trabados que antes escuchando discos extraños de rock noventero de su época de rebelde skatopunkista.

“¿Ya escuchaste este disco, Saborío?”

Su voz suena cansada y ojerosa mientras pone algún disco extraño One hit wonder del 91 y comienza a tararearlo mientras acompaña el ritmo con su etílica cabeza. Yo le digo que no lo he escuchado y comienza a mofarse en su más puro argot ñerofresa y me dice que cómo es posible que no lo haya escuchado si es una pieza fundamental en la música, en el rock, en su vida y casi casi es piedra angular en la simetría cósmica del universo.

¡Bah!

“Sirve las otras mientras yo pongo éste (disco), ¡Si no lo has escuchado no vuelvas a hablarme en toda tu vida!”

Cuando estoy sirviendo lo último del elixir dentro de su vaso comienza a sonar otra musiquilla extraña y distorsionada, retazo de grunge sabor a Kurt con Smashings pero un poco más avant garde con violincitos electrónicos.

¡Doble bah!

Cuando le digo que no tengo ni puta idea de quienes son los que cantan su queridísima canción menea la cabeza y hace un sonido gutural de perro con asma en señal de suma y evidente decepción.

Estando ya en un estado espiritoso y al no haber conseguido alguna mademoiselle concupiscente para nuestros planes sodomitas Baquente comenzaba a hostigarme para mandar interminables telepatías a algunas conocidas virtuales que rondan en sus terruños y que yo mismo no he conocido. Es así como comienza el peregrinar maquiavélico… voy por otras dos cervezas, el toma sus medicinas contra el reflujo y ya estando tranquilos con el vaso lleno comienzo a enviar miles y miles de mensajes al celular, hasta la fecha esa técnica desesperada no ha funcionado para nada, todas nos ningunean de las formas más extravagantes e increíbles. Seguramente pueden percibir nuestras feromonas de perdedores mayúsculos en vías de degradación humana.

“Háblale a Male”

“Háblale tú, a mi me va a mandar al carajo”

Me hace caso y comienza a marcarle y no es necesario decir que verdaderamente nos manda al carajo esquina con infierno.
Abatidos seguimos la batalla contra la sobriedad.

Cuando la cerveza termina siempre tiene alguna botella de alcohol adulterado de potencia sublime en especial vodka y tequila.

¡Cuidado con sus Cosmopolitans!

Son la prueba más contundente de que el temor a Dios se ha visto relegado por completo.

El mentado potaje es una bomba alcohólica y amarga que sólo pueden beber los mamarrachos más borrachos de las nobles tierras de Tepito.

“¿Eres una nena, Saborío, te da miedo?”

Cuando me dice eso ya tiene el rostro sumido y los ojos rojos llorosos como si hubiese consumido media hectárea de cannabis del rudo y camina cual anciano carcomido por las hemorroides.

“¡Me da asco!”

Respondo con el rostro igual pero con cara de idem.

La alcoholemia…

Cierto es que Ziggy es el punto inicial de una noche incierta que termina con la conciencia un poco nublada y el hígado más agujereado.

Quizá piense que soy un espectro de la cebada que cada determinado tiempo aparece mágicamente por sus tierras acabándose su bebida de par en par hasta la madrugada.

¡Bendito sea nuestro proveedor de cerveza!

1 comentario:

Anónimo dijo...

cada vez me gustan más estas cronicas.......deberás al final juntarlas todas a modo de libro, con empastado de tulipanes negros y pelitos canichescos


tanto Alcohol en estas letras, y yo tan sobria en estos momentos....joder