sábado, 20 de septiembre de 2008

La transmutación de Palatina en rosas

Las gotas de la lluvia limpiaban el cuerpo impregnado de sangre de Palatina. Ella no paraba de recitar poemas amorosos a sus muertos y sus muertos no paraban de llorar vistiendo con tierra a sus huesos.

El fantasma errabundo del loco de la mancha cabalgaba con su flaco rocín buscando una última batalla para amoratar su cuerpo. Viajaba con la cabeza de su amado Amadis de Gaula.

Palatina devoraba palabras lamiéndose sus propios pechos, dibujando con saliva sanguinolenta pictogramas de monstruos milenarios que gobernaban el mundo antes de que pudiera ser mundo.

Los Romeos dejaban de ser Montescos y las Julietas cobraban sueños en las esquinas de la vieja Verona a cambio de labios que no sabían besar con veneno.

Los pies de la musa moribunda aún podían caminar sobre las ruinas de su vieja

Babilonia. Sus pies hacían poesía entre los gusanos y el fiambre de las putas que dormían pasivas sabiéndose muy muertas.

Encontró al cadáver de su padre y arrodillándose comenzó a gritar su nombre que era el nombre de los rayos. En sus manos se manifestaron los santos estigmas y la sangre sirvió para mitigar la sed del muerto.

Pero su padre no se levantó del suelo, prefirió su marcha al infierno que volver a ser parte del mundo terreno.

Palatina se quitó los cabellos y se costuró las heridas.
Se echó a la tierra y se arrastró como serpiente mudando de piel.

Palatina se convirtió en rosas y su poeta jamás volvió a inspirarse en ella… su olvidada esposa.

Esa musa ha catado el polen de una nueva imaginación.

Dejó de ser la musa del viejo de Albión.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta Palatina inmaculada albergando el mas puro dolor de las beatas que al final se marchitan.
Beso Daniel.
Paulyna.

monimoni dijo...

aprendamos a vivir como viven los muertos...

ahora comprendo...

ellos duermen de día verdad...