miércoles, 14 de enero de 2009

Las crónicas anacrónicas del niño zombie

Por si el amor…

Vaquillas 8…

Baquente había solicitado mi ayuda para una misión completamente imposible, monstruosa, aberrante e incomprensible.

¡Arreglar uno de los cuartos de su departamento!

Esa habitación ahora es una bodega enorme de libros de Herman Hesse y Mario Benedetti, formularios, manuales de capacitación de su empresa de medicamentos extraños, cajas y cajas con artilugios de lo más extraños y anormales, una pila de biblias, libros de primeros auxilios y vademecums, películas piratísimas, juguetes rotos de Cami, dulces derretidos, pilas descompuestas, lámparas rotas, colecciones de discos, toneladas de ropa sucia, zapatos, bolsas, corbatas y bufandas Louis Vouitton, un sombrero folclórico que según Baquente es el mismo que usa Bunbury, una calavera de toro, un reproductor de discos compactos ultra descompuesto, una litera repleta de cajas y una cantidad inconmensurable de polvo y ácaros radioactivos.

Sino mal recuerdo la última vez que había estado en esa habitación era con Male (Creo que fue entre febrero y abril del año extinto) que estaba huyendo del aletazo tiburonesco que había atacado al buen Baquente tras una noche de cerveza, vino y Tiburón.
Al parecer la mezcla había atacado su cordura a tal grado que parecía que caminaba y se derretía.
Apenas se le veían los ojos y su nariz titilaba con una luz rojiza y enfermiza.

¡Graciosísimo!

Era como ver a un muerto saliendo de su tumba intentando hablar y expeliendo los tufos más extravagantes del mismísimo infierno y los brazos levantados cual hijo de Mary Shelley. Un verdadero autómata cetáceo de lo más jocoso.
Male se asustó un poco. Creo que no le pareció graciosa la idea de ser ultrajada al más puro estilo Baquente Garcés.

Béla Lugosi hubiese querido ese look demacrado, ojeroso, seboso y espantoso para interpretar al buen Drácula.

¡Yo moría de risa! Y me preguntaba el por qué no tengo amigos normales.

Baquente trataba de atrapar a Male y Male se escondía detrás de mí, la escena era como de cine mudo de terror y yo no podía parar de reír
Lo imaginaba todo en blanco y negro.

Después de un buen rato asi, le dije a Male que se metiera a la habitación de la litera y ahí nos metimos para tratar de dormir y reposar un poco la alcoholemia. Cerramos y colocamos el seguro para evitar los ataques infrahumanos de Baquente el muerto viviente pero no sirvió de nada.

¡Baquente estaba poseído por el mismísimo hijo de Sam!

Comenzó a golpear desenfrenadamente el picaporte queriendo entrar. Al percatarse que la puerta tenía seguro de su finísima cartera Vouitton (sí, nuevamente la maldita marca) sacó una tarjeta de teléfono para tratar de introducirla en la ranura y abrir la puerta.

¡Clack, clack!

A ese punto yo no sabía si su intención era ultrajarnos a los dos y devorarse nuestros sesos o simplemente matarnos para su deleite necrofílico.
Después pensé que a quien realmente quería ultrajar era a Male y eso me tranquilizó un poco, al menos mi integridad y virginidad seguirían santas e intactas como siempre.

¡Clack, clack!

Sus intentos de entrar eran desesperados y cada vez me convencía más de que estaba en una parodia extraña de película de terror.

A Male no le parecía tan graciosa la situación, es comprensible pues estaba tras ella un

Frankenstein made in el DF sucursal Atizapán infectado de alcohol.

(Que tampoco fue mucho, pero el hígado de Baquente ya está muy maltrecho y no aguanta nada.

Jura que pronto estaré en la misma situación y que podrá mofarse de lo lindo).

¡Claaaaaack, claaaaaaaaaaaaaaaaaack!

Seguía intentando desesperadamente abrir la puerta y Male con furia abrió la puerta y no sé qué tantas maldiciones le lanzó al pobre Baquente que éste sólo se quedó dando vueltas sobre su propio eje y cobró un poco de su color verdadero y se esfumó a dormir a su habitación.

