A la mujer garbosa con el ristre
besando el suave cabo de mis besos
(trémulos) como párvulos del cutre
adjetivo del tiempo sin mis versos.
A la dama desnuda con el vientre
perdido en la inopia de los tersos
pinceles de mi lengua; tan rupestre,
tan bribona, tan prima de perversos.
A ella le quiero dar el testamento
de mis escritos rancios, taciturnos,
con coturnos de poeta en pavimento.
A ella le debo todas estas letras
y el catón del cierzo borrachito
de la miel de sus pies en mis caderas.
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