jueves, 13 de octubre de 2011

Nico

Nico sentía un placer extraordinario penetrando en aquel orificio extraño. Jamás había experimentado el sexo anal y estaba descubriendo que le encantaba. Su pareja era uno de esos mamarrachos de bar que van en busca de alguna chica guapa para ligar. No le importaba, después de todo, tenía dinero y no estaba tan feo. Le había dicho que era virgen, que era la primera vez que se largaba con un extraño, que lo hacía porque él tenía algo que ella no había experimentado jamás.

¡Patrañas!

Nico tenía una larga lista de encuentros furtivos con amigos que tenían la delicadeza de pagarle las copas y alguna que otra joya. Era discreta y cautelosa, se había enredado con la mayoría de fulanos en su trabajo y nadie había reparado en ello.

¡Sí, así…!

Apretaba los dientes mientras sus uñas se aferraban al colchón. Aquella pose le parecía tan sensual que no podía evitar sentirse muy excitada, se sentía dominada, violada, penetrada, usada, pero eso le causaba una excitación desesperante. Su acompañante la embestía con furia mientras profería unos alaridos guturales poco elegantes. Nico recordó aquella vez que escuchó a su padre haciendo unos ruidos similares y luego a su madre gritando, suplicando por un poco más. En aquel entonces ella no sabía lo que estaba sucediendo pero ahora lo entendía. Era extraño, con su novio no había experimentado algo así y eso que no lo hacía nada mal y no estaba en lo absoluto mal dotado.

¡Más, más, más, más…!

Sus senos estaban a punto de reventar, parecía que sus pezones iban a salir disparados, sentía como se columpiaban violentamente y rozaban las sábanas causándole una sensación bastante agradable. Aún tenía el efecto de la heroína que le había robado a su hermano. ¿Alguna vez se habrá dado cuenta que le robaba sus drogas? Era tan yonqui como aplicado a sus deberes universitarios. A veces pensaba que su cerebro de nerd necesitaba todas esas drogas para funcionar sin perder la cordura.

¡No pares, nene, inúndame los intestinos…!

El placer la hacía gruñir y mientras más lo hacía, aquel cabrón, le daba más duro. Trataba de recordar su nombre pero no podía… ¿se lo había preguntado?

Cambio de pose…

Aquel extraño estaba arriba de ella, veía como su rostro se desfiguraba por la exitación y le acariciaba los senos con una lujuria monstruosa. Seguramente el pobre tipo no había tenido un buen acostón en algún tiempo, no estaba segura, pero creía que estaba casado, tendría unos cuarentaypocos, ella casi los treinta, pero muy bien vividos. Se había pagado la universidad de periodismo gracias a los mecenas que había conseguido gracias a sus coqueteos y fornicios. El más generoso le regaló un coche, era su profesor de ciencias políticas, tenía un buen puesto en el gobierno y era bisexual, aunque una vez le dijo que por ella, lo dejaría todo.

¡Qué días aquellos!

A veces se arrepentía de no haberle tomado la palabra, después de todo el tipo tenía mucho dinero y millones de contactos. Estaba tan ocupado que hubiera podido tener a todos los amantes que quisiera sin que el pobre diablo se diera cuenta.

¡Dámelo todo…!

De pronto su acompañante comenzó a retorcerse y sintió que algo cálido le inundaba el vientre, el hijo de puta había terminado. Tenía los ojos saltados y una horrible vena palpitándole en la frente. Se acostó a su lado jadeando y tapándose la cara. Le dio un discurso sobre lo hermosa que era y que en toda su vida nunca lo había hecho con una virgen tan extrovertida en las artes de la cama. Ella le dio otro discurso sobre lo bien que lo había hecho y las emociones nuevas que había sentido. A los dos minutos el fulano roncaba como un puerco.

¡Que asco!

Nico se masturbó hasta alcanzar el clímax y luego comenzó a vestirse. Revisó la bandeja de entrada de su correo electrónico en su Iphone y vio que ya le había respondido aquel chico que había conocido en el facebook, le había dado su número y le dijo que esperaba su llamada.

¡Oh por Dios, es tan guapo!

Se metió al baño y le marcó a su novio…

¡Hola! Sí, ya se acabó la maldita junta, estoy cansada, ya voy para la casa, ya conseguí el préstamo para comprar la lavadora. ¿Qué? ¡no! no te preocupes, ya saldremos de ésta, mañana te veo, te tengo reservada una sorpresa para tu cumpleaños. Hay una pose nueva que quiero probar, oh, ya verás… ya compré tu pastel y reservé una mesa en aquel lugar bonito que vimos la otra noche. Sí, yo también te amo.

Bip bip bip bip bip.

Recogió sus cosas y buscó la cartera del fulano, le quitó lo que llevaba y buscó su credencial. Se llamaba Juan Alejandro.

¡Maldita sea, se llama igual que mi novio!

Comenzó a reirse de forma perversa mientras sacaba un cuchillo de su bolsa. Le dio un beso y después se lo enterró hasta el fondo a Juan Alejandro. Apenas alcanzó a emitir un sonido aterrador y nauseabundo. Giró el cuchillo y le dio un puñetazo en la cara.

Lo siento, colega, pero nadie me jode por el ano y vive para contarlo…

Cogió las llaves de su auto y salió del motel diciéndole a la recepcionista que aún no desocupaban el cuarto, que sólo iba por algunas cosas a la farmacia y volvería en unos minutos. Eso le daría tiempo de alejarse un poco. Aún era temprano, las doce menos cuarto. Era una madrugada bonita y la tenía libre. Estaba pensando seriamente en marcarle al chico que había conocido en internet.

No se pierde nada con interntarlo…

Nico le marcó desde el celular de Juan Alejandro mientras sintonizaba la estación de rock ´n´roll que tanto le gustaba.

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