Ese fue el fin del ataque satánico de un Baquente alcoholizado.

Esa clase de escenas ya no me parecen tan desquiciadas, pues desde que Male se volvió compañera de juergas he visto como la pretenden borrachos, maras, mecánicos de feria, darks y señores gordolujuriosos seudonarcos. Lo único bueno del asunto es que sus ligues malandrines siempre le proveen alcohol que luego comparte conmigo. Recuerdo cierta ocasión en la feria de

Comitán en la cual ya no había más dinero y ella había ido a despedirse de no sé quién y en el camino se topó con un par de maras quinceañeros que empezaron a filtrear con ella y velozmente ya tenía un vaso enorme de michelada.

¡Esa es la actitud!

Lo más gracioso es que media hora después vimos a su ligue centroamericano ser llevado de la cosecha capilar con sumo cariño y hospitalidad por un triunvirato de policías mega rudos y gandallas que lo habían agarrado haciendo salvajes disturbios.

Un día terminarán dándome de balazos por la malvada MalevoloCidad.

Vaquillas 8…

Baquente me había dado un cubrebocas con la seria convicción de que con el tiempo se lo iba agradecer.

Y asi fue…

La cantidad de polvo era extremadamente radioactiva, mis ojos se hincharon y se escurrían por mis mejillas, las manos me picaban y la nariz comenzaba a fluir cual tubería descompuesta.

Soy un tanto alérgico al polvo en exceso poético.
Patético.

Baquente comenzó a remover algunas cosas y yo las apilaba afuera para posteriormente acomodarlas de manera cristiana y decente.

Afortunadamente en sus terruños no hay tantas arañas como en los míos.

“El Everest” de ropa sucia era realmente impresionante, era difícil llegar a ver la cumbre.

“Vete por unas bolsas negras y unas cervezas” (voz preocupada y desesperada)
Acepté.

En el camino iba imaginando la magnitud de la fiesta Baquenciana pues ese era el motivo efervescente por el cual había decidido limpiar su departamento. El prometía un promedio de 30 personas con una mayor cantidad de faldas y minifaldas con actitud extremadamente concupiscente. Me hablaba de su fiesta como si fuera a llevarme a algún sórdido lupanar de

Sodoma repleto de mujeres con el único propósito de complacernos en las exigencias más extravagantes y sodomitas.

La cita era para el viernes y siendo jueves a medio día el departamento aún lucía apocalíptico.

Noches anteriores Baquente se la pasaba haciendo llamadas e invitando a sus amigas para que llegaran a su bacanal y me incitaba para que hiciera lo mismo. Era tan optimista que pensaba que invitara a quien invitara llegaría a la velocidad de la luz a embriagarse y a ceder sus atributos carnales al mejor postor o al menos peor y perdedor de todos.

¡Ja!

Lo cierto es que yo estaba estimulado con la fiesta, mi mente volaba demasiado alto y me imaginaba asfixiándome en una masa informe de extremidades femeninas lujuriosas sintiendo las perversiones más horrendas de un pobre ser humano.

“¡Hay que conseguir sustancia!”

La voz del coleguilla sonaba un tanto profética y desesperada. Se perdía en sus propios pensamientos pensando en la persona indicada que pudiera favorecerle un poco de esa sustancia mágica que tanto anhelaba para relajar el esfínter y sonreír y sonreír como loco.

Estábamos ordenando toda la ropa sucia, en una bolsa negra y gigantesca poníamos la de

Baquente y en otra la de la señora M.

También degustábamos una fría cerveza Indio litro doscientos.

De pronto Baquente comenzó a contorsionarse de forma extraña cuasi poltergeist satánico.

“Mira Saborío, para el viernes tienes que traer puesto esto, va a ser tu amuleto…”

Me dio uno de esos chinos de madera que son de colores y tienen diversas propiedades.

Este en particular era negro.

“¡Mira también hay uno rojo!”

El rojo lo colgué del picaporte (el mismo que meses atrás el buen coleguilla había tratado de profanar) acá servirá mejor.

