domingo, 15 de agosto de 2010

A veces



Cada noche, en la soledad interrumpida por la pornografía, el vino, la nicotina y la imaginación vuelvo a perder la virginidad con cada fantasía que cobra vida en el teatro clandestino bajo mis sábanas.

A veces quisiera enredarme en los pliegues de las faldas de todas las damas que vagan en las plazas de la ciudad. Jurarles una letanía de veneno narcisista mientras sus prendas se diluyen entre sílabas perfumadas y manos adiestradas en desnudar con la mirada. Regalarles una prosa efímera, una caricia clandestina y un nombre desechable para no encadenar sentimientos a los efluvios corporales.

A veces quisiera besar todos los labios, mordisquear todas las piernas, conocer todas las fauces vaginales y su manera de actuar ante las caricias interminables, seculares y seductoras de una lengua adiestrada en la danza libertina.

A veces quisiera ser el amante enamorado que desviste por primera vez ese cuerpo tan deseado y pierde junto a él los buenos modales que existen entre un caballero y una dama que nunca han conocido el lado grosero de una cama.

A veces quisiera acostarme con las mujeres ajenas, conocer los gruñidos de las damas de mis colegas, compartir las perversiones de las casadas, consolar a las viudas y divorciarme de las solteras.

Cada noche, en la soledad interrumpida por la pornografía, el vino, la nicotina y la imaginación me vuelvo un impertinente de lo peor. Tan detestable que no dudo en autocelebrarme con el recuerdo de mi madre.

Al final, vencido por el sueño cierro el telón de mi teatro de cama y me duermo entre la ovación de jadeos poéticos y sábanas manchadas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenas noches!
Paso a dejar mi comentario como es tu gusta saboriano! El gusto es mío también al poder leer de tus versos! bendita tu pluma!

Un abrazo