Como paraguas en el corazón, que evita el monzón de lágrimas,
tengo esta máscara de girasol para ver bajo tus piernas las mariposas que
brotan cuando te sientes enferma.
Mis manos se derriten en hormigas y tus lenguas florecen
cuando dices mi nombre, quiero ser el calambre que te drene la cintura, un
cadáver exquisito donde la primer caricia se vuelve la primicia de un abucheo
de besos.
Este clavel es para habitar el florero de tus ojos, aquellos
manojos de sal que derriten al otoño cuando
las piedras se pintan en palacios y los espacios en calabozos.
Quiero darte mis labios para que los cuelgues en los
relámpagos de tu soledad, donde el eco sabe tanto de ti, que tampoco recuerda
tu nombre.
Cantemos con las manos, que los dedos sean cuerdas y las
lenguas, un dulce envinado de palabras tan abstractas, que lleven al corazón
una rima con traje de bombero.
¡Grita pájaros con tú nombre! que el cielo está huérfano de
ti.
Como yo, solo, solo, solo en el rincón más horrible de tus
manos.
Me siento así, como paraguas en el corazón que bebe la
sangre del agua y escupe en la rambla de mi alma un costal de ripios con arroz.
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