“Por si el amor”

“Sí (dije) por si el amor”

Dicha frase significaba caer en las redes carnalapareantes.

Es por eso que la habitación sería el recinto perfecto y cómodo para liberar todas esas pasiones orgiásticas.

Por si algún par de dos se animaban a intimar más allá del cariño sobre la ropa y las caricias cantadas.

Por si el amor.

Es por eso que ese chino jocoso quedaba de maravilla en la entrada de la puerta.

Sería la señal…

Si el chino no estaba en la puerta el cuarto estaba libre y si estaba colgado era la señal para liberar las bajas pasiones carnales.

¡Se planeaba una fiesta románica y romántica!

Baquente había guardado la botella de Tiburón para esa ocasión en especial y pensaba comprar toneladas de alcohol adulterado y hielos con éter para poner el ambiente más psicodélico.

Al puro estilo de la época más punk de José José.

De su habitación salió la señora M. en pijama y con un extraño, sucio y desarrapado gorro navideño que cubría el desmesurado desorden de sus cabellos y arrastrando los pies se fue hacia la cocina a preparar un poco de leche para Cami y de paso nos preparó un poco de palomitas de maíz para no desfallecer en la ardua tarea de limpieza.

“Híjole, les falta un buen…” (Mucho sarcasmo).

Nos dejó las palomitas y volvió a encerrarse en su habitación.

De algunas cajas Baquente muy sonriente y emocionado sacaba algunos juguetes que le recordaban a su infancia desde malévolos caza fortunas del reino Star Wars hasta Beetlejuice con la cabeza reducida. Me enseñó también un SEGA portátil que de portátil sólo tenía el nombre.

Por si fuera poco me enseñó una adaptador para usarlo como televisor.

Me enseñó cosas demasiado surrealistas para una habitación cuasi ordinaria. Era un palacio geek de proporciones míticas.

Pasamos ahí gran parte de la mañana hasta que nos dieron las 4 de la tarde, Baquente se mostraba desesperado.

“Es hora de comer, Saborío”.

Nos terminamos velozmente el poco de cerveza que nos quedaba.

“Luego venimos a terminar el resto”.

Nos enderezamos como pudimos y nos quitamos los ácaros adheridos en nuestras ropas mamarrachas de juniors consentidos.

Nos fuimos a comer a la casa de su mamá que lleva el nombre de aquella famosa canción de Van

Morrison… Gloria.

¡Comimos los famosísimos nopales ultra enchilados con chorizo!

La primera vez que los probé juro que sentí que me desmayaría. En Comitán era un mequetrefe consentido hasta más no poder y apenas y comía un poco de picante. Pero fue en Coacalco cuando probé por primera vez ese fuego intenso en mi paladar. Me lloraron los ojos, se me entumió la lengua se me cerró el esófago y de la cabeza me salía vapor y se me escurrían los piojos calcinados por las orejas.

Esa es la iniciación para todo aquel que deba ser digno de degustar los famosísimos y deliciosos nopales ultra enchilados.

Se deben comer sin desmayarse ni morir en el intento.

Al final Baquente aún colorado por el picor se fue a su departamento y me dijo que me esperaba para culminar con la apocalíptica tarea.

Me despedí de él diciéndole que llegaría en cuanto terminara de lavar los trastes.

No fui, me quedé viendo películas de terror hasta tarde.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

y te preguntas porqué no tienes amigos normales?? jajajaja....

Querido, si fueran "normales" probablemente no te interesarían como amigos....

Dame más, necesito más crónicas anacrónicas....jejeje, me encantan tus letras, ya sabes :D

Saludos desde la oficina (tan temprano y ya trabajando? joder)...besos con sabor a cafe y desayunito "ultranutritivo" jajajaja

Vakente dijo...

Mi kerido sabrosio me veo en la necesidad de crear un blog donde se conozca la verdad que aun ocultas ojala pongas un link en tus paginas para dar a conocer esa extraña noche, como dice vegas hay dias en ke valdria mas no sa lir de cama...
http://todostusmiedosyyo.blogspot.com/