sábado, 8 de octubre de 2011

Hombre Pan



Cínico, patán, fanfarrón, mustio, canalla, hijo de puta, cerdo, cabrón…

El hombre Pan se vestía con las letras pornográficas de las náyades coquetas, fumaba el simbolismo francés, se meaba en las biblias y llevaba una vida anacoreta.

Seguía una estricta dieta a base de lecturas, escrituras y masturbaciones nocturnas.

Maldito catador de musas.

Le invocaban un tumulto de núbiles golondrinas que le enviaban postales desnudas desde el rincón más oscuro de su cama, coleccionaba piropos y regalos obscenos de algunas damas.

Con los ojos y las uñas pintadas se desenvolvía con cautela en un mundo oscuro como los latidos de su corazón. Comía poesía y bebía literatura de horror. Jamás vestía un color ajeno al luto y platicaba por las noches con su propio resplandor.

Escuchaba rocanrol mientras escribía con furia toda la madrugada, recibía amenazas violentas de novios nerviosos, incluso le celaban algunos poetas poderosos.

Hombre Pan, místico del diablo, en sus huesos se añejaba el corazón del fauno que cuidaba la siembra y bailaba desnudo seduciendo el corazón de las ninfas con faldas y coletas.

Tan bribón tan fulano tan poco diestro en el tacto humano.

Le acompañaron damas con la cordura difuminada en un orfeón de caricatura: Se transmutaban en mariposas, se adornaban la piel con lengua de navaja, hablaban con los muertos a través de los colores, leían el café, vestían con jirones estridentes, se arrastraban por el suelo como estúpidas serpientes, adoraban la cruz, adoraban al diablo, escribían poemas con sangre de gallina, aullaban con furia en la luna llena y sobre todo sabían rumiar el arte de la mentira.

Hombre Pan hacía de las fiestas una galería nudista, invocaba el alma de sus santos poetas y se encontraba muy cómodo en el corazón del vino y el humo del cigarro.

Siempre acompañado por los subterraneos, los menospreciados, los poetas callados. Siempre con una tribu de niños deformes a su lado.

Yo lo conocí, fui su confidente y amigo. Asistí a sus reuniones, conocí a sus detractores, leí sus letras, fumamos porros, nos emborrachamos, fuimos a cantinas de mala muerte, asistimos a conciertos, leímos poesía en Ciudad Real, convivimos con poetas y gente aún peor en Che Garufas… fuimos tal para cual.

Un buen día el Hombre Pan se fue a buscar al sol y aún no ha regresado. En donde sea que esté estoy seguro que tiene una ninfa y un buen tinto a su lado.

Si lo ven, díganle que buena parte del mundo aún no le ha olvidado.

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