Hay polvo en la ventana de mis ojos,
son estas malditas telarañas
devorando lágrimas de miel,
ahorcando su brillo entre lagañas.
Hay polvo en la ventana de mis manos
y mis dedos enmarañados en arrugas,
no sienten absolutamente nada
cuando te tienen tendida en la cama,
vestida de piel.
Polvo fuiste y en polvo te convertiste…
Esta caducidad del deseo es soberbia,
estúpida, mezquina y triste.
Hay polvo en mi alma,
polvo que empaña, ensucia,
que lleva en ristre calma
y el desencanto en esa ecuación,
donde (tú más yo) es igual a nada.
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