Bebí de la botella de tu boca
los versos de amor más hermosos, dulces,
tiernos, perversos, duros como roca.
Bebí tanto licor de mieles dulces
que perdí la noción de aquel espacio
cabrón y solitario donde el eco
es la voz que platica tan despacio,
que este tu corazón se escucha hueco.
Me emborraché de ripios, maleficios,
cantos y personajes fantasiosos.
Y aprendí la emoción de aquellos labios
rubicundos que hablaban en hermosos
dialéctos quejumbrosos. Bebí el vino
argento del amor sin mucho tino.
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